Hacia la reapertura del ocio nocturno

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Un grupo de jóvenes participando en un botellón viernes por la noche en Barcelona.

BarcelonaEl macrobotellón que el pasado viernes reunió a 9.000 jóvenes en la Universitat Autònoma de Barcelona ha disparado todas las alarmas, pero es solo una de los múltiples encuentros que jóvenes de todo el territorio organizan cada fin de semana y que se han convertido en un problema de orden público, además de un posible foco de contagios. El mismo conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, ha declarado que sospecha que estas fiestas al aire libre no son espontáneas sino que están organizadas por personas que buscan sacar un rédito económico del hecho de que el ocio nocturno continúe cercado, lo cual es muy probable.

El caso es que botellones como el de la UAB –donde, por cierto, se investiga una presunta agresión sexual– suelen acabar con montañas de basura y residuos y desperfectos por valores de miles de euros. También se han visto imágenes, como las de Tiana, en la que los participantes se enfrentan a la policía. Todo ello justifica el paso que ha dado el Govern para establecer un calendario de apertura del ocio nocturno que evite que la única alternativa de los jóvenes para salir de fiesta y relacionarse sea acudir a estos encuentros multitudinarias sin control. A partir del jueves 23 estos locales podrán abrir hasta las 3 de la madrugada sus espacios al aire libre, y próximamente se fijará una fecha, que será antes del 15 de octubre, para abrir también los interiores aplicando el llamado pasaporte covid, de forma que de rebote se convertiría en un incentivo para que las franjas de edad más jóvenes se acaben de vacunar del todo.

Son comprensibles los temores de Salud ante la reapertura del ocio nocturno, pero estos días, y se volverá a ver durante las Fiestas de la Mercè de Barcelona, también se está comprobando que sin toque de queda no hay manera de evitar estas concentraciones de jóvenes, ya sean en las playas, en lugares de montaña (con el consiguiente peligro que esto supone) o en calles y plazas, como pasó durante las Fiestas de Gràcia. Por este motivo, con una incidencia acumulada por debajo de 100 y con la mayoría de comunidades autónomas abriendo ya el ocio nocturno, no tenía mucho sentido continuar con esta restricción.

La otra tentación en la cual no se puede caer es la criminalización de la juventud, sobre todo porque solo ellos saben las consecuencias que han tenido para sus vidas estos casi dos años de pandemia en los que no han podido relacionarse, ni ir a clase ni salir de fiesta con normalidad. Las autoridades sanitarias también han detectado que el confinamiento y las restricciones están teniendo un impacto emocional en los jóvenes, y es lógico que busquen maneras de divertirse fuera de los circuitos que continúan cerrados. Lo necesitan, igual que lo necesitaban los que ahora son algo más mayores cuando tenían su edad.

Quizás es hora de valorar que el ocio nocturno no es solo un sector económico especialmente castigado por la pandemia, sino que además cumple una función social, es un espacio de interacción, de conocimiento y, también, de evasión. Por eso es bueno andar hacia una reapertura segura que ayude a recuperar la normalidad perdida. También las noches del fin de semana.

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