Probablemente, el proyecto más antiguo de Muntadas, y que ha tenido una vida más amplia, no sea ninguna de sus series más arduas y reconocibles, algunas de ellas todavía abiertas en la actualidad, como Political advertisements, iniciada con Marshall Reese en 1984; On Translation, que arrancó hace tres décadas, o Between the Frames, que se extendió desde 1983 hasta 1993. Posiblemente, el proyecto de mayor envergadura realizado por Muntadas es la construcción de una red de interlocuciones que fue creciendo de forma exponencial a medida que sus propuestas se desarrollaban en contextos diversos a lo largo de una geografía sociopolítica que, vista hoy, parece inalcanzable.
Conectar con agentes de diferentes procedencias y al mismo tiempo conectarlos entre sí es, para Muntadas, algo más que una agenda acumulada después de años de profesión. Me atrevería a decir que se trata de una metodología de trabajo, una forma de hacer comunidad.
Cuando aún no existía el uso y sobre todo el abuso de "los afectos", cuando no estaba de moda apelar a "los cuidados", artistas como Muntadas practicaban una suerte de política de la proximidad que en realidad era un enseñar el oficio sin demasiados elogios, con exigencias que las propiciaban las convicciones endogamias localistas o de los guetos de afinidad que tanto confortan y tanto reducen. Para muchos de nosotros Muntadas fue uno de los primeros artistas que estudiábamos y después se convirtió en alguien a quien recurríamos para contrastar posicionamientos.
Esta red de afinidades y de interpelación se ha desplegado, sin embargo, en campos diversos. Pienso, por ejemplo, en el ámbito de la pedagogía, en los innumerables workshops impartidos por Muntadas en todo el mundo, el primero de ellos se remonta a 1974, cuando, junto a Bill Creston, convirtió a la Sala Vinçon en un taller de realización de vídeo.
Desde el departamento de arquitectura del MIT hasta la IUAV de Venecia, donde fue profesor durante muchos años, pasando por numerosas universidades en Francia, Brasil, Argentina, Norteamérica, Australia, Japón y China y espacios como el Banff Center (Alberta), el Politécnico de Valencia, el Artele (Tourcoing), existen al menos cinco generaciones de artistas que iniciaron su andadura asistiendo a seminarios, cursos y clases de Muntadas. Cabe decir que accedieron a un modo particular de comprender el trabajo en el arte desde el rigor ideológico, la investigación histórica y las metodologías procedimentales.
¿Para quién?
Lo condensó en 2013, cuando impartió la lección inaugural del Laboratorio Arti Visive en la Universidad de Venecia (IUAV). El título de esta ponencia es Reflexiones sobre la metodología del proyecto. Seis años después se publica en castellano, como un pequeño volumen a cargo de La Escocesa, fábrica de creación análoga barcelonesa.
A pesar de su brevedad, el ensayo contiene diez capítulos que analizan, desde perspectivas metodológicas, diversos condicionantes que afectan al desarrollo de los proyectos artísticos. El primer apartado indaga en la noción de proyecto, mientras que el último se detiene en el feedback recibido por un autor al presentar públicamente sus trabajos. Entre uno y otro hay secciones que hablan de la investigación, el presupuesto, el calendario…
El texto podría parecer un manual o una recapitulación en torno a la práctica de Muntadas. Sin embargo, al leerlo nos damos cuenta de que sus enfoques no son prescriptivos, sino que están llenos de interrogantes. Además, después de cada episodio aparece una pregunta dirigida a un tiempo ya una audiencia difusos: "¿Quién?", "¿Qué?", "¿Por qué?", "¿Cómo?", "¿Dónde?", "¿Cuándo?", "¿Para quién?", "¿Cuánto cuesta?".
La charla impartida por Muntadas vuelve a poner sobre la mesa otro proceso histórico: el que se inició a finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, cuando tuvieron lugar las grandes impugnaciones contra la mercantilización del arte, la fetichización de la obra y el estatuto heroico del artista.
Entonces se abrió un panorama que quizás hoy leemos de forma demasiado homogénea, como un simple giro de las nomenclaturas con las que se expresaban los nuevos lenguajes. Aunque ese cambio de paradigma tal vez necesitó una reestructuración integral y no sólo en el orden de las terminologías, necesitó esas mismas interrogaciones que, décadas más tarde, siguen abiertas.
No existe una historia fílmica, dice Jean-Luc Godard, sino historia(s) del cine. De la misma forma, la especificidad de cada trabajo de Muntadas genera marcos metodológicos diferentes, nunca intercambiables, hasta el punto de que podríamos decir que es el proyecto quien fabrica sus métodos, y no al revés.
El filósofo Peter Sloterdijk decía que la historia de la filosofía podía entenderse como una magna correspondencia con múltiples remitentes, en la que Platón enviaba "misivas" a Hegel, aunque quien respondía era Marx, el mismo que contestaba un telegrama de Hannah Arendt o un requerimiento. De la misma forma podríamos entender los proyectos de Muntadas: a la manera de un abrevadero de ideas y posiciones públicas que hemos alimentado y que nos han alimentado desde la fricción y el compromiso, sin autocomplacencia ya favor de la complejidad, una de las palabras que más utiliza Muntadas y que hoy es tan difícil de declinar colectivamente.