La reina Letizia fomenta la lectura

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La reina Letizia, escuchando el discurso de Felipe VI en la apertura de la XV Legislatura de las Cortes Generales.

Como los periodistas del corazón españoles no hablan de la testa coronada de Felipe VI, por lealtad, supongo, está produciéndose un fenómeno extraordinario, que, entiendo, nace a rebufo del canal de YouTube de Pilar Eyre, donde habla de todo asuntos del corazón desde su casa. Todo de youtubers de todo el mundo se han comprado micrófonos, se han atrezzado un cuarto, se lo han iluminado, y hablan de los dos libros sobre el asunto bañivo: el del periodista Jaime Peñafiel y el del primo de la reina, David Rocasolano.

Los youtubers leen en voz alta capítulos de los libros, amenizados con imágenes, o “los cuentan”. Consideran "censura" que no se les permita hacerlo, porque ellos no saben nada de derechos de reproducción. Como un estudiante que debe leer los “episodios amorosos” del Tirando lo Blanco, te hacen saber el esfuerzo que ha sido leerlo y "entenderlo". Hay una que repite: “Yo no sólo junto letras. Yo hago el esfuerzo de entenderlo”. Para muchos de sus seguidores, leer es un acto hermético y cansado.

No conozco mejor campaña de fomento de la lectura que estos libros sobre la casa real española. Como todos sabemos, el principal requisito para aprender física cuántica o planchar es el interés. Todo el mundo puede aprender si se pone. El carné de conducir es la prueba. El estudiante más ladrillo, el que nunca logró aprender nada en clase, sudando sangre se quita el carnet. Lo hace.

Es conmovedor ver a los youtubers explicando cómo “se han preparado” el “directo” y diciendo, pongamos por el caso, y sin ironía, que estamos hablando de “una monarquía del siglo equis, equis, y”. Diría que Letizia ha hecho más por el fomento de la lectura —del libro que sea, escuche— que cualquier campaña del Bibliobús. Hacen falta muchos más parientes de los Borbones escribiendo libros. Y el argumento es igual. Lo que está pasando con los monarcas es mucho más salvaje que lo que ocurre en Señora Bovary y sólo algo menos salvaje que lo que ocurre en la Biblia.

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