Presentación de Ricky Rubio
10/11/2025
Escritora
2 min

Este domingo, la Penya perdió ante el Real Madrid. Éste es el titular objetivo que se publicó en todas partes, pero el que se vivió en el Olímpic de Badalona va mucho más allá de los titulares deportivos. El día era especial y, por eso, el pabellón volvió a llenarse –como hacía tiempo que no ocurría– con más de 11.000 personas. Esta temporada, ya antes de empezar, ofrecía a los seguidores del Joventut un aliciente extraordinario: la vuelta de Ricky Rubio a casa.

El domingo, ante un rival fuerte y que, tradicionalmente –también por razones políticas–, goza de vencer, el público demostró desde el primer segundo del partido que se disponía a empujar con su fuerza a los jugadores que había en la pista. El hecho de que Ricky Rubio saliera de titular ya fue un mensaje bien recibido, con sonrisas, gritos de ánimo y aplausos a raudales.

Y Ricky no decepcionó. Ya no por su calidad –a estas alturas, incuestionable–, sino por su actitud. Y las gradas entendieron el mensaje. Cada una de sus jugadas era ovacionada sonoramente, y cuando la pelota no entraba en la canasta el lamento coreado por la multitud debió llegar claramente al oído del jugador.

De eso quería hablar. De la comunión que puede crearse sin palabra alguna entre un ídolo y sus seguidores. Obviamente, ha pasado cientos de veces antes con otros deportistas, o con cantantes, o con actrices. Pero en ese caso –estoy convencida–, el diálogo que se estableció era más profundo. La gente no aplaudía sólo una buena asistencia o un esfuerzo en defensa. El público del Olímpic quería hacer llegar a Ricky Rubio su agradecimiento por un gesto que va más allá de los logros deportivos: se trataba de poner en valor el gesto de reconocer los orígenes y volver a casa, y de agradecer su forma de volver: implicado, motivado, generoso.

El momento álgido llegó cuando Rubio falló una canasta que parecía cantada. El jugador hizo evidente su enfado, su decepción, y el público, como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo, se puso de pie y soltó gritos de ánimo, y fue como si aquella multitud quisiera abrazarle y decirle que no pasa nada, que estamos contentos de tenerlo en casa aunque el balón de veces. Y en el fondo, también quedaba claro que, ante la sinceridad con la que Ricky había compartido sus problemas de salud mental, todo el mundo quería mostrarle una empatía extra.

La Penya aguantó dignamente la primera mitad de partido, pero llegó un momento en que el Real Madrid se puso diez puntos arriba y quien más quien menos pensó que eso ya sería difícil remontarlo. Pero los jugadores habían decidido que no se daban por vencidos. Y en el pabellón se vivieron momentos de éxtasis que, sin embargo, no acabaron consiguiendo el triunfo. Con cinco puntos abajo en el marcador al final del partido, todo el Olímpic dedicó una larga ovación al equipo. El Joventut de Badalona, ​​la Penya, es un club con una trayectoria larga y muy concreta, y aquel partido subrayaba una manera de hacer particular. Y no es que no nos guste ganar, pero hay cosas más importantes.

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