La rotonda de la investidura

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Salvador Illa consultando el móvil durante la noche electoral, en la sede del PSC.

Con los resultados del 12 de mayo, la política catalana ha entrado en una rotonda en la que todos los partidos irán dando vueltas sin tomar ninguna salida. Estos días se pueden realizar muchas hipótesis que son aritméticamente viables pero políticamente inverosímiles. Pero viendo las vueltas que da la política, donde los patrones clásicos ya no sirven para prever lo que puede ocurrir, nadie acaba de descartar del todo que la solución pase por una fórmula estrambótica.

En los últimos años hemos visto que la solución ha pasado por pactos que se han negado con vehemencia en la campaña electoral. Ejemplos ya hay varios. Ada Colau fue alcaldesa de Barcelona con los votos de Manuel Valls, cuando ambos se presentaban como antagonistas, y cerró el pase a Ernest Maragall, que había ganado las elecciones; lo mismo le ocurriste a Xavier Trias, con la mayoría que conformaron el PSC, los comunes y el PP para hacer alcalde Jaume Collboni; y en el Congreso Pedro Sánchez fue investido con los votos de Junts, quien en campaña había afirmado que nunca daría los votos a un candidato del PSOE.

Debemos pensar que las opciones políticamente más comprensibles deberían ser también las más probables, pero esto ya es suponer mucho. A estas alturas, tanto Salvador Illa como Carles Puigdemont han expresado su voluntad de presentarse a la investidura para presidir la Generalitat, pero que esto ocurra depende de los apoyos que puedan sumar sea con votos favorables o con abstenciones. Y no podemos perder de vista que la ecuación que se resuelva en Catalunya puede impactar de lleno en la gobernabilidad del Estado.

Con todas estas prevenciones, mientras los partidos van dando vueltas a la rotonda, ¿qué salidas pueden tomar entonces? Veámoslo.

Salida tripartito de izquierdas. Salvador Illa puede ser presidente con los votos del PSC, Esquerra y los comunes, que suman mayoría absoluta. En el caso de los comunes, tendrán que dar otro salto mortal con el Hard Rock, pero para salvar al PSC otras veces han hecho malabarismos. Y Esquerra no tiene ningún incentivo para apoyar al PSC más autonomista que hemos conocido. Además, esta fórmula deja a Pedro Sánchez en manos de Junts en Madrid, lo que augura un mal pronóstico.

Salida Puigdemont. Para que Junts tenga la presidencia, además de los votos a favor de Esquerra es necesario que los 42 diputados de Salvador Illa se abstengan y acepten quedarse en la oposición. Decíamos que se han visto cosas extrañas, pero es complicado imaginar que los socialistas se autolesionen de esta manera. Además, una vez conseguida la investidura, ¿qué apoyo tendría ese Gobierno para aprobar cualquier votación? El batacazo electoral de ERC y el descalabro de la CUP, que ha perdido más de la mitad de los escaños –de 9 a 4– pueden disimular un resultado francamente discreto de Puigdemont, que apostó todo a la restitución y sólo ha sumado 3 diputados más, cuando los otros partidos independentistas han perdido 18.

Salida sociovergente. La suma del PSC y Junts daría una mayoría estable al Parlament, pero más allá de la contradicción de unos y otros, que han hecho bandera de no apoyarse nunca, supondría situar a ERC como líder de la oposición y dejar el PSOE en manos de los 7 diputados republicanos en el Congreso. Cuesta ver el incentivo que tienen unos y otros por esta fórmula más allá de repartirse el poder como había sido tradición en Catalunya hasta hace dos décadas.

Salida antiindependentista. Se podría repetir la fórmula utilizada para investir al alcalde Collboni, con los votos del PSC, los comunes y el PP, y la patriótica –e improbable– abstención de Vox. Parece difícil que esta mayonesa pueda atar, y haría una legislatura ingobernable en el Parlament. Muy probablemente también comportaría que el PSOE se quedara en minoría en el Congreso por la retirada de ERC y Junts.

Salida gran coalición. Hacer un gobierno de concentración con el PSC, Junts y ERC, pactando la acción política en Catalunya y en Madrid, es una fórmula aritméticamente viable pero sin recorrido político. Es un camino de en medio que seguramente no convence ninguno de los tres partidos implicados.

Hay muchas salidas, pero todas son malas. Todos los partidos irán dando vueltas a la rotonda y quizá la conviertan en la rueda del hámster, donde ninguno de ellos querrá asumir las consecuencias de hacer una elección que inevitablemente tendrá costes. Y mientras tanto todos calcularán si les conviene abocar a los catalanes a unas nuevas elecciones que tampoco garantizan un escenario más claro.

Si para evitar volver a las urnas los partidos independentistas llegaran a la conclusión de que no pueden formar gobierno y deben dejar que Salvador Illa gobierne en minoría, esperamos que sepan aprovechar la fuerza política que les da ser claves en Catalunya y en el Estado. El referendo, la financiación y el blindaje del catalán deberían ser tres objetivos compartidos e irrenunciables que deberían poner como condición.

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