Rumania, banco de pruebas de una democracia europea en crisis

George Simion, candidato de la extrema derecha en Rumanía.
05/05/2025
4 min

La extrema derecha lidera la movilización electoral en Rumanía. La primera vuelta de las presidenciales, celebradas este domingo, han dado el 40% de los votos al candidato ultra, George Simion, defensor de Gran Rumania, contrario a la ayuda europea a Ucrania, declarado trumpista y partidario de la "melonización" de Europa. Simion se enfrentará ahora al alcalde centrista de Bucarest, Nicu?or Dan, que quedó veinte puntos por debajo pero que espera recoger el apoyo del voto proeuropeo en la segunda vuelta, prevista para el 18 de mayo.

Las elecciones en Rumanía se han convertido en el banco de pruebas de los dilemas que desafían últimamente a las democracias europeas. La anulación judicial de la primera vuelta celebrada el pasado noviembre por indicios de injerencia extranjera ha acabado convertida en el símbolo de dos visiones totalmente contradictorias de lo que significa proteger el sistema democrático. Lo que está en juego no es únicamente si Rumanía se convertirá en el próximo país de la Unión Europea en girar drásticamente hacia la derecha, sino cuáles son los límites de las intervenciones internas y externas en procesos electorales sometidos a un cuestionamiento constante.

El Tribunal Constitucional de Rumanía se ha convertido en un actor directo sobre estas elecciones, tanto por la anulación de la victoria conseguida por Calin Georgescu en otoño como por la prohibición de dejarlo presentarse otra vez. El gobierno de Bucarest denunció injerencias rusas en favor de Georgescu y la justicia le acusó de mentir sobre la financiación de su campaña. Los partidarios de la extrema derecha lo calificaron de "golpe de estado constitucional" y una parte del electorado rumano cree que la intervención judicial ha sido una maniobra antidemocrática. Por eso, la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, celebraba el resultado de este domingo como "un muy bonito boomerang" para Bruselas. Pero, aunque la Comisión Europea se limite a decir que no opina sobre cuestiones internas de los Estados miembros, están frente a una deriva europea que impacta en la calidad democrática de toda la Unión.

La semana pasada en Alemania, el equivalente a su Tribunal Constitucional autorizó a los servicios secretos del país a extremar la vigilancia sobre Alternativa para Alemania (AfD), lo que incluye la infiltración policial en el partido de extrema derecha y el acceso a sus comunicaciones. La AfD es la segunda fuerza más votada. No se trata de un grupúsculo minoritario.

Todo esto plantea dudas, y más visto desde Cataluña, sobre qué papel debe tener la justicia. Pero también sobre qué legitimidad damos al electorado de estas formaciones políticas porque el riesgo de tratar a los votantes como niños pequeños que se equivocan a la hora de hacer su elección democrática conlleva aún más desafección y desconfianza en el sistema.

El desbarajuste de las presidenciales rumanas también evidencia la cada vez más complicada relación entre los estados democráticos y las redes sociales. El hasta hace poco desconocido Calin Georgescu construyó su campaña electoral a través de las redes sociales, con la amplificación artificial de sus mensajes desinformadores, desde la consideración de que la cóvid-19 no fue una pandemia real sino un ataque global planificado hasta la negación de la existencia de prisiones de represión política durante el régimen comunista, o falsedades de los rumanos. Georgescu se sirvió no sólo del poder de TikTok, sino también de los incumplimientos de Meta con las limitaciones que impone la UE a la publicidad política en períodos electorales.

La instrumentalización electoral de las redes sociales ya tiene muchos precedentes: del escándalo de Cambridge Analytica en el Brexit y Donald Trump, o las estrategias de viralización de mensajes de Jair Bolsonaro y Matteo Salvini.

Pero el trumpismo ha utilizado las elecciones rumanas como símbolo de los problemas que tiene la Unión Europea con la libertad de expresión.

Por último, la victoria de Simion también refuerza el poder de atracción del universo de Donald Trump. El rumano fue uno de los asistentes de la extrema derecha europea a la ceremonia de investidura del presidente de Estados Unidos, y se declara un admirador del ideario MAGA. Elon Musk le ha apoyado públicamente. Y Donald Trump Júnior incluyó a Bucarest en la gira que hizo a finales de abril por el este de Europa, con paradas en Hungría de Viktor Orbán, una cena con el presidente serbio Aleksandar Vucic en Belgrado, y visitas a Bulgaria y Rumanía para defender los mercados de criptomonedas desregula.

La geopolítica ha hecho de Rumanía un actor estratégico para la OTAN y para una Unión Europea que necesita reforzar constantemente su unidad en el apoyo a Ucrania. Pero el país es también un ejemplo de todas las debilidades políticas y económicas que la pertenencia a la UE no ha logrado revertir: existe un hartazgo general con la clase política que ha gestionado el país desde el fin del comunismo; una corrupción profunda, y una explosión de la extrema derecha que, junto a la pandemia, encontró los espacios para instalarse en el debate público. La inflación muy por encima de la media europea, unas desigualdades profundas y la amenaza de unas medidas de austeridad que todos empiezan a asumir que serán inevitables hacen que, para una parte importante de la población, la UE no haya supuesto el bienestar que esperaban. Ahora, además, se agrava la duda sobre la legitimidad del sistema.

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