Safaris humanos en Sarajevo
Ha causado consternación la noticia de que la Fiscalía de Milán investiga la participación de ciudadanos italianos en una forma de turismo macabro en la ciudad sitiada de Sarajevo –durante la guerra en Bosnia y Herzegovina, entre 1992 y 1996– denunciada por una investigación del escritor y periodista Ezio Gavazzeni. Personas adineradas y de extrema derecha pagaban fortunas para ir a hacer de francotiradores a Sarajevo y divertirse disparando impunemente, desde alguna ventana o alguna azotea, contra los civiles que pasaban por las calles. Como disparar al plato o a los patos de goma, pero con armas de precisión y con humanos, a tanto la pieza. Las mujeres y los niños salían más caros. Evidentemente, la Fiscalía investiga a los ciudadanos italianos implicados en esta atrocidad, pero los había de muchas nacionalidades. Eran cientos. Sarajevo era en aquellos años una ciudad sitiada por las tropas del general serbio Radovan Karadzic, condenado años después por crímenes contra la humanidad.
La confirmación de que estos safaris de personas realmente sucedieron en Sarajevo ha revuelto como decíamos a la opinión pública internacional, y con razón. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que se trata de un hecho aislado: al contrario, este tipo de atrocidades son frecuentes en países en guerra o colonizados, y situaciones en las que los derechos humanos son abolidos. Por citar solo un ejemplo, en el Congo belga, en tiempos del rey Leopoldo II, los colonos blancos jugaban a un juego que consistía en obligar a los esclavos negros a nadar dentro de una balsa, o un estanco. Cuando sacaban la cabeza para coger aire, les disparaban desde la orilla. Jugaban en familia, y participaban los jovencitos y las jovencitas de las familias ricas, propietarias de los esclavos. Nadie veía en ello nada censurable: lo consideraban como disparar a los pájaros, o a las ranas.
Pero no hace falta remontarse al África colonial de finales del siglo XIX ni a la Sarajevo de finales del XX. En pleno siglo XXI, podemos encontrar diferentes modalidades del tiro contra humanos en las zonas en guerra sobre las que recibimos información más o menos habitualmente (Ucrania, Palestina) y en otras de las que recibimos mucha menos (Sudán, Somalia, Yemen, el propio Congo). En el caso de Sarajevo se añade la turistificación, la comercialización del asesinato. En efecto, esta es la escatología del capitalismo, las consecuencias últimas de la lógica capitalista. La bravata de Donald Trump, al presumir de que él podía salir en medio de la Quinta Avenida y disparar contra alguien sin que le pasara nada, deja de ser un simple flatus vocis como los que suele emitir el presidente de Estados Unidos para convertirse en una advertencia: si tienes el dinero necesario, puedes comprar el ticket para matar a seres humanos desvalidos.
Es necesario que la justicia trabaje para esclarecer los hechos, y si aún es posible para castigar a los asesinos, pero nadie puede hacer nada ya por las personas que murieron bajo los disparos de alguien que les disparaba por pura diversión, y que había pagado por ello. Y nadie puede hacer nada tampoco para evitar que la condición humana sea, también, eso.