La sequía: soluciones más allá de las restricciones

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El río Onyar a su paso por Gerona, el 16 de octubre.

Mucha gente ya no percibe que estamos en situación de sequía grave porque ha llovido un poco, las temperaturas son más bajas y acabamos pensando que era un problema sólo del verano. La realidad es muy diferente: tenemos tan sólo un 19% de las reservas de agua disponibles, ¡la sequía pluviométrica es todavía extrema y continuamos en plena lucha para que los sistemas de abastecimiento no fallen!

En primer lugar, es necesario hablar de las novedades políticas y de gestión del agua. Recientemente se aprobó el nuevo plan de gestión del distrito de cuenca fluvial de Cataluña para el período 2022-2027, que plantea las medidas de gestión para las cuencas internas (52% del territorio, el resto de cuencas de Cataluña se gestionan desde el Estado) y para las aguas subterráneas y costeras asociadas. La atención pública se centra sobre todo en las medidas que se proponen para mejorar las infraestructuras de abastecimiento para hacer frente a la sequía, que podríamos llamar a las “fábricas de agua”. Hablamos de las plantas desaladoras y de regeneración, y también se levantan voces que reclaman terminar la interconexión de unas cuencas con otras mediante tubos que van arriba y abajo por el país.

Es importante recordar a todo el mundo que estas fábricas de agua aportan flexibilidad, pero tienen un coste económico, social y ambiental muy alto, y no pueden calmar una sed infinita. Por ejemplo, la red de distribución ATLL ya ha anunciado que este año va a incrementar el precio del agua por efecto de los consumos energéticos que tienen las desaladoras funcionando al 100%. Asimismo, las interconexiones y trasvases también son una medida trampa: el Ebro y el Segre están sufriendo la sequía al igual que las demás cuencas y no pueden aportar todos los recursos hídricos que la gente imagina cuando reclama propuestas de trasvase.

El núcleo del problema es que a menudo hablamos de la falta de agua, del gran problema, sin cuestionar la cantidad de agua que realmente necesitamos y cuáles son las dinámicas que impulsan estas demandas. El nuevo plan de gestión no podrá resolver la escasez si no se involucran todos los demás planes y programas promovidos por los demás departamentos: agricultura, urbanismo, turismo, industria y otros. Se necesitan soluciones conjuntas. La sequía no puede abordarse tan sólo desde la vertiente de la gestión del agua, sino que debe asumirse una visión de territorio, conscientes de que todas las actividades del país tienen un impacto sobre el sistema hídrico. Además, la propia diagnosis del plan es desoladora: tan sólo un 36% de los ríos tienen un régimen de caudales que permite su funcionamiento ecológico, más de la mitad de los acuíferos están contaminados, y se pretende poner una pista de aterrizaje por encima de una de las pocas zonas húmedas que nos quedan.

Por otra parte, el plan presentado por la ACA también incluye muchas medidas para reducir la degradación del medio, cuya fuente común depende todo. Cabe recalcar que esta fuente común no es externa, sino que el agua que necesita el medio es un agua que invertimos en el mantenimiento de las condiciones de vida de todas las especies, incluida la nuestra. Por ejemplo, restaurar los acuíferos contaminados y sobreexplotados puede aumentar el agua disponible en caso de sequía, ya que tienen mucha más agua de la que podemos almacenar en un embalse o producir con desalación. Por eso, estas medidas son realmente las más importantes para incrementar nuestra capacidad de hacer frente a las sequías, y sería importante que se hablara más. Es un gran contrasentido seguir promoviendo macroproyectos que dañan sistemas naturales fundamentales pensando que aportarán riqueza y bienestar, o tolerar la falta de responsabilidad de empresas que están contaminando el agua de la que dependemos millones de personas, para proteger los intereses de unos pocos . Estamos asignando los valores de forma equivocada.

Por último, es importante también hablar de riesgos. Estamos viviendo unos cambios jamás vistos antes: fenómenos climáticos extremos, guerras y dinámicas financieras que cambian las reglas del juego. Hay que tener presente que la gestión del riesgo de sequía también debe tener en cuenta todos estos aspectos que nos hacen dependientes de la disponibilidad de productos y recursos externos, como por ejemplo fertilizantes o gasoil para la agricultura, o de la estabilidad de canales comerciales, como por ejemplo los microchips para el futuro digital que nos hemos imaginado.

Hemos oído hablar de “la necesidad de emanciparnos de la lluvia, dejar de depender”. Esta visión es ciencia ficción y por las razones expuestas quedará frustrada. Yo digo que debemos emanciparnos de la dependencia de un sistema económico desarraigado y que no respeta la vida.

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