BarcelonaLa economía crece con fuerza por encima de la media europea, los turistas ocupan calles y plazas y la mayoría de catalanes irán a la playa una hora u otra este largo fin de semana. La sociedad hace su andadura mientras la política corre el riesgo de alejarse no sólo de sus sueños sino de su vida cotidiana alimentando los tentáculos de la antipolítica.
El juez Joaquín Aguirre sigue intentando convertir la vertiente más freak del Proceso en una conspiración con Rusia. Como estaba previsto, el presidente del Parlament se ha quedado sin candidato y los partidos catalanes han ganado dos meses por intentar construir una mayoría suficiente para elegir presidente de la Generalitat. Quizá sea porque “nos estamos acercando al máximo del ciclo de actividad solar, un fenómeno que se produce cada 22 años”, como dice la astrofísica Nieves Chinchilla en el dossier del ARA, pero el caso es que el entorno se va recalentando solo.
Si los partidos catalanes no logran formar gobierno en las próximas semanas, nos volverán a convocar en las urnas y el resultado no será agradable. Si los ciudadanos llegan a la convicción de que su voto no sirve para avanzar y dar un nuevo horizonte a la sociedad, nadie podrá sorprenderse de que expresen su indignación y malestar a través de partidos radicales o de la abstención. Podemos prever que en una nueva convocatoria electoral se polarice al electorado entre el PSC y Junts y el PP y la ultraderecha mejoren resultados.
Que no haya nuevas elecciones dependerá de la capacidad del PSOE y ERC de negociar un nuevo sistema de financiación, lo que no parece muy realista en dos meses de verano. Sólo una reforma en profundidad del Estado, para la que no se puede contar con un PP obstruccionista por sistema, podría permitirse la aceptación de una financiación singular para Catalunya. Un sistema que en algunos aspectos pudiera extenderse a otras comunidades.
Mientras esperamos a ver si del sombrero de la negociación sale un conejo blanco, cerramos el curso y llega el verano, que deja en evidencia que retos mayúsculos no nos faltan y que las soluciones se eternizan. Los principales problemas son la situación de la enseñanza y la carencia de vivienda.
De los dos temas hemos tenido noticias desalentadoras en las últimas horas. Por un lado, el cese de la directora del Incasòl, la arquitecta Maria Sisternas, por querer avanzar en el proceso pactado con el Ayuntamiento para construir 637 pisos sociales en Barcelona. El trabajo técnico está hecho y Sisternas defiende que existe la partida económica para la primera fase de la obra, mientras que el departamento de Territori considera que no es posible avanzar sin la aprobación de los presupuestos. Lo cierto es que sin presupuesto y con un gobierno en funciones, las políticas públicas imprescindibles se paralizan sine die. Si se convocan elecciones, Cataluña puede no tener un gobierno con plena dedicación hasta principios de 2025.
Enseñanza y vivienda
El otro gran problema es la enseñanza y datos que ha dejado en evidencia el informe PISA sobre el bajo nivel de nuestros estudiantes. No sólo tenemos un sistema mejorable en resultados, sino que Cataluña es la comunidad donde existe una diferencia más importante de nivel entre los alumnos con mejores y peores resultados. Entre los resultados de los centros públicos y los privados existe una diferencia de 36 puntos en las pruebas de la OCDE, que equivale a casi dos cursos; de media, entre un alumno de familia recién llegada (el 24% de los estudiantes según PISA) y un alumno nacido en Cataluña y con familia autóctona existe una diferencia de 42 puntos en matemáticas.
Diana Silva explicaba ayer que un reciente estudio de los economistas Antonio Ciccone (Standford) y Walter Garcia-Fontes (UPF) publicado por el Iese pone el foco, más allá de ratios y lenguas, en otros aspectos, como los resultados mejoran cuando se combina la autonomía escolar con la responsabilidad externa. Y dicen que entre los factores clave para la mejora educativa está la selección de profesorado en función de sus habilidades en el aula y la existencia de incentivos en función de capacidades docentes. En Catalunya no funcionan ni las exigencias de aumentar la calidad de los docentes, ni los incentivos para que lo hagan. Entre las luces de alarma se encuentra el preocupante nivel de matemáticas que ha demostrado la selectividad. De media, los 16.807 estudiantes que se examinaron de matemáticas en las PAU sacaron un 4,87. Esto son 0,6 puntos menos que el año pasado, pero casi dos puntos menos que en el 2016, el momento de la última década en la que se sacaron mejores resultados en esta materia, con una media de 6,5. Los profesores trabajan un nuevo currículum más extenso con una hora menos de clase.
Tener buenos gobernantes es importante, aunque la antipolítica se vaya extendiendo por responsabilidades propias y ajenas.