Solución compleja para un problema simple

El presidente Salvador Illa en el pleno del Parlament.
03/10/2025
Periodista
1 min

El octavo aniversario del 1 de Octubre ha pasado entre la sordina normalizadora socialista, la convalecencia crónica de los partidos independentistas protagonistas del 2017, la nostalgia de lo que éramos, el malestar de la ocasión perdida y la realidad de un mundo en guerra que ahora relativiza todos aquellos años.

Preguntado por la efeméride, el president Illa conectó el inicio del Procés con la crisis económica del 2008, diciendo que hizo aflorar "planteamientos populistas que ofrecían soluciones mágicas y muy simples a problemas complejos". Quizás se trata de una discusión retórica, pero también podríamos formularlo al revés: la independencia era una solución muy compleja para un problema muy simple.

Era una solución compleja por la incapacidad congénita española de aceptar un referéndum como los que el Reino Unido y Canadá aceptaron en Escocia y en Quebec, la correlación de fuerzas sociales y económicas internas en Catalunya, la dificultad de un eventual reconocimiento internacional, la desconfianza cainita entre los actores... Con problemas de este tamaño, hacer la independencia era una solución compleja.

Pero el problema era y es simple: los catalanes recibimos unos servicios muy por debajo de nuestro esfuerzo fiscal, el hecho nacional catalán nunca será respetado adecuadamente, la lengua es motivo de rechazo en España y entre ciudadanos de Catalunya que no tienen ninguna obligación legal de conocerla. La inversión estatal presupuestada se incumple, los trenes del Estado ofrecen un servicio penoso. Y cuando los partidos catalanes buscan soluciones de acuerdo con la legalidad vigente, chocan primero con el cepillo que decía Tarradellas y finalmente con un muro. Con un estado así, el problema es muy simple: ¿por qué quedarte donde no te quieren?

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