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Un hombre que conversa bajo un árbol.

1. Tabús. La apuesta del presidente Sánchez por los indultos rompe la dinámica represiva que se impuso como única respuesta al independentismo al menos desde octubre de 2017, cuando el PSOE avaló sin reticencias la subrogación del conflicto a la justicia. Ahora, el gobierno español parece asumir que aquella opción fue un desastre y que se tiene que rehacer camino. Que se reconozca “la utilidad social” de excarcelar políticos que “representan a centenares de miles de ciudadanos” o se señale Oriol Junqueras como “indiscutible en la relación entre Catalunya y España” parece dejar claro el cambio de registro. Romper el tabú judicial es el acontecimiento. 

El presidente Aragonès lo asume: “Es el tiempo de volver a la política”. Pero quedan todavía muchos efectos en curso de la ofensiva represiva contra el Procés. Y, por lo tanto, si se quiere avanzar, hay deberes pendientes. Ha pasado a segundo plano otra propuesta de Pedro Sánchez: la modificación o supresión del delito de sedición, que fue el gran hallazgo para condenar a los acusados cuando era imposible probar la violencia. Revisarlo tendría que ser un próximo paso. Demorarlo sería una primera señal de inseguridad.

2. Rituales. “Es la hora del referéndum acordado”, dice el presidente Aragonès, que lleva el reloj un poco adelantado. Sus palabras confirman que hoy es la hora de los discursos de ritual. Para no perder pie en el escenario hay que desplegar las grandes consignas, perfectamente a sabiendas de que no están a la orden del día, y magnificar las collejas que recibe la justicia española desde fuera (conscientes de que son victorias morales pero que de Europa no vendrá a la salvación). Es decir, mantener viva la causa, a pesar de que hay conciencia generalizada de que estamos en una etapa que no es de confrontación y de la cual se tienen que obtener resultados. Poco a poco se entrará en la letra pequeña. Dice Sánchez que “el paisaje que nos ha dejado la pandemia nos ha transformado”. Seguramente es cierto que la ciudadanía tiene ganas de entrar en una fase con otras prioridades que la patriótica. Y se tiene que aprovechar. Y, precisamente por eso, antes de sentarse a mesa, toca marcar perfil.

La derecha española –“Sánchez humilla a España”, dice Ayuso– sigue en sintonía de tragedia patriótica, que es como ha intentado disimular tradicionalmente lo que para ellos es insoportable: la condición de nación incompleta. Y es bueno que Sánchez, por una vez, no se haya sentido condicionado. Que dure.

3. Sociedad civil. Sin entretenerme en el azucarado discurso de Sánchez en el Liceu, rellenado de citas de diccionario puestas con calculadora ideológica, lo que no deja de sorprenderme en toda esta historia es el desconocimiento del territorio que se pisa.

Todos sabemos que en las sociedades actuales el poder se concentra en dos instrumentos: el dinero y el algoritmo (y, a menudo, los dos a la vez). Pero la ciudadanía existe y no deja de sorprender que Sánchez, un líder autodenominado de izquierdas, haya traído la propuesta de los indultos de la mano de las organizaciones empresariales, con tres visitas, tres, en una semana, para anunciar la buena nueva amparándose en ellas. Que el empresariado catalán dé este paso, después de un largo tiempo de letargo, es positivo. Y es útil para Sánchez porque incomoda a la derecha española, que se siente traicionada. Pero, aun así, hay muchos más actores sociales en Catalunya –donde el independentismo tiene una indiscutible base popular– y sorprende que quien viene con la prometida de la reconciliación no busque la compañía en otros sectores.

Ir de la mano solo del poder económico alimenta la doble sospecha: de que ya da por asumido que son los únicos que mandan (y que si te los ganas el resto se adaptará con creces) o que no osa ampliar el círculo de alianzas por miedo a recibir algún portazo. La sociedad civil catalana –a la cual pretendía apelar la cita del Liceu– es extensa y diversa. Un ejemplo: Òmnium encabeza el ranking de las entidades en número de socios, junto con el RACC y el Barça.

En fin, bienvenidos indultos, pero queda mucho por hacer. Empezando por la limpieza de prejuicios e ignorancias, que abundan en ambas direcciones. Y a partir de aquí: conversar. Y el que no lo quiera entender que se quede solo.

Josep Ramoneda es filósofo

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