¿Un Tinder laboral?

El número de parados (personas sin trabajo y con disponibilidad para trabajar) en el primer trimestre ha aumentado en 47.200. Se trata de un número importante que ha hecho saltar alguna alarma y que ha provocado buscar en las series históricas otros primeros trimestres negros. Ha aparecido el del 2012, cuando el paro subió en 61.500 personas. Pero la situación contextual no es equiparable, porque ese año se cerró con una cifra escalofriante por encima del 26% de parados, cuando ahora estamos en Catalunya por debajo del 9%.

Es importante valorar que este 9% no refleja la totalidad de las personas económicamente activas que no trabajan. Habría que añadir las que no buscan trabajo, o que trabajan por debajo de su capacidad. En este grupo se incluirían, por ejemplo, aquellos que han tirado la toalla después de meses –o incluso años– de búsquedas infructíferas, así como a los trabajadores a tiempo parcial que quisieran trabajar a jornada completa. La suma de las personas en paro y las que acabamos de comentar conforman lo que se llama la holgura laboral de un país. Y, desde siempre, ha sido una cifra muy alta. En 2024 alcanza los 5,5 millones en todo el Estado, correspondiente a uno de los porcentajes más altos de la Unión Europea. Lo preocupante es que, mientras siempre se pone la lupa en el número de parados, celebrando o lamentando sus vaivenes, el de estos otros colectivos hace años que se mantiene invariable, como un poso social cada vez más consolidado.

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Para un buen funcionamiento del mercado laboral deben cumplirse cuatro condiciones. Las tres primeras serían: suficiente oferta por parte de las empresas, demanda por parte de la población económicamente activa, y que el acuerdo entre ambas partes sea satisfactorio; los desequilibrios existentes en estos elementos requieren políticas que pueden dar resultados a medio o largo plazo. Hay también una cuarta condición: que exista una forma fácil de encajar ofertas y demandas existentes.

Esta boda entre oferta y demanda se realiza, principalmente, a través de redes sociales profesionales (LinkedIn, sobre todo), de empresas de trabajo temporal (ETT), y de empresas de selección de personal. Pero no hay que olvidar que también existe un servicio público de empleo que tiene atribuida esta función. Y, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, el porcentaje de gente que ha encontrado trabajo a través del servicio público de empleo en los últimos tres años ha sido sólo de un 1,9%. Esta cifra, extremadamente baja y estancada, está generando propuestas para mejorar su funcionamiento. Una posibilidad es la mejora del detalle de información disponible a ambos lados de la ecuación: las necesidades empresariales y los buscadores de trabajo. Es necesario que ofertas y demandas se encuentren de forma ágil en lo que podría ser una especie de Tinder laboral. En la era de la información y la explosión de la inteligencia artificial debería ser factible. Basta con ponerse.