ANTES DE AHORA

¡Ya hace tres años que tenemos República! (1934)

Piezas históricas

Aurora Bertrana
y Aurora Bertrana

Del artículo de Aurora Bertrana (Girona, 1892 - Berga, 1974) publicado tal día como hoy de hace 90 años en 'La Humanitat' (14-IV-1934), cuando se produjo el tercer aniversario del advenimiento de la República. La periodista y escritora Bertrana, que sobresalía entonces como una reportera de viajes atrevida y brillante, expone en esta pieza ideas sin complejos ni inhibiciones de feminista librepensadora en tiempos más hostiles que los de ahora.

Ya hace tres años que tenemos República y que los horizontes de libertad se ensanchan para la mujer española. Este período de tiempo ha dejado brotar muchas esperanzas en los corazones femeninos... y también muchas desilusiones. Sin embargo, la mayor parte de las mujeres no han capido aún la importancia que tiene para nosotros este cambio de régimen, y, fatalistas, perezosas, indiferentes ante los problemas sociales, han seguido viviendo como antes, sin siquiera exhalar un suspiro de liberación. En cambio, otras muchas han reaccionado, y reaccionan cada día más, con el deseo de trabajar para la patria. Desgraciadamente, sin embargo, los frutos que esperábamos de nuestras libertades no se han visto por ninguna parte. Por un lado, el hombre español, tras la filigrana política que concedió el voto a la mujer, ha opuesto una firme resistencia pasiva –bien disimulada, pero indudable para quien tiene el vicio de analizar– al desarrollo social y cultural femenino y, por otro, la propia mujer, en general, se ha precipitado, al manifestarse públicamente, y ha cometido un número suficientemente considerable de ligerezas para justificar la actitud refractaria del hombre, ha aprovechado con satisfacción. No nos hacemos demasiadas ilusiones, pues, amigas; la obra constructiva debe ser a base de modestia, análisis, constancia y sinceridad. Tres años de vida republicana no podían quitar la antigua corteza de atavismos árabes que nuestros hombres arrastran, ni el fatalismo pasivo y sensual, que tropieza a nuestras hermanas ibéricas. ¡Tres años son poco! Pero en el transcurso de este tiempo de una intensidad sentimental y experimental rara vez conocida en la historia, la mujer observadora ha comprendido lo que puede esperar de las leyes y de los hombres de la República, sin olvidar las enmiendas que habrá que hacer en la su autoeducación. Aquel tipo de mujer que ha seguido actuando como hembra, politiqueando, parlamentando, frecuentando hombres y colaborando con ellos, es que no tenía una visión suficientemente clara de las responsabilidades que contraía. Pero aquellos hombres que han creído que todo el mundo femenino estaba formado por el ejemplar mencionado, de mujercita frívola, exhibidora e irresponsable, tampoco tocan con los pies en el suelo. Unos y otros han emprendido un falso camino por el feminismo, y todas mis esperanzas radican en que, poco a poco, el tipo de mujer ligera que coquetea con la política desaparecerá y que los hombres de buena voluntad –los pocos que tienen fe en la cuestión femenina– se sacarán esa venda pesada de los ojos y comprenderán que, aunque también en pequeño número, hay mujeres conscientes, que se dan cuenta del juego de unos y de la ligereza de otras, que lo lamentan y que están dispuestas a luchar hasta conseguir que la categoría de ciudadanas igual a la de los hombres no siga siendo una farsa de nuestra sociedad.