Joan Carles I en una imagen de archivo.
06/05/2025
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La España sempiterna, idéntica a sí misma, lo deEspaña y yo somos así, señora (frase atribuida a menudo a Ortega y Gasset, pero que en realidad procede de una obra teatral de Eduardo Marquina de título significativo, En Flandes se ha puesto el sol) se manifestó el lunes, por partida doble: por un lado, con la comparecencia de la exvicepresidenta española Soraya Sáenz de Santamaría, y por otro, en el rechazo por parte del Tribunal Supremo de la querella contra el rey Juan Carlos por cinco delitos fiscales, presentada meses atrás por un grupo de fiscales y jueces retirados, algunos de ellos.

La inadmisión de la querella corrió a cargo del juez Marchena, cabe suponer que con sumo agrado por su parte: de hecho, la ha dejado botar varios meses en el limbo judicial donde esperaba respuesta, y después la ha matado, como si fuera un balón alto. Los argumentos esgrimidos para justificar la decisión son los de siempre: o no se ven delitos, o han prescrito, o el hecho de que Juan Carlos efectuara algunos pagos a Hacienda ya es prueba para el Supremo de la voluntad de regularizar la situación, a pesar de que los pagos los efectuara fuera de plazo. Vemos la maquinaria del Estado puesta al servicio del encubrimiento de un jefe de estado que es, al menos, un defraudador, huido a otro país sin democracia ni derechos humanos, donde sigue viviendo una vida de altísimo lujo a expensas de los contribuyentes españoles (los que pagamos los impuestos que él va). Es gracioso, porque los mismos que aún aplauden a Juan Carlos en política y en la vida pública se preocupan con mucha sobreactuación por la imagen de España en el mundo cuando, según ellos, la corroen el pérfido Pedro Sánchez o los insaciables independentistas catalanes.

Puesto que mencionamos el tema, la operación Catalunya es uno de los episodios recientes que más han deteriorado la imagen de España, hasta el extremo de haberle hecho perder durante un tiempo la categoría de democracia plena en el ranking de países de The Economist (los otros son el aporrinamiento de ciudadanos indefensos durante la celebración de un referéndum, el encarcelamiento arbitrario –a cargo del propio juez Marchena– de líderes políticos y civiles independentistas, y el espionaje de políticos y líderes civiles con Pegasus). a ceñirse a repetir que no sabía nada de los hechos, y se abstuvo de hacerse la ofendida, como Alícia Sánchez-Camacho, Cristóbal Montoro o quien fue su jefe de filas, Mariano Rajoy. invariablemente en desfiles de sinvergüenzas oportunamente desmemoriados.

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