1. El Mundial de fútbol 2026 empezó el sábado con un acto de vergüenza ajena justo antes del sorteo celebrado en Washington. La FIFA entregó el Premio de la Paz a Donald Trump. Es un galardón creado expresamente para hacer la tuerca al presidente de Estados Unidos. Trump no tiene el Nobel de la paz –de momento–, pero la UEFA le da ese hueso de consolación para que lo vaya mordisqueando. Un capítulo más del papel de estraza de Gianni Infantino, que se arrodilla ante el poder para, paradójicamente, poder tener más. ¿De dónde viene este vínculo entre la Casa Blanca y el presidente de la FIFA? Parece el inicio de una novela que arrancó hace quince años, pero no es ficción.
2. Día 2 de diciembre de 2010. Por primera y última vez, la FIFA anuncia oficialmente las sedes de dos Mundiales al mismo tiempo. En Zúrico, en votaciones secretas, Rusia se lleva la Copa del Mundo de 2018 y Qatar, por sorpresa, es elegido la sede del Mundial de 2022. El país árabe se impone en Estados Unidos, que lo tenían cuello abajo. Bill Clinton, que era el presidente del Comité Organizador de Estados Unidos, llega a su hotel enfadado como una mala cosa. Rompe cristales de la habitación, rompe el mobiliario y la policía suiza debe intervenir. A su regreso a Estados Unidos, Clinton insta a la Fiscalía de Nueva York a buscar "cositas" a que emmerden la candidatura de Qatar. No supieron perder y así nació, después de años de investigación, el FIFA-gate.
3. Día 27 de mayo de 2015. La policía suiza, de paisano, entra en las habitaciones del Hotel Baur au Lac con la llave maestra y detiene a siete miembros de la FIFA que habían acudido al congreso de Zúrich para volver a escoger a Joseph Blatter al frente de la organización. Los detenidos son presidentes de federaciones de Centro y Sudamérica a los que el departamento de Justicia de Estados Unidos acusa de cohecho, crimen organizado y blanqueo de capitales. Seis de estos siete miembros son extraditados a Estados Unidos y comienza un periplo judicial que se extiende a otros muchos dirigentes –27 acusados– y que acaba, en general, en fuego de virutas y en penas pequeñas. De hecho, muchos años después, aquellos dirigentes que acudieron a prisiones estadounidenses han demandado a Estados Unidos y han ganado el caso porque la justicia ha determinado que esas detenciones fueron ilegales. El Mundial de 2022 se jugó en Qatar, sin que jamás se haya podido demostrar la compra de votos, y Messi se coronó con Argentina.
4. Pero fruto de ese alud de detenciones de 2015, instigados por Loretta Lynch, fiscal general de Estados Unidos, en la FIFA pasaron otras dos cosas. El 3 de junio de ese mismo año y en medio de todo el escándalo, Joseph Blatter dimitió como presidente y Gianni Infantino, abogado suizo, ganó las elecciones de 2016. En segunda vuelta, logró 115 votos del total de 207. La diplomacia de Estados Unidos, con su alianza con Qatar, con su alianza con Qatar, su hombre al frente del fútbol mundial. Con un objetivo: que en Estados Unidos no se les volviera a escapar la organización de la Copa del Mundo. Dicho y hecho. Aquí llegó la segunda medida. El 13 de junio de 2018 las votaciones para elegir sede mundialista se realizan, en nombre de la transparencia, a mano alzada. Ya no hay voto secreto y, con las manos arriba y debiéndose retratar, ya nadie se atreve a quedar mal con Donald Trump. Se elige la sede de Estados Unidos, México y Canadá en su primer mandato, y la final se disputará en Nueva York con él, de nuevo, en la Casa Blanca. Todo en orden, Gianni. Y, por cierto, ¿a los patrocinadores tradicionales de la FIFA –Adidas, Visa y Coca-Cola– quienes se han sumado recientemente? Qatar. Todo queda en casa. He aquí el vínculo con Infantino. Así se dibuja la geopolítica a través del negocio del fútbol.