Ucrania: el riesgo de ampliar la UE
En el Consejo Europeo que se celebra esta semana se discutirá la posible ampliación de la UE. La UE tiene ahora 27 estados y sus potenciales miembros son seis países de los Balcanes occidentales, Turquía, Moldavia, Georgia y Ucrania. Hace unos meses, el presidente Charles Michel declaraba que el objetivo debería ser conseguir la ampliación en el 2030. Incluso dejando de lado el caso de Turquía, ¿la Unión Europea está preparada para abordar una ampliación de esta magnitud en los próximos seis años? Creo que no. La UE no puede ampliarse si antes no se hace una reforma institucional que agilice la toma de decisiones, utilizando el voto por mayoría cualificada en más áreas y avanzando hacia un presupuesto común. Una reforma, en definitiva, que incremente la unificación política y las cesiones de soberanía de los Estados miembros.
La presión política para ampliar la UE se entiende como respuesta a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El apoyo europeo a Ucrania ha sido firme, tanto en términos políticos como militares y financieros. El acceso a la UE sería la forma de ligar el destino político de Ucrania al bloque de democracias liberales. Ésta es una reacción comprensible en los meses dramáticos que vivimos, pero tiene unas repercusiones enormes que hay que evaluar con la cabeza fría. También, porque, junto con Ucrania, deberían incorporarse otros países que ya hace tiempo que son candidatos.
La Unión ha sido capaz de reaccionar con suficiente cohesión y rapidez a crisis recientes como el cóvido y la guerra de Ucrania. Quizás esto explica que los últimos datos del Eurobarómetro muestren que el porcentaje de ciudadanos europeos que creen que la UE ha sido beneficiosa para su país está en un 72%, en máximos desde 2005.
Al mismo tiempo, sin embargo, las encuestas para las próximas elecciones europeas apuntan a que los partidos de extrema derecha, todos ellos contrarios a la UE, van al alza. Y a la Unión se le acumulan muchos retos. En política comercial es necesario hacer frente a los subsidios de EE.UU. y la competencia de China; en tecnología es necesario avanzar en inteligencia artificial y sectores clave como los semiconductores y la biotecnología; en política energética y de cambio climático, es necesario disponer de una definición compartida de lo que son las energías limpias; y todo esto sin entrar en el detalle de los retos en las políticas de defensa, exteriores e inmigración.
La agenda es, pues, bien cargada, y la respuesta de la UE es voluntariosa pero lenta, dubitativa y, a menudo, contradictoria. La razón es que muchas veces los intereses de los países miembros prevalecen sobre la visión comunitaria. La UE no dispone de las instituciones que le harían falta para hacer frente a los grandes retos a los que se enfrenta a causa de la resistencia de sus estados miembros a perder poder. Justo este año 2023 el Parlamento Europeo ha hecho propuestas para avanzar en la construcción política de Europa que han sido recibidas con frialdad por los estados.
Los problemas de funcionamiento de la Unión se han agravado desde que se procedió a las ampliaciones hacia el este, hace ya casi veinte años. Para avanzar en la integración política, es clave la confianza mutua. El convencimiento de que, al compartir soberanía, los socios respetarán las reglas del juego, tanto las escritas como las convenciones que no lo están. Con la incorporación de países como Hungría y Polonia, se ha debilitado el clima de confianza entre los socios.
Hay que tener presente que las ampliaciones conllevan no sólo un riesgo económico e institucional, al tratarse de países con niveles de vida muy inferiores e instituciones políticas poco maduras, sino también un grave riesgo político vinculado a las cuestiones de identidad nacional. Se hace difícil imaginar una UE de la que formaran parte países, como los de los Balcanes, en los que los conflictos históricos están lejos de estar bien resueltos. Es necesario buscar mecanismos institucionales para incorporar a los países candidatos a la esfera de influencia política de la UE, pero no cometer el error de incorporarlos a la UE antes de tiempo.
Una reciente encuesta del European Council of Foreign Relations daba unos resultados que deberían preocuparnos. En Rusia, China y varios países emergentes, entre el 40% y el 65% de los encuestados creían que la UE dejaría de existir en los próximos veinte años. En la propia UE esta opinión la compartían casi un tercio de los encuestados. Creo que una gran ampliación de la UE sin una profunda reforma institucional previa debilitaría a la Unión y quizá haría buenos los pronósticos de quienes piensan que la UE no tiene suficiente entidad política para tener continuidad en el futuro.