Los jabalíes son la nueva división territorial de Cataluña. Pronto habrá veguerías jabalí, conejo, corzo, gato, perro, hámster, marsupial… Los bub-bub, mío-mio, coc-coc, glu-glu, nyic-nyic... Nyam-nyam.
Hay un momento en que empiezan a hablar los animales en casa. En la mesa, en la cama, en la nevera, en el congelador. Las bestias se imponen. Lo escribe Ferran Sáez, filósofo humano: "Cuando varias generaciones se reúnen en un mismo contexto dialógico y aún prevalece el respeto por los mayores, se escucha y se calla. Aunque pueda parecer paradójico, escuchar y callar son la condición de posibilidad del hablar adulto". Ahora ya no: mandan a los niños, como una dictadura impuesta, pero sobre todo, como dice Sáez, los "perros y gatos humanizados". Éste es el idioma, la lengua franca. Todo es posible en este mundo de monas en el que hay más bestias que personas.
Es más importante, válida y razonada la opinión de los conejos que la de los campesinos. Pero queremos brécoles de los campesinos que devoran a los conejos. Pero ei, los conejos primero, por tanto, ni comer brócoli, ni conejos. Queremos dialogar con jabalíes para llegar a un acuerdo bilateral, de entendimiento y concordia, para que puedan provocar libremente accidentes de 15.00 a 16.00 todos los días y el resto de la semana respeten los semáforos que instalaremos para que puedan circular con seguridad para su especie. Por tanto, precaución, amigo conductor.
La fauna salvaje provoca uno de cada tres accidentes de tráfico en Cataluña. El 63% de los accidentes causados por un choque con un animal en el 2024 fueron con jabalíes (centro de estudios de opinión Ponle Freno y la Fundación Axa). A distancia: perros (11%), corzos (9%), ciervos (7%), otros animales (11%). Cataluña, en cuanto a hostias con jabalíes, es independiente del resto del Estado: es una singularidad catalana. Hay en carretera y manta. Y cada vez hay más animales liberados con ganas de conducir. Pero, claro, ocurre en una parte del país que no se ve y no se quiere ver, por tanto, es como si no ocurriera.
Hay una parte del país que quiere que los jabalíes trabajen como guías del Parque de Collserola. Dirán buen día a todo el mundo. Enseñarán a los visitantes la fauna típica. Y encontrarán a humanos a cuatro patas. Arrastrando las narices por el suelo e inhalando mundos de mierda mágicos. El problema es que la Catalunya jabalí es la Catalunya real. La Cataluña animal salvará un jabalí y después comprará en el súper un pack de oferta de "Diálogos de nugget razonado rebozado congelado en el tomillo del Pirineo" y negará, incluso si el torturas, que ese trozo descongelado es realmente un pollo. Hay que la máxima preocupación que tienen es no poder disfrutar del chiquiparque de Collserola, y no que miles de catalanes se queden sin trabajo por la peste. Es más importante hacer running, bicing, fliping, flying… Para después ir a esquiar el fin de semana por el territorio apache y chocar con jabalíes como una experiencia sensorial.
Las bestias ríen. Aplauden. Se reproducen. Mandan. Gobiernan. Se felicitan por el buen rumbo del viaje: el aumento de accidentes. El negocio va bien. En cada carretera, restaurantes caseros. Comida para entablarse o para llevarse. Humanos a la plancha, a la brasa, a la cazuela, enlucidos. Y todo aderezado con el triunfal hilo musical de hambre eterna: nyic-nyic. Algunos quieren que Cataluña esté cada vez más vacía de personas y más llena de animales. Nyic-nyic.