Leemos en el AHORA que la dirección de la Corporación Audiovisual de la Comunidad Valenciana "ha decidido degradar a la jefa de meteorología de la cadena À Punt, Victoria Rosselló". Se trata de la profesional que aquel día terrible, el día de la dana que llenó de barro y muerte al País Valenciano, avisó a la población en antena, con ademán gravísimo, con estas palabras: "He visto muchas danas y puedo asegurarles que nunca he visto ninguna como ésta". Estas palabras, hablando a un "vosotros", con ese "os puedo asegurar", son reveladoras y, ahora mismo, muy conmovedoras.
Echarla de su puesto de trabajo es el acto más parecido a matar al mensajero que habremos visto nunca. Es tan, tan obvio, el gesto, que da vergüenza. ¿Quién mata al mensajero? El inmaduro. Lo que no quiere aceptar lo que ocurre. ¿Y quién es el inmaduro? El niño, claro, pero también el reyezuelo, el emperador, el absolutista, lo que considera que el poder viene de Dios.
El gobierno –si lo llamamos así, "gobierno"– de Carlos Mazón echa a la mujer del tiempo que avisó del peligro a través de la televisión (¿de qué sirve, si no, un medio de comunicación público?). ¿Si no hubiera avisado quizás todavía estaría allí? Qué paella más amarga, la que me imagino aquella tarde en El Ventorro, qué suerte no formar parte de esta conjura, de esa élite que hace y deshace. Qué vergüenza decirle a esa meteoróloga que se vaya, con una excusa técnica, tal vez.
"Hemos perdido la guerra", decía el mensajero. Pues matémoslo. No queremos verlo. El poder debe ser, sobre todo, cómodo. Matadlo, hágalo limpio y rápido, que yo debo seguir en el triclinio comiendo, indolente, granitos de uva. En realidad, que la degraden es una victoria suya, pero demasiado amarga. Nunca se podrá sonreír.
