Volvemos a Trump
Cada año la revistaTime elige a una persona del año y la pone en portada. En 2024 fue Donald Trump. Sí: 2024. Ya lo había sido en 2016, cuando ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos por primera vez, al igual que en 1936 el hombre del año (entonces eran hombres, claro) fue Adolf Hitler. Lo extraño no es que destaquen a un personaje como él (nos guste o no, es historia), ni siquiera que repitan cromo (lo hicieron con Stalin en 1939 y 1942). No es que Trump esté demasiado visto, que también, lo que realmente sorprende es que una revista que está a la orden del día dedique ese reconocimiento a alguien que el año pasado no sorprendió con nada (que ya es de extrañar, de hecho acaba de demostrar que viene decidido a hacerlo en 2025).
Desde los años 30, con Robert Capa (Life) y Gerda Taro (Vu) en la Guerra Civil española o Margaret Bourke-White (Life) en la Segunda Guerra Mundial, hasta Richard Avedon (Harper's Bazaar), Helmut Newton (Vogue) o Annie Leibovitz (Vanity Fair), las portadas de revista capturaban hechos o celebridades históricas, al tiempo que eran un espacio donde fotógrafos hoy legendarios marcarían la historia de la fotografía. Pero más allá de las historias oficiales, más allá de atestiguar los horrores de la humanidad y de perfilar los iconos del siglo, quién o qué era relevante o marcaría tendencia, también rompieron muchos esquemas sociales, culturales y políticos, contribuyendo a ampliar la nuestra percepción del mundo y del lugar que ocupábamos.
Desde que John Berger salió en la BBC para decirnos que las maneras de mirar van unidas a las formas de pensar y que construimos nuestro imaginario con todo lo que mamamos en la escuela y en el museo, pero también en casa, en la tele y en la calle... hasta la actualidad, que la desatada influencia de la publicidad y el intrusismo de las redes son indiscutibles, queda claro que cualquier imagen pública configura identidades individuales y colectivas. En este sentido, recuerdo el impacto de John Lennon desnudo abrazando a Yoko Ono (Rolling Stone, 1981), Madonna vestida como una virgen (Vogue, 1989), Demi Moore embarazada (Vanity Fair, 1991), un bebé recién nacido ensangrentado (Colors, 1991) o Angelina Jolie dando el pecho (Vanity Fair, 2008)... y ya fuera de portada, la campaña publicitaria de Comme des Garçons donde dos niñas reían enseñando los brackets (1988), por no decir el anuncio de Benetton con un enfermo de sida en el hospital (1990). Son imágenes que hoy no escandalizan como entonces, pero que son icónicas, precisamente, por haber mostrado una realidad olvidada o excluida. Esas imágenes construyeron (quiero creer que también cambiaron) las mentes de muchas personas que, como yo, las vimos y las comentamos en casa. Y digo en casa porque en el museo o en la facultad de historia del arte no las veíamos. Era rarísimo, por no decir impensable, ver algo tan natural como la sangre, embarazos, pechos o bebés que no fueran de vírgenes o diosas, y menos que aquella enfermedad-tabú pudiera ocupar tres metros de autopista. Y como no lo veíamos, no pensábamos que lo tan real, banal o estigmatizado, lo que afectaba a la gente de la calle, fuera digno de portada, tan o más importante que la famosa o el político de turno.
La falta de representación evidencia una carencia estructural y aunque poco a poco algo está cambiando, todavía tenemos que ver más realidades, más gente racializada, trans, gorda... o simplemente mayor. Pero entonces llega el Time y nos dice que no, que volvamos a Trump. ¿De verdad?
Si seguimos la distinción de Chantal Mouffe entre la política y lo político, entre las prácticas y las personas que hacen política, por un lado, y, por el otro, las formas de pensar y ser políticamente de la sociedad, plural y conflictual por definición, el Time no debería haber obviado que quien realmente ha marcado este 2024 no ha sido ningún político. Piensen un poco. ¿Quién es la persona que en el 2024 salió de la nada para ocupar todas las portadas del mundo? ¿Que dio la cara como poca gente la había dado nunca, que ha sido tema de conversaciones públicas y privadas, golpeando con su historia y revolucionando con su dignidad y valentía? ¿Quién hizo una de las declaraciones más políticas de los últimos tiempos, equiparable al mítico I have a dream de Martin Luther King Jr.? Piensen más, señores del Time , la persona de 2024 es Gisèle Pelicot. Vayan a buscar una fotógrafa, que hay muchas, y encarguen una foto de portada que se haga viral, trascendiendo el Time y todos los tiempos, porque ella ya lo ha hecho. Que la vergüenza cambie de bando, y que cambie también nuestro imaginario.