Congreso del PSC

El largo adiós de Miquel Iceta

El ministro deja la primera secretaría del PSC a pesar de que ya había cedido el liderazgo a Illa

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17/12/2021
5 min

BarcelonaLas primeras notas de un hit pop de los setenta u ochenta resonarán este sábado alrededor de las once de la mañana en el Centro de Convenciones Internacionales de Barcelona. Serán la señal inequívoca para que los 1.500 delegados, militantes e invitados en el congreso del PSC se pongan derechos y Miquel Iceta suba al escenario. Los precedentes hacen pensar que bailará. Un último baile como líder del partido. Si se deja llevar por el ritmo será fruto de la espontaneidad, pero lo que dirá a continuación lo tiene meditado desde hace tiempo. El ahora ministro de Cultura y Deportes empezó a escribir su discurso de despedida el 2 de septiembre en un vuelo entro en Amsterdam y Tokyo camino de los Juegos Paralímpicos. La intervención servirá para hacer balance de siete años y casi cinco meses al frente de los socialistas catalanes y para dejar a Salvador Illa como primer secretario. Pero el traspaso de poderes, que situará a Iceta en la presidencia del partido, será una mera formalidad: ya hace meses –y años– que le había ido cediendo el liderazgo.

“Me lo tomo como la película aquella de Un largo adiós”, ironizaba Iceta en una reunión reciente del partido. Quién en julio de 2014, con más de treinta años de trayectoria política detrás, cogió las riendas de un PSC hundido a las urnas y devastado internamente, decidió dar un paso al lado en otoño de 2020 cuando el partido, ya recosido y reflotado electoralmente, necesitaba un revulsivo para aspirar a ganar en Catalunya. La victoria de Illa en las elecciones del 14-F, impulsada por un PSOE a la alza y un Procés a la baja, confirmaba el éxito de la operación. Y el mes siguiente Iceta lo ungía, ya desde el gobierno español, como único “líder ” del partido. El anuncio no supuso ninguna novedad en la sede de la calle Pallars: el exministro de Sanidad había asumido progresivamente el control del partido desde que en 2016 Iceta lo escogió como secretario de organización. Según fuentes cercanas al ministro, de hecho, fue al poco de verlo ejercer en el cargo que tuvo claro que se convertiría en su relevo.

“Lo que diga Salvador”

“Miquel le empieza a delegar responsabilidades desde el principio e intenta que tenga el máximo protagonismo mientras él se centra en el discurso y la acción política”, explica un veterano dirigente socialista. Lo ilustra una anécdota: Iceta llegó en 2019 a repartir al partido unas chapas donde se leía “Lo que diga Salvador”, la respuesta que más repetía a los cuadros socialistas cuando le hacían consultas al despacho. Illa tejió una extensa red de cargos orgánicos fieles en todo el territorio y, poco a poco, también se ganó la confianza del PSOE. La dirección de las campañas que hicieron crecer el PSC y sus habilidades en la negociación de pactos postelectorals no pasaron desapercibidas en Ferraz. De aquí a que participara en las conversaciones con ERC porque en enero de 2020 facilitara la investidura de Pedro Sánchez. Su elección como ministro fue la recompensa, y la notoriedad que ganó con la gestión de la pandemia lo consolidó como la figura que el presidente español buscaba para hacer fuego nuevo en el PSC.

Sánchez hacía tiempo que buscaba esta oportunidad. Le debía fidelidad a Iceta, que se había volcado en su cruzada por recuperar la secretaría general del PSOE, y asumió en gran medida su discurso del diálogo y las tesis federales para abordar el conflicto con Catalunya. Pero tenía claro que su perfil, con posicionamientos que incomodaban al PSOE y topaban con el unionismo a quien seducía Cs –como la prematura defensa en 2017 de los indultos a los presos políticos–, limitaba las opciones de llegar a la Generalitat. “A pesar de que valoraba mucho que Miquel hubiera salvado el PSC, lo identificaba con el pasado y creía que no tenía una tirada electoral suficiente”, explican fuentes socialistas.

Los planes de Sánchez, sin embargo, competían con el objetivo personal de Iceta, que quería ser president de la Generalitat. Y el Don’t stop me now que marcaba sus pasos desde 2015 acontecería un presagio: los intentos más o menos sutiles de forzar su relevo fueron en vano. En octubre de 2016 se impuso a las primarias para liderar el partido contra Núria Parlon, entonces todavía apadrinada por Sánchez; en junio de 2018 rechazó una primera oferta del presidente español para ocupar el ministerio de Cultura y Deportes, que acabó en manos del fugaz Màxim Huertas, y en mayo de 2019 fue el independentismo quien frustró la operación del líder del PSOE por convertir a Iceta, a quien le convencía la idea, en presidente del Senado.

El solucionador no llegaría hasta finales de 2020. Desde el verano que el PSC contaba con encuestas que señalaban las “debilidades ” del liderazgo de Iceta. Y sobre el primer secretario pesaba el desaliento y el agotamiento de los años más intensos del Procés. Los esfuerzos que había hecho para intentar evitar el choque con el Estado no prosperaron y acabó defendiendo a regañadientes la intervención de la autonomía catalana vía 155. Tampoco había conseguido construir una alternativa al independentismo –el PSC se mantenía como cuarta fuerza con 17 diputados– y se acercaban nuevas elecciones. La solución, pactada con Sánchez en Moncloa el 16 de noviembre, pasaba por crear el efecto Illa. Iceta lo sustituiría en el consejo de ministros, donde se ocuparía inicialmente de Política Territorial, y el hasta entonces titular de Sanidad encabezaría la candidatura socialista. Era el preludio de la renuncia a la dirección del partido.

Una “autoridad moral” en el partido

“No es un dejarlo, no es un marcharse, pero sí que es dar a otros más responsabilidades”, decía hace poco Iceta a los cuadros socialistas. El cargo que asumirá ahora, la presidencia del PSC, es más honorífico que ejecutivo. Es un reconocimiento por haber encabezado la reconstrucción de un partido que se encaminaba a la irrelevancia después de la etapa de Pere Navarro y, al mismo tiempo, un gesto de Illa en señal de lealtad. Iceta ejercerá de “autoridad moral”, apuntan varias voces socialistas, así como de consejero del primer secretario e hilo directo con el gobierno español. Es allí donde quiere centrar todos los esfuerzos, especialmente en la misión del diálogo con Catalunya. “Su perspectiva es acabar el mandato y contribuir a ganar las próximas elecciones”, explica su entorno, que desmiente las especulaciones que lo situaban como posible alcaldable en Barcelona. ¿Y después? Si no continúa como ministro algunos ya lo ven de eurodiputado o senador, camino de convertirse en un “líder totémico”, un José Luis Rodríguez Zapatero a la catalana. Iceta deja este sábado la primera secretaría, pero no se imagina fuera de la política. Este adiós todavía no tiene fecha.

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