Condiciones
BarcelonaEl subsuelo de la política está lleno estos días de conversaciones discretas y mensajes privados y públicos. Primero fue la vicepresidenta, Yolanda Díaz, quien reconoció públicamente a Carles Puigdemont como interlocutor. Un gesto que indignó a muchos socialistas, que lo interpretaron como una cesión gratuita, precipitada, innecesaria, pero que puso las condiciones para el aterrizaje del ex president Puigdemont en la política española. El viernes fue el turno del PNV, que recuperó la interlocución directa con Puigdemont a favor de la investidura de Sánchez. Fuera de foco y de la espuma mediática, las conversaciones se mantienen discretamente y no son fáciles.
La aprobación de una amnistía independentista es inasumible para una parte del PSOE y para la mayoría del PP. Lo ha puesto en palabras José María Aznar, que mantiene cierto predicamento a pesar de la corrupción, la Guerra de Irak y las privatizaciones amigas. Un Aznar capaz de hablar del movimiento de liberación vasco cuando negociaba con ETA pero incapaz de respetar a los independentistas catalanes. Aznar es hoy quien marca los límites a un Alberto Núñez Feijóo al que se le está poniendo cara de Pablo Casado antes de ser decapitado.
Las manifestaciones de las próximas semanas subirán el tono contra Sánchez con el mensaje de que está urdiendo una traición a España, pero mientras tanto se va hablando de las condiciones de la amnistía. El pacto es endemoniado. Para Sánchez es indispensable que Junts abandone la unilateralidad, al igual que lo fue para sacar adelante los indultos. ¿Se repetirá ahora el movimiento? Dependerá en última instancia del ex president Carles Puigdemont y su capacidad de contorsionismo. El pasado 5 de septiembre, el líder de Junts habló del 1-O y de la unilateralidad en sus condiciones para la negociación. Hizo un discurso capaz de mantener el marco ideológico y al mismo tiempo abrir el camino para negociar la amnistía. Pero el diablo se esconde en la letra pequeña y la dificultad de un acuerdo es extraordinaria. Para empezar, ¿son 3.300 los represaliados, o los 1.430 que fija hoy Òmnium? ¿Cuáles son los límites? ¿Cómo y con qué calendario se desplegaría?
Los negociadores socialistas se plantean que no pueden asumir los costes de la amnistía sin una rectificación del independentismo. ¿La habrá?
Condición de badaloneses
Nacer en el extrarradio te da una visión ajustada del mundo. Quizá no sea glamoroso, pero es útil. Badalona es, además, una ciudad en la que conviven muchas ciudades y muchos mundos. Una urbe atravesada por la autopista como una cicatriz. Una herida que separa el mar y cierta comodidad menestral de unos barrios del norte hechos del aluvión de personas llegadas de todas partes para buscar un futuro urgente. Hay algunos lugares donde confluyen los distintos mundos. Algunas escuelas, algunos esplais, espacios públicos como la playa, la Rambla o la calle de Mar y, evidentemente, la Penya. La diferencia social se percibe, pero la afición se comparte e iguala. Badalona sufre graves problemas de exclusión y pobreza. Tiene una biblioteca cerrada eternamente, colectores que nunca se acaban de construir, delincuencia y agresiones sexuales que escandalizan a nuestra sociedad. También tiene un alcalde populista con mayoría absoluta. La ciudad es un cuerpo vivo en ebullición permanente que se parece bastante a la Catalunya real, al conjunto del país. Esta semana he tenido la oportunidad de asistir a la inauguración de curso de los ciclos de grado superior y medio del Col·legi Badalonès. Algunos cientos de jóvenes escucharon –sin mirar el móvil– a dos empresarios de éxito nacidos en Sant Crist y la Salut. Dos barrios de la cara oscura de la Luna. Son José Elías (propietario de Audax Energia y con un patrimonio valorado por Forbes en 1.000 millones de dólares) y Enrique Tomás (84 millones de euros de facturación en 2022). En Estados Unidos serían, con sus luces y sombras, ejemplos de superación personal y capacidad emprendedora.
Los jóvenes escucharon frases contra la autocomplacencia como: “Cuando te pones en plan campeón, lo primero que haces es dejar de escuchar”. Y recomendaciones como: “Hay que aprender a convivir con los miedos” y “Equivocaos y no confundáis el fracaso con bajar los brazos”.
El mismo día el alcalde de esta ciudad compleja, Xavier García Albiol, competía públicamente con el alcalde de Vigo por la altura del árbol de Navidad de la ciudad. Me pregunto cuántos de estos jóvenes irán a votar en las próximas elecciones o entenderán la política como algo propio y que afecta a sus vidas.