CRÓNICA

Un cuento de hadas contra la crisis de la monarquía

Armengol hace un discurso político en el juramento de la Constitución de la princesa Leonor e indigna a la derecha

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La princesa Leonor jura la Constitución ante la presidenta del Congreso, Francina Armengol, y los reyes de España, Felipe VI y Letizia.

MadridMadrid se ha convertido este martes en un escenario de cuento de hadas para que una chica de 18 años no tuviera ninguna duda de que España está con ella y de que la monarquía no corre ningún peligro. Cabe decir que desde el punto de vista escenográfico todo ha funcionado a la perfección. Desde primera hora de la mañana la policía vigilaba ya el recorrido y los accesos al Congreso de Diputados, los balcones estaban adornados con banderas españolas y la gente ya empezaba a tomar posiciones. Las telas y las radios martilleaban desde primera hora de la mañana que era una jornada histórica. Sin embargo, aún existía, en la zona cero del sentimiento monárquico español, algún despistado o despistada que preguntaba a la policía qué estaba pasando.

El Congreso también se ha vestido de gala y los diputados y diputadas, ataviados como si fueran de boda, aprovechaban para hacerse fotos. Todo eran sonrisas y buenas palabras, hacia fuera, pero en los corrillos el tema estrella era la foto de Santos Cerdán con Carles Puigdemont y la investidura inminente. Pedro Sánchez es un maestro de los tempos políticos, y en el día en que la derecha tenía que echarle a la yugular resulta que ha salido indemne. En los escaños de la derecha ha sido un día difícil, porque ya se ven en la oposición, pero tenían que apretar los dientes.

Felipe y Aznar

La tribuna ha sido un escenario de encuentros y apretones. La más significativa ha sido la sintonía que muestran sin problema Felipe González y José María Aznar, que han departido un largo rato. La conversación no parecía interesarle demasiado a Mariano Rajoy, que se ha retirado rápidamente en su asiento. Cuando llegó José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre que mueve los hilos de la investidura de Puigdemont, podría preverse un cierto momento de tensión. Pero Zapatero tiene un arma secreta, su sonrisa. Imposible hacerle un feo en ese contexto. El saludo con ellos dos ha sido frío, sin embargo.

Aplausos y fervor

A medida que se acercaba el momento de la entrada de la familia real en el hemiciclo, que podía verse en la pantalla gigante, se ha ido haciendo el silencio en la cámara. Los primeros en subirse al estrado han sido, vestidos de frac ellos, los miembros de las mesas del Senado y el Congreso. El silencio, nada habitual en la habitación, creaba una atmósfera de solemnidad, como si estuviera a punto de pasar algo sobrenatural. Y de hecho la monarquía tiene un deje de sobrenatural, pues consiste en creer que una persona concreta ostenta la representación del Estado por cuestión de herencia. La entrada de los reyes ha logrado, así, el efecto buscado, cuando todos los presentes se han levantado y han aplaudido con fuerza y ​​convicción.

Parecía que el acto transcurriría con total normalidad protocolaria e institucional, pero no. Francina Armengol ha hecho un discurso muy político y guiño a la nueva situación política, con citas de Vicent Andrés Estellés y Felipe Juaristi, y llamas a luchar contra la desigualdad social. Las caras de los diputados de Vox y del PP eran un poema, y ​​como ocurre siempre los populares han decidido no exteriorizar el descontento pero los de Vox sí lo han hecho y se han negado a aplaudir el discurso.

El pulso de los aplausos

Tras el juramento se ha vuelto a producir otro pulso entre la izquierda y la derecha. Cuando se llevaban dos minutos de aplausos los diputados de izquierdas empezaron a aflojar con la intención de acabar aquí, pero entonces los diputados del PP y Vox redoblaron sus aplausos y los adornaron con gritos de "Viva España" y "¡Viva el rey!", por lo que los primeros se han visto arrastrados a seguir palmeando. El ministro de Universidades, Joan Subirats, ha dejado de aplaudir y ha reanudado la actividad en varias ocasiones con cara de circunstancias".

Por su parte, la princesa Leonor ha cumplido con su papel con la profesionalidad que se le supone y provocando una satisfacción indisimulada en sus padres. Durante el discurso de Armengol se ha mantenido con la espalda recta y mirando al infinito, como si fuera una esfinge. Su papel es, en efecto, éste, ser una esfinge. Pero después del cuento de hadas de hoy, alguien tendrá que explicarle que quizás con esto no es suficiente si quiere salvar de verdad la monarquía.

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