Análisis

¿Por qué es tan difícil hacer dimitir a Mazón?

Salomé Pradas, Carlos Mazón, Alberto Núñez Feijóo y Vicente Mompó en una imagen en el centro de emergencias de la Comunidad Valenciana. KAI FOSTERLING / EFE
16/11/2024
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BarcelonaSi alguien pensaba que Carlos Mazón tendría un ataque de dignidad y dimitiría, iba equivocado. Esto no ocurrirá, porque el PP valenciano no conjuga el verbo dimitir. Ahí uno solo dimita cuando se lo obliga desde Madrid, como le ocurrió a Francisco Camps en el 2011, cuando fue imputado por el caso de los trajes. En aquella ocasión Mariano Rajoy, que tenía unas elecciones en el horizonte, envió a Federico Trillo para convencer a un Camps que se resistió tanto como pudo y más. Ahora en Génova hay quien piensa que Carlos Mazón se ha convertido en un lastre para las opciones electorales de Alberto Núñez Feijóo y que lo mejor sería relevarlo. Pero existe un problema no menor. A diferencia del 2011, el PP no tiene mayoría absoluta en Les Corts, sino que depende de Vox. Así, el relevo de Mazón debería tener el visto bueno de los de Santiago Abascal, que ahora mismo no están nada interesados en apuntalar a un nuevo presidente de la Generalitat cuando tienen la sensación de que les están llegando votos a capazos desde las filas populares por el caos en la gestión de la DANA. Para Vox acercarse ahora al PP valenciano es como hacerlo a una especie de Chernobyl político.

Ante esta situación, el PP español ha activado un plan B en la persona de Susana Camarero. De confirmarse su nombramiento al frente de una macroconsejería para dirigir la reconstrucción, estaríamos ante una especie de presidenta bis. Feijóo no puede derribar a Mazón, pero sí puede colocarle a alguien al lado que se prefigure como el cabeza de cartel de cara a las próximas elecciones, ya que es impensable que el actual presidente pueda presentarse. De facto, pues, Mazón sería un presidente intervenido, pero no por el Estado vía 155, sino por Génova, 13.

La otra opción es que Camarero sea reforzada dentro del Consell como nueva portavoz pero que la gestión de la reconstrucción recaiga en un veterano como el actual senador Gerardo Camps, quien también es de la confianza de Feijóo. Sea como sea, la opción Camarero tiene ventajas respecto a otros planes que han circulado estos días, como el de situar a la actual alcaldesa de Valencia, María José Catalá, en la Generalitat. Primero, porque habría que buscar a un nuevo alcalde y volver a negociar con Vox, y segundo y principal, porque con el ascenso de Catalá se rompería la actual correlación de fuerzas al PP valenciano. Y es que Mazón es zaplanista, como todo el PP alicantino, es decir, liberal y ayusista, mientras que Catalá es campsista, una corriente más conservadora ideológicamente (con contacto con el Opus Dei) mayoritaria en el PP de las comarcas centrales del País Valenciano.

Es normal, pues, que a Feijóo le guste más Catalá que Mazón, que fue puesto al frente del PP valenciano por Pablo Casado, pero difícilmente se atreverá a dar un paso que reabriría la guerra entre zaplanistas y campsistas. Para evitar esta guerra, la mejor opción es imponer a Mazón gente de su confianza, como Camarero y Camps, pero sin destronarlo.

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