El dilema de Puigdemont
BarcelonaEn la última ejecutiva que hizo Convergència en el 2016 antes de la investidura de Carles Puigdemont, el entonces exalcalde de Girona dejó claro que aceptaba el encargo de Artur Mas con una condición: que él no sería el candidato a las próximas elecciones. Todo el mundo hizo ver que aceptaba, pero lo cierto es que desde entonces Puigdemont ha sido el candidato del espacio post-convergent en todas las elecciones catalanas: en las del 2017 después del 1-O; en las últimas del 2021 –encabezó la candidatura de Laura Borràs–, y ahora está a un paso de volver a ser el candidato del 2025 si vuelve a Catalunya con la amnistía.
O al menos eso es lo que quiere su partido, Junts. De nuevo, los dirigentes de la formación, como ocurrió en el 2017, ya lo presionan para que sea el número 1. La primera en verbalizarlo fue Borràs –presidenta del partido– en una entrevista en el ARA y este fin de semana también lo ha dicho Anna Erra –presidenta del Parlament– a la ACN. También lo quieren Jordi Turull, Albert Batet y Josep Rius, es decir, los pesos pesados del partido.
Y es que Puigdemont sigue siendo el mejor activo electoral de Junts y el único liderazgo que mantiene unido a un partido con sectores internos–turullistas y borrasistas– cada vez más enfrentados. Ahora bien, ¿lo que es más cómodo para Junts –también les ahorra debates ideológicos más profundos– es lo que querrá el ex president en el exilio?
El dilema al que se enfrenta es difícil. Tiene mucho que ganar, pero también mucho que perder. Si Puigdemont saliera victorioso de los comicios, la jugada le saldría redonda: vería avalada la apuesta de pactar con el PSOE pese a decir que no y, además, podría administrar la negociación abierta con el mediador en Suiza desde la Generalitat. Ahora bien, si pierde, su liderazgo quedaría tocado de muerte: querría decir que, después de siete años en el exilio, la sociedad catalana dice no a su rumbo político y su aureola desaparecería de repente.
La decisión será del ex president, lo que significa que se alargará hasta el último momento. Tiene una primera oportunidad para palpar la tendencia del electorado con las elecciones europeas de junio. Será un indicador que le permitirá ver si tiene o no opciones en 2025 –siempre que llegue a tiempo la amnistía, en manos de los tribunales–. Hace cinco años quedó primero y obtuvo casi un millón de votos, lo que obtenga este año será la radiografía de cómo el electorado catalán valora hoy a Puigdemont.
Si él no es candidato, el siguiente en la lista es Turull. Todo apunta a que sería el secretario general quien tomaría las riendas y, de no ser efectiva la amnistía, el ex conseller Josep Rull. Jaume Giró, que también tenía aspiraciones, no cuenta con el visto bueno de Puigdemont, mientras que Borràs por ahora está inhabilitada y cuenta con el rechazo de una parte del partido.
En ERC también tienen un dilema. ¿Quisiera dar un paso adelante Oriol Junqueras después de que su partido haya tenido la presidencia por primera vez desde el restablecimiento de la democracia? ¿Qué dice hasta ahora cuando se le pregunta? Junqueras no dice que no. La decisión no será pacífica internamente teniendo en cuenta que el último candidato y ahora president es Pere Aragonès.
¿Y cómo lo ve el PSC? Salvador Illa vive confiado por las encuestas y no teme ni a Puigdemont ni a Junqueras. Es más, los socialistas lo ven como una oportunidad –si ganan– para acabar con el Procés.