El pueblo con mayor inmigración de Cataluña donde la extrema derecha no despunta

El bajo índice de paro y una apuesta decidida por la cohesión social, claves en la barrera en la xenofobia

BarcelonaEl fenómeno del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen en Francia no se trata de un fenómeno aislado en Europa. La extrema derecha xenófoba avanza de forma imparable y Catalunya tampoco queda al margen, aunque todavía está muy lejos de alcanzar cuotas de poder. Sea como fuere, en los últimos comicios en el Parlament, Vox y Aliança Catalana sumaron 370.000 votos y se situaron en un 11,7% de los votos con un discurso claro contra la inmigración, especialmente la musulmana. Según la última encuesta que publicó el CEO, la mitad de los catalanes considera que hay demasiado inmigrantes en Cataluña. Aunque otro sondeo difundido esta semana, aseguraba que el 60% de los catalanes ven bien la inmigración.

El caso es que en el municipio con más gente de origen extranjero de Cataluña, la extrema derecha no despunta. Hablamos de Guissona, donde el 53% de la población es recién llegada. De los 7.500 habitantes de este enclave de la Segarra, unos 3.200 provienen de otros países, mayoritariamente rumanos y ucranianos, seguidos de senegaleses, sudamericanos y decenas de asiáticos. Sin embargo, el apoyo a estos dos partidos se situó algo por debajo de la media catalana con un 11,4% (un 6,9% de apoyo a Aliança y un 4,6% a Vox). Es decir, en Guissona la extrema derecha no quita ni de lejos los votos que sí obtiene en localidades con mucha menos población extranjera. De hecho, de los 947 municipios de Catalunya, ocupa el puesto 522 en apoyo a la extrema derecha.

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¿La clave del éxito? Un paro que no llega ni al 5% cuando la media catalana se sitúa en torno al 9,5%, gracias a la presencia de BonÀrea, con casi 5.000 trabajadores y que paulatinamente favorece el ascensor social de los inmigrantes. Lo corrobora el alcalde, Jaume Ars, de Junts, que revalidó la victoria del 2019, pero ahora con mayoría absoluta: "Tenemos un poso que es el trabajo, que es un seguro para la convivencia; siempre hay un miembro de la familia que trabaja". "La inmigración no genera una inquietud, no hay un día a día conflictivo, la extrema derecha no tiene recorrido aquí", deja claro el alcalde, quien ha hecho hincapié en las políticas sociales.

El mejor ejemplo es la Mesa de Cohesión Social y Convivencia, que se impulsó hace seis años para evitar a los guetos. Un órgano que se reúne una vez al mes y que está formado por una treintena de personas, donde están los cinco jefes de las comunidades más numerosas para abordar temas que puedan generar conflicto. "Para que los recién llegados cumplan los deberes es necesario hacerles corresponsables de las decisiones que se adoptan", opina Ars. Stefan Ivanciuc, el jefe de la comunidad rumana, bendice esta iniciativa: "Cuando hay un conflicto, los jefes hablan con la comunidad y se resuelve el problema".

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"Aquí nos conocemos todos y nos ayudamos unos a otros; por ejemplo, recogiendo alimentos para la guerra de Ucrania o para Marruecos con el terremoto", subraya Ivanciuc, quien también resalta que "el trabajo evita la pobreza y, por tanto, la delincuencia". El consistorio también organiza desde hace tres años una celebración intercultural coincidiendo con la fiesta mayor, en la que se organiza un torneo de fútbol con un combinado de cada país, que también realizan actuaciones y platos típicos de cada zona para hacer hermandad.

Vilamalla, la cara opuesta

Fuera del anillo de Ripoll, donde Aliança Catalana se ha hecho fuerte por la alcaldía de Silvia Orriols en la capital, Vilamalla fue el municipio con mayor apoyo en la extrema derecha el 12-M con un 31,6% de los votos. Esta localidad de poco más de mil habitantes del Alt Empordà fue la única en la que se impuso Vox, empatando con el PSC a 116 votos y un 21,8% de apoyo. Ahora hace tres años, sin embargo, la formación de Santiago Abascal ya quedó en primer lugar en solitario en un caso único junto con la Pobla de Mafumet.

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Como en Guissona, aquí también gobierna Junts de manera incontestable, tienen una industria fuerte y la tasa de paro no llega ni al 6%, pero la extrema derecha sí se ha hecho un hueco. Su alcalde, Albert Ramos, que se estrenó hace un año, lo achaca a los problemas con la inmigración de la vecina Figueres, donde trabajan parte de sus vecinos, porque en Vilamalla hay menos de un 6% de inmigrantes y no hay conflictos de orden público: "Figueres está a la vuelta de la esquina y hay muchos problemas con organizaciones criminales y circulan muchos vídeos por las redes y el mensaje antiinmigración va calando".

¿Y de dónde provienen estos votos? "Muchos de sus votantes son gente de origen andaluz que viven en la urbanización que hay en el pueblo, que ahora tienen una buena vida y ven a los recién llegados como una amenaza y consideran que no han venido a adaptarse sino a imponer a los suyos costumbres", opina el alcalde. "Algunos de ellos te dicen que si pudieran pondrían una barrera en la entrada de la urbanización para protegerse", asegura. El exalcalde Carlos Álvarez añade otro factor: "El contexto que engloba al Proceso". Un voto, pues, también en clave nacional en relación a Vox.

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Algunos vecinos no esconden su malestar por quedar encasillados como el pueblo donde gana el partido de Santiago Abascal. "Vilamalla no es un feudo de Vox", dice uno de ellos, que lamenta que los medios vinieran en el 2021 tras la primera victoria de los ultras y fotografiaran la única bandera española que hay en el pueblo. "Es de un guardia civil retirado", concluye.