El PP, Vox y la idea de cambio
BarcelonaEn la recta final hacia el 23 de julio, la lucha por el voto es cada vez más enconada. El PSOE intenta recuperarse del fracaso en el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, mientras que el PP quisiera que Vox fuera invisible. Y me estoy imaginando a los funcionarios de Correos recogiendo papeletas con los pies hundidos en la arena de las playas. "Mira, mamá, un cartero que sale del agua", dice una niña observadora y sorprendida. “Señora, apresúrese, que nos cierran el colegio electoral, ya le pongo yo la crema en la espalda”, oímos decir entre las hamacas. Y la votante anónima, si es adicta a los medios antisanchistas, responde: “Quien debe apresurarse es usted, que ya hace días que debería haberme recogido el voto. ¿O es de los que quiere que Sánchez siga en la Moncloa y viajando con el Falcon?”
Hace algunos días hablaba con un académico y profesor de filología helenística y me comentaba con tristeza cómo asistimos a la pérdida de valor de la cultura escrita, de la palabra. La que impera –me decía– es la de la imagen. Lo entiendo. En cierta ocasión una amiga me dijo: “Te vi el otro día por la tele. A ciencia cierta, no sé qué dijiste, pero me gustó la corbata que llevabas”. Menos mal, pensé. Para muchos lo que queda es la impresión. Los verificadores de la verdad podrán descubrir las mentiras que ha dicho un candidato en un debate, pero mucha gente se queda con el juicio que le merece el compareciente por su apariencia y actitud, más que por su exposición.
Es lo que ocurrió en el cara a cara entre Sánchez y Feijóo. El primero ya tiene fama de mentiroso. Se la han colgado con la vieja táctica de repetir las cosas mil veces. Pero, claro, si él va al debate con Feijóo llevando una expresión de dolor de estómago y aspecto de sufrir algún trastorno del alma, lo lógico es que salga derrotado. Al PSOE, el resultado de ese cara a cara lo dejó un buen rato tumbado en la lona. Después ha intentado cambiar los papeles y ha colgado el cartel de mentiroso en la espalda de Feijóo, pero creo que llega tarde. El líder del PP ha tenido mejor intuición o mejor equipo de campaña. Ha hecho lo que le ha convenido, yendo o dejando de ir a los platós donde lo han invitado, mientras pactaba con los dirigentes de Vox y pedía el voto para no tener que necesitarlos después del 23 de julio.
El cambio pesa más que el miedo
Ahora bien, la huella que deja la extrema derecha por donde pasa es demasiado evidente para que no llame la atención. Si Sánchez no podía dormir pensando en Podemos al frente de según qué ministerios, seguro que Feijóo suda cada vez que piensa qué le puede exigir Abascal al día siguiente de las elecciones. El líder del PP no lo va a tener fácil si queda por debajo de los 150 diputados. Ahora bien, Vox ha cometido en Burriana la barbaridad de suprimir la suscripción a Cavall Fort y otras publicaciones escritas en catalán. Toda una carta de presentación, una más de una lista que ya empieza a ser larga. Pero el miedo a los retrocesos sociales y la pérdida de derechos que denuncia el PSOE si PP y Vox ganan las elecciones es en estos momentos menos intenso que la adhesión a la idea de cambio. Así es de simple.