Anàlisi

ERC y Bildu, la movilización y el gobierno

El acercamiento de los republicanos y la izquierda abertzale empezó a gestarse en 2012

Antoni Batista
y Antoni Batista

BarcelonaArnaldo Otegi salió de la prisión de Logroño cuatro minutos antes de las nueve de la mañana del uno de marzo de 2016. Hacía el frío imprescindible para encabezar una crónica. La expedición catalana más próxima al líder abertzale había pasado la noche muy cerca, después de cenar con la familia y su primer círculo político. Estaban, entre otros, el abogado August Gil Matamala y David Fernàndez y Anna Gabriel, de la CUP, y Lluís Llach, entonces diputado de Junts pel Sí. El día siguiente se añadió una delegación de ERC, encabezada por su portavoz en el Senado, el ex juez Santi Vidal. Unos días antes de “la bola” –la libertad en el argot penitenciario— le habían hecho una emotiva visita David Fernàndez y Joan Tardà. Hoy, la amistad entr Arnaldo y David sigue fuerte, y diría que lo será hasta que la muerte les separe, pero la afinidad política se ha desplazado hacia Tardà. Este domingo, Arnaldo Otegi estará en un mitin electoral de ERC en Girona, un hecho cargado de semiótica en el que también estará la portavoz del BNG, Ana Pontón: el eterno regreso de Galeusca.

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Otegi salía de la prisión reafirmando su interés y admiración por el independentismo catalán. En aquellos momentos –finales de 2012--, un año después de que ETA dejara las armas, ERC empezó a poner puentes para acercarse a la izquierda abertzale, aunque no las tenían todas porque pensaban que estaban muy ligados a la CUP.

Después de un paréntesis preventivo a raíz de la entrevista de Carod-Rovira con ETA, Marta Rovira cogió las riendas del acercamiento con mirada estratégica, y Joan Tardà hizo posible lo que parecía imposible. Tardà es la izquierda de Esquerra, la Rive Gauche del Llobregat, la lucha del PSUC y nada de nacionalismo pequeñoburgués. Además, su categoría humana reina republicanamente en las distancias cortas: se tenía que entender con Otegi, que es lo más pareciendo a él en traducción al euskera.

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Otegi ha prologado el libro de Tardà En defensa pròpia (Grup 62). Remarca las coincidencias políticas que confluyen en el mitin de este domingo. Son las coincidencias que se encuentran en el apoyo al gobierno PSOE-Podemos y, en definitiva, a la compaginación de la movilización que exigen el independentismo y el gobierno, imprescindible para no enviar al principio de indeterminación de la república las necesidades ciudadanas de primer orden y de orden doméstico. Una joint venture que va bien a una izquierda abertzale que se apuntala ganando credibilidad en el paisaje institucional después de la batalla, y que va bien a Esquerra para contrapesar los perfiles tecnócratas que buscan el confort del centro moderado heredero de CiU y aguantar la bolsa de electores que le quiere robar JxCat a base de aguar su independentismo.

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Dos estrategias divergentes

La CUP creció mirándose al espejo de Herri Batasuna, incluso compartiendo la marca, “unidad popular”. Han hecho mucho camino juntos y la solidaridad catalana con los presos y contra las represiones de todo tipo la lideraron ellos cuando no era ni fácil ni agradecido. Pero ahora las estrategias divergen, entre otros factores porque, más allá del municipalismo, en la CUP movilización e institución todavía no concuerdan lo suficiente, como evidencian los últimos debates y una ensambladura de la cabeza de lista, Dolors Sabater, que me consta que es todavía más frágil de lo que sale en los periódicos.

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El mitin en el que participará Otegi está en Girona, donde la CUP arraiga con el poso de Benet y Lluc Salellas y con el apoyo de Lluís Llach. Si se postula la vía política en el pacto de izquierdas o de combinación entre las hegemonías de izquierdas e independentista, sumemos la vía sentimental del papel de la candidata de los comunes, Rosa Lluch, en el reconocimiento del dolor causado por ETA por parte de la izquierda abertzale, y que Arnaldo Otegi le entonó en la privacidad y proximidad cordial y simbólica de ir a su casa.