Los porcentajes se extraen de un experimento de encuesta ( análisis de conjuntos ) en el que se muestran aleatoriamente múltiples elecciones con vecinos de características diversas. Por tanto, hay que entender los resultados como una actitud o predisposición. Los datos corresponden al proyecto TRI-POL ( https://www.upf.edu/web/tri-pol ), que desarrolla la UPF en colaboración con investigadores de otras universidades ( https://www.upf.edu /web/tri-pol/members ). Es un proyecto financiado por el ministerio de Ciencia e Innovación, la Fundación BBVA y la Universidad de Mississipi. Todo esto se puede descargar aquí: https://www.upf.edu/web/tri-pol/documentation-and-data . Los datos del experimento corresponden a la ola 3, cuyo trabajo de campo se realizó entre el 22 de marzo de 2022 y el 21 de abril de 2022.
Los españoles no quieren vecinos catalanes
El anticatalanismo sigue siendo una actitud exitosa en el Estado
BarcelonaEl anticatalanismo está y ha estado presente a menudo en el debate político. Abundan los ejemplos de las manifestaciones de una parte importante de la ciudadanía española contra el "enemigo interior", por utilizar la idea del historiador Antoni Simon. Sin embargo, se trata de una narrativa que a menudo choca con otra, más actual, que nos dice que el anticatalanismo es más bien un invento de ciertas élites políticas para mantener la tensión política, privilegios o la propia parroquia satisfecha.
El sentimiento catalanófobo formaría parte de los valores, actitudes y comportamientos que se englobarían en lo que se conocen como características afectivas. Lo hemos visto con formas distintas en otras latitudes. Personas que aseguran que ya no se ven tan a menudo (o, según el tópico, terminan las comidas de Navidad antes) por motivos políticos. No es sólo la discrepancia ideológica, que también, sino que el esfuerzo cognitivo que algunos están dispuestos a hacer para interactuar con alguien que piensa distinto es demasiado alto. Un patrón que a menudo se articula de acuerdo a estereotipos culturales y sociales de larga duración.
Los (pocos) datos que tenemos sobre la percepción de los catalanes en el resto de España muestran que la animadversión por una parte importante de la población viene de lejos. Por ejemplo, el Centro de Investigaciones Sociológicas realizó en 1994 (por tanto, pre-Proceso) una encuesta sobre estereotipos regionales, en la que se observaba que los catalanes eran calificados de tacaños (28,5%), trabajadores (23 ,9%), amantes de su tierra (16,2%), separatistas (14,3%) y cerrados (12,5%). Estereotipos más bien negativos, sobre todo cuando se comparan con otros grupos. El calificativo "buena gente" recibía el 10,3%, el valor más bajo en relación al resto. En la misma encuesta, se preguntaba al encuestado a qué grupo no le gustaría tener como compañero de trabajo. Más de un 30% señalaban a los catalanes como compañeros de trabajo no deseados.
Una encuesta no hace verano, pero recientemente dos sondajes confirmaron el patrón. En 2019 el Centro de Estudios de Opinión, en la encuesta Percepción sobre el debate territorial en España, mostraba cómo los catalanes eran el grupo que menos simpatía despertaba en el resto del Estado: una nota media de 5,6 (un 25% de los encuestados ponían una nota del 0 al 4), en una clasificación encabezada por los andaluces. El sondeo ICIP-EsadeEcPol del año 2021 concluía que Cataluña era la que menos cariño suscitaba entre los habitantes del resto del Estado. Sin embargo, las dos encuestas seguían confirmando que la antipatía no era recíproca, dado que los catalanes valoraban el resto de grupos en torno a la media.
Recientemente, se han publicado nuevos datos que certifican la todavía presencia de este rasgo cultural entre un porcentaje significativo de españoles. Si hacemos caso del proyecto TRI-POL (UPF), los catalanes generan un nivel de simpatía bajo en el resto del Estado, especialmente entre las personas de extrema derecha. El nivel de simpatía medio es similar al que despiertan los musulmanes y homosexuales, dos grupos que también reciben una puntuación baja, fruto sobre todo de las personas más de derechas de la población.
¿Quieres un vecino catalán?
El mismo proyecto TRI-POL decidió realizar un experimento en el que se pedía a los encuestados qué persona preferirían tener de vecino/vecina. Aleatoriamente, les mostraba diferentes vecinos y cómo eran: su religión, sus estudios, si reciclaba o si tenía un animal de compañía. También mostraba la lengua que hablaría, la ideología o el voto. A partir de unos cálculos de preferencias, podemos saber qué combinaciones se priorizan. De nuevo, el patrón descrito anteriormente se mantiene. Así, si un ciudadano español debe elegir entre tener a un vecino del PP o del PSOE y uno de Juntos, en cerca de un 60% de los casos elegirá uno de los dos primeros. Comparado con ERC, la tendencia es aún mayor: entre elegir un vecino del PP o del PSOE y uno de ERC, en cerca del 70% de los casos se elegirá uno de los dos primeros.
Con todo, quizá lo más destacable es que tener un vecino de ERC o de Junts o que habla catalán genera una reacción negativa tanto o más fuerte que el hecho de que sea musulmán o sea nacido fuera del Estado, dos factores identificados internacionalmente como importantes sustratos de la intolerancia. Por último, alguien puede preguntarse si hay un efecto espejo de los catalanes hacia los españoles. La respuesta es que no, con la salvedad de que los catalanes tienen más tendencia a decir que no querrían tener vecinos de derechas.
El gráfico curioso de la semana
Regreso a la escuela, pero sin educación cívica
Estamos a las puertas de la vuelta a la escuela. Lo que seguro no volverá, pero, al menos este curso, es la asignatura de educación cívica, popular en muchos países de nuestro entorno e incluso recomendada por las instancias internacionales (el Consejo de Europa así lo hizo 2002). La mayoría de países, 180, establecen que debe haber una asignatura similar a educación para la ciudadanía, que Mariano Rajoy eliminó en el 2013. Entre los que la tienen, una parte de los países autoritarios lo aprovechan para inculcar personalismo y culto al líder, mientras que un buen puñado de estados (69) aseguran explícitamente que estas asignaturas deben servir para hacer crecer la conciencia nacional.