Funeral de Paz Esteban en el ministerio de Defensa

MadridA los militares les gustan mucho los soldaditos de plomo. El salón de actos del ministerio de Defensa está presidido por una reproducción de las guerras napoleónicas con estas figuritas con uniformes flamantes, y las paredes también contienen cuadros con escenas militares del siglo XIX en 3D. En el centro de la sala, sin embargo, las figuras son humanas, de carne y huesos, todas con uniformes de gala, preparadas para asistir a la ceremonia de un funeral, el de la ya exdirectora del CNI Paz Esteban, cesada porque así lo han pedido los enemigos de la patria (y socios del gobierno). Esteban hace acto de presencia haciendo justicia a su papel de mater dolorosa. Es una mujer de aspecto frágil, que anda encorvada y que compone una triste figura que parece salida de un cuadro del Greco. Se nota que no hace nada para disimular que toda aquella fiesta, que formalmente es la toma de posesión de su sustituta, Esperanza Casteleiro, es un acto de desagravio por una decisión que no comparte. Y que la ha herido en lo más íntimo: el orgullo profesional. "El pasado es el pasado", dirá con resignación cuando los periodistas se lo pregunten.

Aquello, por tanto, es un funeral, pero hay que simular que allí no ha pasado nada. Por eso Margarita Robles se ve obligada a sobreactuar, a sonreír y a saludar a cuanto más generales y coroneles mejor. En su discurso se esfuerza por transmitir que ese relevo en la cúpula del ministerio (porque al rodar la cabeza de Esteban se ha producido un efecto en cadena de nombramientos) no significa nada. "No hay ninguna novedad", dice. "Esto será una máxima continuidad". "¿Entonces por qué se ha producido el relevo?", se preguntaría un observador externo. Pero ahí dentro nadie se atreve a hacer la pregunta porque todo el mundo sabe la respuesta. Y sería de mal gusto decirlo.

Cargando
No hay anuncios

Robles sobreactúa y sobreactúa, subiendo los decibelios de su discurso nacionalista hasta llegar a hablar de una "España grande" de resonancias entre trumpistas y joseantonianas. Sentados, los militares se la miran sin mover ni una ceja. Son profesionales, y hoy están contentos porque no es habitual reunir los mandos máximos de los tres ejércitos y se saludan con efusividad. "¿Cómo está este teniente general?", dice uno con el pecho de la guerrera lleno de condecoraciones. La curiosidad me hace preguntar a un comandante de Marina qué diferencia a los militares que van de caqui de los que van de verde oliva. "Los de caqui son los cuerpos comunes", me dice, "los que trabajan para los tres ejércitos". Los que no entienden de jerarquías son los fotógrafos y los cámaras, que cuando los militares se levantan empiezan a gritar para que se sienten. Un general de tres estrellas (lo sé porque las he contado) los mira con ganas de arrestarlos a todos.

El acto acaba con las fotografías de rigor. Robles se deja fotografiar con los familiares de las ascendidas (Amparo Valcarce pasa de ser subsecretaria de Defensa a secretaria de Estado en sustitución de Esperanza Casteleiro, y Adoración Mateos de directora general de personal a subsecretaria). Pero hay un momento en que la ministra se da cuenta de que aquello es un funeral, y que se está apartando a la protagonista, Paz Esteban. Rápidamente, va a buscarla, la coge del brazo y la obliga a hacerse una foto con su sustituta y con ella misma. Y a sonreír, por favor, que esto es una fiesta.