Iñigo Iruin, el artífice del regreso de Gabriel y Serret
El abogado vasco, clave en la defensa de la izquierda abertzale desde los años 80, también lidera la estrategia de Forcadell en Estrasburgo
VitoriaLa comparecencia de Anna Gabriel ante el Tribunal Supremo de este martes, después de casi cinco años de exilio en Suiza, ha sido un hecho inesperado. Uno de los elementos más destacados de este regreso sorpresa, sin embargo, ha sido que el abogado que ha acompañado a la exdiputada de la CUP para ponerse a disposición del magistrado Pablo Llarena no ha sido Benet Salellas, que hasta ahora ejercía su defensa, sino Iñigo Iruin. Nacido en Donosti en 1953 y con una larga trayectoria profesional como abogado penalista y constitucionalista, es el mismo letrado a quien ya hizo confianza la exconsellera y diputada de ERC Meritxell Serret, hasta entonces defendida por Gonzalo Boye, en su retorno desde Bélgica en marzo del año pasado. E Iruin también asumió en abril el liderazgo de la estrategia de la expresidenta del Parlament Carme Forcadell para llevar su condena al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). ¿Por qué el independentismo catalán recurre a él para combatir los efectos de judicialización? Su trayectoria da algunas pistas sobre ello.
Sin la presencia de Iruin no se podrían entender las decisiones y los cambios estratégicos, y el correspondiente ajuste legal, de la izquierda abertzale desde los años 80. Y tampoco se podría escribir el relato de las batallas judiciales cruciales del independentismo vasco que se han sucedido en la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo, el Constitucional y el TEDH. Excelente orador, el abogado lo ha demostrado no solo en los tribunales, donde se ha ganado el reconocimiento de los magistrados, sino también en las tribunas parlamentarias –militante de Herri Batasuna, fue parlamentario vasco (1984-2001) y senador (1989-1993)–. Una oratoria basada más en el argumentario, los fundamentos y el fondo legal, que no en la locuacidad. Nada amigo de los maximalismos y capaz de encontrar huecos en las paredes legales en beneficio de sus defendidos, si no es posible ganar, al menos se afana por llegar a acuerdos.
Reservado y cauto, dirigentes abertzales como Arnaldo Otegi (caso Betaragune) han recurrido a él para sus defensas. Llevó casos como los cierres de los diarios Egin y Egunkaria y también ha tenido que enfrentarse y ser el dedo acusador de personajes tan siniestros como el general Rodríguez Galindo, condenado por el secuestro, la tortura y el asesinato de Josean Lasa y Joxi Zabala, o en juicios por otros casos de torturas como las infligidas a Mikel Zabaltza. Y no le ha sido nada fácil. No solo ha visto la muerte golpear a otras personas, sino que también la ha tenido muy cerca. Estaba presente cuando el 1989 asesinaron en el Hotel Alcalá de Madrid a Josu Muguruza e hirieron de gravedad a Iñaki Esnaola.
Hace cinco años se enfrentó en la Audiencia de Donosti a su amigo Miguel Castells; cómo él, otro de los abogados referentes en la historia de la izquierda abertzale. Iruin ejercía la acusación particular y Castells era el defensor de un hombre acusado de matar a su hijo de 13 años. "Si hay tanto público hoy aquí es porque realmente se trata de un duelo jurídico de primer nivel", fueron las palabras del fiscal Jorge Bermúdez. Su reconocido prestigio, además de razones de confianza política, explicarían la decisión de Gabriel, pero también la de Serret y Forcadell.