Los 50 años de Convergència

"Yo no habría disuelto CDC": Jordi Pujol conversa con el ARA en el 50 aniversario de la fundación del partido

Reivindica que, pese a los "errores", la formación lo hizo "entre bien y muy bien"

BarcelonaJordi Pujol llega en coche al restaurante Olivé de Barcelona a pocos minutos de las dos de la tarde. Lleva americana y le ayuda a adelantar su bastón negro. Nada más entrar, decide bajar con ayuda por las escaleras en lugar de esperar al ascensor que lleva al reservado donde ha aceptado comer con el ARA para hablar de Convergència. El partido ya extinto que impulsó el 17 de noviembre de 1974 en Montserrat, hace cincuenta años, y que ha gobernado la mayor parte del tiempo en Catalunya después de la Transición. Desde entonces ha llovido mucho: 23 años de president Pujol; el tripartito; otros cinco años de gobiernos de CDC; la deja y el ostracismo (con el juicio fijado para 2025); la disolución de Convergència; el Proceso, y la progresiva restitución de Pujol en la vida pública con el último encuentro con el presidente, Salvador Illa, como colofón. ¿Cuál fue la clave del éxito de Convergència, y de su fracaso, son algunas de las preguntas que se ciernen sobre el almuerzo. El encuentro comienza con declaraciones ante cámara y sigue sin micrófono durante más de tres horas, con algún momento de dificultad por la pérdida de oído del expresidente. Son 94 años.

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La fundación

La vocación política de Jordi Pujol es prematura y tiene una imagen que le escenifica. El episodio del Tagamanent, todavía siendo un niño, donde desde la cima contempla la destrucción después de la guerra y aflora el concepto de "construir" Cataluña. Primero con el "hacer país", que significa hacer activismo -con la cárcel en pleno franquismo-, y después con el "hacer política". Pujol explica que opta por crear un instrumento nuevo porque considera que, tras la derrota en la Guerra Civil y la dictadura, es necesaria una nueva opción para la etapa de la Transición. Su padre había militado en ERC, al igual que uno de los abuelos. El otro, en la Liga. Él reconoce que podía haber acabado militando en Unió (con quien terminó compartiendo coalición durante toda su trayectoria), pero eran necesarias herramientas nuevas. Se sitúa en 1974 y Pujol desgrana: CDC quería beber de las grandes familias europeas, de la socialdemocracia y la democracia cristiana, para articular el catalanismo en un amplio instrumento político. Convergencia –cuyo nombre fue idea suya– significaba tener “tendencia a colaborar”. ¿CDC era de derechas? La respuesta del expresidente es que no. Pero tampoco de izquierdas. Convergència quería serlo todo a la vez. La construcción nacional era, en realidad, su paraguas.

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San Pancracio

CDC no debía ganar las primeras elecciones en el Parlament de Catalunya. Las izquierdas representadas por PSC y PSUC se habían impuesto a los convergentes en las municipales y españolas de 1979 y nada hacía pensar que esta tendencia se rompería. Ni el propio Pujol. Sólo el presidente Tarradellas le había sugerido que las cosas podían ir de forma distinta. ¿Y cuál fue la clave del éxito? Saber enviar el mensaje que mucha gente esperaba, dice Pujol. La fórmula de la Coca-Cola la describió en el artículo que él firma en La Vanguardia el 12 de diciembre de 1979, antes de los comicios. “San Pancraz, salud y trabajo”, se decía, y ya era una respuesta a otro publicado –Pujol y la derecha– que le interpelaba sobre sus intenciones. “El catalanismo político –que debe ser popular, que no puede ser sólo elitista–, es lo que no supedita el bien del país a la lucha de clases ni a los intereses económicos de tal o cual sector. Ni a una ideología [...]. Desde mi origen social se ve a Catalunya como un todo”, escribía Pujol en el año 79, ante la estupefacción de los suyos. "¡Me dijeron qué desastre de artículo! Pero ganamos".

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Mandar

Tras los 43 diputados de 1980, Pujol obtiene tres mayorías absolutas seguidas y sigue presidiendo la Generalitat hasta el 2003, pero con una progresiva pérdida de apoyo. Gana todas las elecciones en escaños y votos menos las últimas a las que se presenta, en 1999, cuando se mantiene primera fuerza en diputados, pero queda por la mínima después de Pasqual Maragall en número de sufragios. "Tuvimos éxito electoral", se reivindica. ¿Pero mandó demasiado él? Quizás, reflexiona. ¿Y qué ocurrió con Miquel Roca? “Yo soy roquista [...]. Nunca ha dejado de apoyarme”. Su gran batalla interna para controlar a CDC –también la financiación– y por si Convergència debía entrar en el gobierno español ha quedado del todo desvanecida con el tiempo.

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¿Pujol, contingo empezó todo?

Mientras mandó Pujol, Convergència nunca fue independentista, pese a que hubiera independentistas dentro del partido (aclara). Pujol consideraba que la independencia era –al menos– improbable y se centró en ir lo más allá posible en lengua, cultura, inmigración... siempre dando estabilidad al Estado (describe). ¿Y llega un momento en que este modelo se agota? Constata dos Españas distintas con el paso de los años. La de Tomás y Valiente, el presidente del Constitucional que avaló la inmersión lingüística en los 80; y la de la ley Wert de 2013, por la que fue a interesarse cuando ya no era presidente: "En unos años de todo esto de Cataluña no se va a acordar nadie", le dijeron entonces desde Madrid. Este es el pretexto al que se toma la generación posterior al pujolismo, representada por su sucesor, Artur Mas, y el hueso, con Oriol Pujol, para que CDC dé el salto al independentismo en el 2012. El Proceso. ¿Es cierto lo de Pujol, contigo empezó todo? Para el expresidente no, ese salto no va con él.

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La confesión

El 25 de julio de 2014 Pujol confiesa la deja, el dinero en el extranjero de su familia. “Yo era un hombre muy religioso. Ahora ya no tanto [...] porque la fe en mí tampoco es la misma". Se sentía culpable –aclara– y decidió explicarse después de que las cuentas de la familia en Andorra salieran publicadas en El Mundo. “No soy un corrupto”, se reafirma Pujol, ahora que deberá defenderse de esta acusación en el juicio fijado para el próximo año en la Audiencia Nacional contra él y su familia, investigada también por los negocios de sus hijos , sobre todo del primogénito.

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Para él y su entorno, les han querido destruir desde el Estado, también a CDC, con la operación Catalunya. abuelo Florenci, insisten, y no de la corrupción, como dice la Fiscalía. Pujol confía en su absolución? No lo sabe, su confianza en la justicia española es muy baja.

En 2014 Pujol pasa al ostracismo y hay una hecatombe en el mundo convergente. “Espetec”, dice él. Y en 2016 CDC decide su propia disolución. Pujol no está en esa asamblea. “Yo no habría disuelto Convergència [...]. Si alguien tenía que pagar por algo que no había hecho bien tenía que ser yo y no CDC”.

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Pujol hace la confesión pensando en el mito de Jonás. Haciendo un paralelismo con la historia bíblica, pretendía que lo arrojaran al mar y salvaran la nave, pero los timonels del momento –Mas y la cúpula– consideraron que sólo un cambio de partido podía salvar según ellos el proyecto. “Creo que lo que hicimos en treinta años estuvo bien y muy bien. La reacción que tuvimos todos no fue la adecuada”, concluye ahora Pujol.

El PDECat

Más allá del impacto simbólico de la confesión, hay cuestiones más prácticas que no afectan al expresidente y sí que tienen que ver con la estructura de CDC, que llevan a la dirección de ese momento a liquidar a CDC dos años después , una vez terminada la instrucción del caso Palau (que acabará con condena por financiación irregular) y estalló el caso 3%, todavía pendiente de juicio. CDC pasa entonces a ser el banco malo para afrontar los casos de corrupción y el PDECat aparece como herramienta saneada. Una estrategia que les sirve de cortafuegos en términos de responsabilidad penal para que CDC, liquidada en concurso de acreedores, nunca ha terminado de pagar la multa de los 6,6 millones de euros en el Palau de la Música. Tampoco el PDECat.

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Juntos

Pujol tiene la sensación de que, sin embargo y con el tiempo, se ha producido una restitución de lo que representó CDC. Hay mucha gente, asegura, que le traslada que "se echa de menos", aunque desde Esquerra a Junts pasando por el PSC intentan mimetizar en algo Convergència. “En el grado de que Junts se acerque a CDC será bueno", opina el expresidente, pero termina: "Yo sólo tengo un partido". Y ya no existe.