El pacto fiscal que Aragonès ya visualizaba durante el 155

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Pere Aragonès y Pedro Sánchez subiendo ayer las escaleras del Palau de la Generalitat.

BarcelonaLa aplicación del artículo 155 de la Constitución fue la respuesta del Estado a la declaración de independencia del Parlament. El PP, con el apoyo del PSOE, cortó de raíz lo que entonces coincidieron en llamar el desafío independentista. Fueron más de seis meses de intervención de la Generalitat que, sin presidente ni gobierno, era gestionada por los delegados de Moncloa. Los presos políticos, el exilio y la persecución judicial fueron la tónica dominante de los meses siguientes, haciendo evidente que el Estado no estaba dispuesto a permitir ni un solo avance hacia la autodeterminación de Catalunya.

En ese contexto Pere Aragonès tuvo que dar un paso adelante, tal y como ya habían diseñado Oriol Junqueras y Marta Rovira. Pronto se convertiría en el vicepresidente de la Generalitat –durante el 155 siguió ejerciendo de secretario de Economía– y en su cabeza llevaba ya un tiempo una idea fija de futuro: recuperar la reclamación del pacto fiscal. Ya entonces su entorno más cercano visualizaba la fiscalidad como la siguiente batalla a librar, asumiendo que no había rendijas para ejercer la autodeterminación a corto plazo. "Pero todavía no es el momento", apuntaban. Ni el gobierno español podía cambiar de un día para otro la estrategia de la represión por la de la negociación ni el independentismo, que hasta hacía poco todavía vislumbraba la creación inminente de un estado catalán, estaba preparado para fijar un objetivo que podía entenderse como una renuncia.

La moción de censura a Mariano Rajoy y las posteriores investiduras de Pedro Sánchez, unidas a los indultos y a la amnistía crean un contexto distinto. También el hecho de que ERC haya completado su progresivo cambio de estrategia e incluso que Junts haya hecho un viraje brusco hacia el pragmatismo han abierto las puertas a exigencias que durante los años más calientes del Procés se hubieran considerado autonomistas. No hay ninguna certeza de que la negociación hacia un nuevo modelo fiscal acabe dando frutos. De hecho, Artur Mas ya se topó contra una pared cuando exploró ese mismo camino en 2012. Pero Pedro Sánchez parece más dispuesto a jugar a Rajoy.

El encantador de serpientes

En lugar de dar un no rotundo, Sánchez recurre siempre a su habilidad como encantador de serpientes. Hace sólo unos días, después de reunirse con el presidente Aragonés, recordó que el Estatut ya recoge la potencialidad de la Agència Tributària de Catalunya. Es cierto que la sentencia del Tribunal Constitucional no puso fin a todo el recorrido fiscal de la Generalitat, pero también que el Estado nunca ha querido transitarlo hasta ahora. ¿Y qué dice el Estatut? En ningún caso habla de un pacto al estilo del concierto vasco, que es el que hoy reclaman ERC y Junts, pero define la creación de un consorcio tributario entre las agencias catalana y española e incluso la posibilidad de ceder la recaudación y gestión de tributos estatales en la Generalitat. ¿Un punto de partida hacia metas más ambiciosas o un punto final?

Los detalles de la semana

1.
La multiagenda de Sánchez
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2.
Rotuladores y susurros con Feijóo
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Las fiestas de Navidad provocan que sea aún más complicado conciliar para quienes tienen hijos pequeños en periodo vacacional. Por eso, a un diputado del PP se le ocurrió que sería una buena idea asistir a la rueda de prensa de balance de Alberto Núñez Feijóo con sus hijas. Las sentó detrás de los periodistas y, rotulador en mano, se dedicaron a dibujar y a susurrarle cosas a su padre.

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