¿Reformar el Estado desde dentro o desde fuera?
Esta es la diferencia estratégica básica entre Junts y ERC
BarcelonaEl posicionamiento de Carles Puigdemont contra la reforma del delito de sedición es perfectamente coherente con su apuesta estratégica cuando decidió marcharse al exilio. De lo que se trata, en su opinión, es de ganar la partida judicial en el ámbito europeo para así obligar al estado español a reformarse y homologarse a otros países con más pedigrí democrático, como la propia Bélgica, que acoge las instituciones de la Unión. Esta vía tiene la ventaja de que sitúa el conflicto en un ámbito, el internacional, que incomoda y enerva mucho al Estado (que ve cómo sufre derrotas dolorosas), pero es lenta y de resultado incierto al final del camino.
Cinco años después, todavía no hay un itinerario cierto y definido que permita a Puigdemont afirmar que podrá volver a pisar Catalunya sin riesgo de ser detenido y, todavía menos, una expectativa de que haya un cambio sustancial en el Estado que permita, por ejemplo, la celebración de un referéndum. También es cierto que si todo el Govern se hubiera marchado al exilio y las fuerzas independentistas hubieran optado por una política de no implicación en la gobernabilidad española, los 4.000 represaliados por el Procés habrían estado todavía más indefensos ante la represión del Estado. El independentismo no tiene suficiente red ni medios para soportar un exilio tan numeroso.
En cambio, la lectura que hace ERC después de octubre del 17 es completamente diferente. Dada la fragilidad e indefensión absoluta de las instituciones catalanas ante la maquinaria del Estado, ejemplificadas en el 155 y en la causa general contra el independentismo, lo que hay que hacer es aprovechar todas las rendijas posibles para ir desmontando, desde dentro y aprovechando la aritmética parlamentaria en el Congreso, esta hidra de múltiples cabezas. Es una estrategia menos épica, que bebe de un diagnóstico más pesimista de la correlación de fuerzas, y que da frutos que no siempre se pueden explicar, a pesar de que siempre se puede exhibir el gran triunfo de los indultos (que muchos en Junts veían imposibles). El precio a pagar, sin embargo, es asumir la contradicción que supone apoyar a un gobierno del Estado del que te quieres independizar. Pero también es la manera de frenar la amenaza que supondría un gobierno del PP y Vox. La teoría del mal menor.
Lo que resulta curioso es que lo que han acabado por ser dos estrategias diferentes pero hasta cierto punto complementarias, con éxitos adentro y afuera, han acabado por fracturar el independentismo en dos bandos tan irreconciliables que ya ni siquiera pueden gobernar juntos. En vez de hacer de la necesidad virtud, el independentismo ha optado por hacer de la necesidad un problema.