Sin Puigdemont en el hemiciclo, Salvador Illa corre solo en el Parlament

BarcelonaSalvador Illa emprendía este miércoles su primer debate parlamentario con la oposición, tras inaugurar el pleno ayer martes con un discurso sin demasiadas novedades. El president tenía que enfrentarse por primera vez desde la investidura al resto de líderes de los grupos, quienes teóricamente deberían erigirse en alternativa al Govern, y lo ha hecho con comodidad, atacando incluso más a la oposición –sobre todo a Junts– que la oposición a él, con un recurso fácil teniendo en cuenta que solo lleva dos meses gobernando: si hay problemas en Catalunya, el independentismo de Junts y de ERC es el responsable después de diez años en el ejecutivo –ha querido decir–. Pero más allá de eso, que es un argumento con fecha de caducidad a medida que avance el mandato, el debate ha evidenciado otro problema o desventaja de la oposición: Salvador Illa no se enfrenta a ningún líder alternativo en el Parlament.

Junts ha decidido no ocupar el cargo de jefe de la oposición. El ex president Carles Puigdemont, a quien el Tribunal Supremo se niega a amnistiar contradiciendo la ley, no ha querido asumirlo desde el exilio para no rebajar su presidencia –ya dijo que no se veía en campaña electoral– , pero tampoco ha designado a nadie para que se erija en alternativa a Illa. Hacerlo habría tenido una lectura sucesoria, sobre todo si el elegido o elegida hubiera sido un nombre diferente al de Albert Batet, que ya hace tiempo que ostenta el liderazgo de Junts en el Parlament sin ánimo de suceder al ex president.

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Puigdemont cree que no le ha llegado la hora del relevo, al contrario, sino de dar un paso adelante con la presidencia de Junts. Ahora bien, la decisión de no ocupar este espacio en el Parlament tiene consecuencias en el día a día: Illa no se enfrenta a un liderazgo alternativo en la cámara, que es donde se sitúa el foco de la política en Catalunya, donde se toman las decisiones en el ámbito de las competencias de la Generalitat y, en definitiva, donde se construyen las demás opciones de gobierno. Así lo ha hecho Illa previamente: más allá de su trayectoria como ministro, se ha forjado como candidato a la presidencia desde la oposición al gobierno de Pere Aragonès. Se ha construido el personaje desde su escaño y ha llegado a la presidencia tres años después.

Se encuentra con el mismo problema Esquerra. Pese a que los republicanos tienen difícil erigirse en oposición porque han apoyado la investidura del president, tampoco la cara visible de ERC en la cámara, Josep Maria Jové, es el líder del partido ni se postula para serlo. Así, tampoco en este caso Salvador Illa tiene ante un hipotético liderazgo alternativo. Tampoco lo tendrá después del congreso del 30 de noviembre, cuando debe resolverse la guerra fratricida y pública que están protagonizando los republicanos. Ni Oriol Junqueras ni Xavier Godàs, las dos grandes candidaturas que se diputan la presidencia, tendrán presencia en el Parlament gane quien gane.

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Por lo tanto, si el independentismo debe volver a unirse para construir una alternativa al PSC, deberá hacerlo con sus liderazgos, Puigdemont y la nueva presidencia de ERC, desde fuera. Y, mientras, Salvador Illa correrá solo y sin competidor directo en el Parlament.