Negociación de los presupuestos del Estado

Sánchez abre la vía para aprobar los presupuestos con ERC

Los republicanos no se cierran a negociar las cuentas si antes la mesa de diálogo da frutos

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El presidente español, Pedro Sánchez, y el portavoz de ERC al Congreso , Gabriel Rufián.

BarcelonaUna vez pasados los efluvios de la cumbre de la OTAN, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha tenido que volver a la cruda realidad de un gobierno asediado por la inflación, por las discrepancias internas y luchando contra un adversario, el popular Alberto Núñez Feijóo, que es como un fantasma porque se expone lo mínimo. Ante este escenario, Sánchez ha llegado a la conclusión de que para sobrevivir hasta el final de la legislatura necesita, en un contexto de crisis económica profunda, aprobar unos nuevos presupuestos en otoño. Hasta el inicio de la invasión rusa de Ucrania en la Moncloa pensaban que, en el peor de los casos, podían prorrogar las cuentas del 2022. Pero ahora, con el riesgo real de recesión llamando a la puerta y el PP jugando la carta de la gestión, los necesitan como si fuera oxígeno. Y aquí es donde entran en juego los 13 votos de ERC. La orden que ha dado Sánchez a su negociador en jefe, el ministro Félix Bolaños, es que explore el camino con los republicanos. Y de momento ha encontrado agua en la piscina.

La relación entre el PSOE y ERC tocó fondo el 26 de mayo, cuando los socialistas aprobaron con el PP la ley audiovisual que se habían comprometido a pactar con los republicanos. Para acabarlo de adobar, cinco días más tarde se hicieron públicos los datos de ejecución presupuestaria del 2021: en Cataluña solo se había ejecutado el 35% mientras que en Madrid se había llegado al 184%. Si a todo esto le sumamos el malestar por el espionaje del Catalangate, en aquel momento desde el grupo republicano en el Congreso se veía muy difícil volver a aprobar unas cuentas. Pero ahora las cosas han cambiado. ¿Por qué? Pues porque en palacio se ha leído la debilidad de Sánchez como una ocasión propicia para forzar la máquina con la mesa de diálogo. El mensaje es muy claro: si Sánchez quiere aprobar los presupuestos del Estado con nosotros, antes la mesa de diálogo tendrá que dar frutos tangibles, sobre todo en el ámbito de lo que se denomina agenda antirrepresiva, es decir, todo aquello que tiene que ver con las múltiples causas judiciales relacionadas con el Procés que afectan a políticos pero también a funcionarios y ciudadanos anónimos.

Se trata, en definitiva, de usar los presupuestos como palanca de tracción para dar una nueva oportunidad a la estrategia del diálogo y así demostrar a sus socios de Junts que no es una vía muerta. La cúpula de ERC considera que pueden usar en beneficio propio el cortoplacismo tradicional de Sánchez, su hipertacticismo y, sobre todo, el afilado instinto de supervivencia que lo caracteriza. No confían tanto que tenga un plan ambicioso para resolver el contencioso catalán como que llegue a la conclusión de que para él es menor el desgaste de hacer concesiones a los independentistas que el hecho de verse sin presupuestos.

Es en este contexto que este viernes se vuelven a reunir la consellera de Presidencia, Laura Vilagrà, y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, en este caso en el Palau de la Generalitat. Su objetivo es presentar un primer documento de garantías y metodología para la negociación que desbroce el camino para un encuentro de presidentes que, a su vez, preceda el de la mesa de diálogo, si puede ser todo antes de vacaciones. Bolaños tiene el encargo de intentar dejar encarrilado el apoyo republicano a los presupuestos, al menos a nivel político.

Las cuentas de la Generalitat

En realidad, el president, Pere Aragonès, y los miembros de su ejecutivo, incluidos los de Junts, tienen otro argumento a favor de aprobar los presupuestos del Estado. Y es que si las cuentas del Estado se prorrogan, la parte de las cuentas de la Generalitat que depende de las transferencias del Estado se congela. Por lo tanto, aprobar los del gobierno español permite también tener más recursos disponibles en la Generalitat justo en un contexto en que la degradación de la economía hace pensar que se necesitará más músculo público tanto para ayudar al tejido productivo como para políticas sociales.

Pedro Sánchez está decidido a resistir hasta el final y a vender cara su derrota. Y de momento está actuando como es habitual en él: con hiperactividad. Abriendo múltiples frentes a la vez y lanzando mensajes en apariencia contradictorios. Por un lado, impulsa un ambicioso programa de respuesta social a la crisis y reivindica su gobierno como "incómodo" para los poderes fácticos, mientras que por el otro se desentiende de la gestión marroquí de la valla de Melilla. Por un lado, saca el polvo del proyecto de memoria histórica y lo pacta con Bildu, y por el otro, se embarca en un aumento del gasto militar que lo enfrenta con Unidas Podemos y que, por cierto, también se tendrá que reflejar en el próximo proyecto de presupuestos. Es en este escenario de golpes de efecto a diestro y siniestro donde ha decidido sacar del cajón una carpeta, esta sí "incómoda", que tenía guardada en el cajón y que lleva el antipático nombre de Catalunya. A la fuerza ahorcan, que dice el dicho.

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