La trainera del PNV y la judicial

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El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, firmando el acuerdo para la investidura

MadridDe todo el maremagnum de reacciones y declaraciones después del pacto entre el PSOE y Junts, me quedo por empezar con la comparecencia del pasado viernes del presidente del PNV, Andoni Ortuzar, cuando comparó la situación de la telaraña de acuerdos para arrancar la legislatura con la navegación de una trainera. Esta gente sabe hacer política, y sus dirigentes saben también idear buenas metáforas para simplificar y describir momentos delicados, como los de la última semana. Y así, cuando le preguntaron sobre las expectativas de la nueva etapa, contestó: “No somos ilusos, es un gran desafío para Sánchez y su equipo meternos a todos en una misma trainera y que los remos vayan en la misma dirección, de modo que no haya choque de palas y se hunda”. Fantástica construcción. Aquí quien corre más riesgo es Sánchez, no el PNV, que de la ocasión saca un buen provecho, por lo que ha subido a la barca. Aparte, si se hunde la trainera al final siempre será más culpa de los demás, y sobre todo de quien nos ha metido a todos dentro, siendo tan distintos como somos y teniendo intereses tan diversos. Le faltó decir: "¿A quién se le ha podido acudir ese despropósito?"

Pero no, no será un despropósito cuando todo el mundo al que se ha invitado ha acabado sumándose a la aventura. Y quien más quien menos, poniendo buena cara, como si le hubiera tocado la lotería, aunque sólo sea un modesto premio por tapar agujeros. No es el caso del PNV, y lo demuestra la especial liturgia de la firma de los acuerdos, obligando a Pedro Sánchez a comparecer junto a Ortuzar. Poco después los representantes de Coalición Canaria debían conformarse con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien de paso matizó el alcance del pacto con los nacionalistas vascos sobre la Seguridad Social. Los socialistas siempre se han resistido a desmontar la caja única, y no han faltado presiones a lo largo de los años.

Habrá que comprobar hasta dónde han llegado ahora los acuerdos en este capítulo. Vista la reacción de Montero, cabe pensar que el Estado se sigue resistiendo a dar pasos en esa dirección. Según se haga, transferir el régimen económico de la Seguridad Social al País Vasco en un plazo de dos años abriría un nuevo capítulo de denuncias sobre el fin del derecho a la igualdad. Seguro que sólo se ha hablado de la gestión en este ámbito, y que seguirá en manos del Estado la capacidad normativa. Para el PSOE, de instrumentos como éste depende la cohesión social del país. En cualquier caso convendría mucho fijarnos en el juego de piernas del PNV, porque aunque ahora tiene mucha competencia por el lado de Bildu, los jeltzales llevan muchos años de avances en el autogobierno que no se derivan sólo del privilegiado sistema de financiación vasco, a través del concierto y el pago –es un decir– de una cuota en el Estado.

Reconocimiento nacional

Dicho esto, el documento de los acuerdos con el PNV duele en los ojos. Dice, entre otras cosas, que se van a estudiar fórmulas para el “reconocimiento nacional” del País Vasco y para establecer canales de relaciones bilaterales, todo ello en un plazo no superior a año y medio desde el inicio de la nueva legislatura. El horizonte electoral vasco, el próximo año, aparece claramente en este apartado de los pactos.

Habrá que felicitarles, si lo consiguen todo. Pero al paso que vamos no me extrañaría que en poco tiempo los libros de texto expliquen que España es un estado plurinacional constituido por dieciséis naciones y una región, Cataluña, que debe atarse corto para evitar tentaciones separatistas. Vale, ya sé que exagero. Pero las ironías en ocasiones no son más que una versión edulcorada de la realidad. Palabras que aplicadas a otros pueblos y territorios de España se aceptan sin aspavientos, cuando hacen referencia a Cataluña provocan grandes malestares. Recordemos sólo las controversias por la aparición de la palabra nación en el preámbulo del Estatut recortado por el Tribunal Constitucional en el 2010.

En este contexto y con estos antecedentes, no se me hacen extrañas reacciones como las de la exconsejera Clara Ponsatí ante los acuerdos de Junts con el PSOE. La pregunta es si cabía esperar mucho más. Yo ya os digo que no, en modo alguno. Días atrás utilicé la comparación con lanovela y la película Il Gattopardo y esa frase de “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. Habrá mucho trabajo para que pueda notarse que los pactos firmados suponen verdaderas modificaciones del reparto del poder.

Yo que me tengo por moderado, nunca utilizaría la palabra traición. Conozco las limitaciones de los interlocutores de los partidos independentistas. Los socialistas han llegado tan lejos como se podía pedir. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que da un crecimiento de 1,7 puntos al PP en las últimas semanas, lo pone de manifiesto, más allá de las concentraciones frente a la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid, graves pero no representativas de la sociedad española. Otra cosa serán las manifestaciones convocadas para este domingo en muchas ciudades de España. Este malestar sí tiene mucho que ver con los cambios de expectativas electorales.

González y Page

De hecho, es el rechazo de una parte importante de la sociedad española a la idea de una ley de amnistía lo que explica las recientes declaraciones de Felipe González y del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, en contra de este acuerdo. Lo que han hecho es tratar de extender una red por si el trapecista Pedro Sánchez fracasa y se despeña durante la próxima legislatura. García-Page puede estar pensando en su futuro, o no. Pero González ya no busca salvarse él, busca salvar al partido si los compromisos del PSOE con ERC, Junts y el PNV acaban siendo un camino sin salida. Ojalá no haya catástrofes.

Me pregunto si es verdad que los jueces creen que no ha habido ningún caso de lawfare –de instrumentalización política de la justicia– durante los últimos seis años. Apoyo su reivindicación de la separación de poderes, obviamente, pero que miren cómo fueron las decisiones de la Fiscalía y la Abogacía del Estado durante la instrucción y la vista oral de la causa del Proceso, y que piensen si todo fue claro y limpio. Aquello sí fue una trainera sacudida.

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