La última vez que España votó entre monarquía y república
El 4 de julio de 1978 el Congreso se preguntó cuál tenía que ser la forma de estado recogida en la Constitución
BarcelonaHubo días en los que la monarquía española campaba alegremente sin necesidad de ir tapando escándalos. Días en los que ni el olor con que la acababa de impregnar el franquismo generaba rechazo entre sus tradicionales enemigos. Durante muchos años, además de rey, a Juan Carlos I le otorgaron el título informal de salvador de la democracia y antes de esto también se lo había nominado al de arquitecto de la Constitución. En julio de 1978, el Congreso de Diputados debatió durante doce sesiones la ponencia constitucional, que se había estado redactando -la mayor parte del tiempo en secreto- desde hacía un año. Y fue en la primera de aquellas jornadas, un 4 de julio, cuando los diputados tuvieron que elegir por última vez hasta ahora entre monarquía y república.
Para ser justos con la historia, el resultado de la votación ya estaba aliñado con antelación. Los grupos mayoritarios de la cámara -y también el PNV o CiU- habían abrazado el nuevo régimen creado alrededor de la figura simbólica del rey y ni los que se reivindicaban más republicanos hicieron aspavientos a la hora de aceptarla. Solo seis (y tres más por error) de los 317 diputados presentes en el hemiciclo opinaban diferente y uno de ellos decidió exponerlo sin tapujos.
Una votación pendiente
Heribert Barrera (ERC) fue el único que mantuvo viva una enmienda para votarla en el pleno, una vez ya le habían cerrado la puerta en el debate previo en comisión. En lugar de “La forma política del estado español es la monarquía parlamentaria”, el artículo 1.3 de la carta magna habría quedado redactado así: “El estado español, formado por una comunidad de pueblos, se constituye en una república democrática y parlamentaria”. Nueve votos a favor (según recogió El País, los de Barrera; Ramon Trias Fargas y Joaquim Arana Pelegrí, que se habían presentado en coalición con Jordi Pujol; Emilio Gastón, del Partido Socialista de Aragón; Enrique Tierno Galván, del Partido Socialista Popular; Francisco Letamendia, representante de la izquierda abertzale, y tres diputados de la UCD que se equivocaron), 185 en contra y 123 abstenciones. “Sabía que mi propuesta recogería muy pocos votos, pero me pareció esencial ser fiel a mis electores”, dijo Barrera, según recoge el diario de sesiones. Todavía con más mayoría salió aprobado el redactado definitivo del artículo: 196 votos a favor, nueve en contra y 115 abstenciones.
Barrera recordó el origen franquista de la monarquía -Juan Carlos I fue escogido sucesor por el mismo Franco- y no escondió la que era su verdadera intención: “Mi propuesta más seria es que pidamos todos juntos al gobierno que organice un referéndum sobre la forma de estado”. Reticente a aceptar que, con el contexto del 78, monarquía fuera sinónimo de democracia, Barrera planteó que, si los monárquicos eran capaces de ganar el referéndum, “tendríamos en este caso una monarquía verdaderamente independiente, de base popular, limpia del pecado original franquista, que podríamos aceptar todos, no con resignación sino con esperanza”.
Aquel referéndum, sin embargo, no tenía ninguna opción de salir adelante, tal como confesaba años después Adolfo Suárez, presidente español entre el 1976 y el 1981. “La mayor parte de los jefes de gobierno extranjero me pedían un referéndum entre monarquía y república. Hacía encuestas y... perdíamos”, decía, intentando taparse el micro, a la periodista de Antena 3 Victoria Ruego en 1995, escena que La Sexta sacó a la luz en 2016. Suárez se refería a la ley de reforma política del 1976, que ya había incluido al rey, y de allí a la Constitución.
Entre entusiastas y pragmáticos
Como el debate, decía Miguel Herrero Rodríguez de Miñón (UCD), no era entre monarquía y república, sino entre “democracia y dictadura”, no había lugar para el referéndum: la monarquía, según él, jugaba del lado de la democracia. A Manuel Fraga (AP) e incluso a Antón Cañellas (Unión) tampoco les costó mucho defender la institución monárquica, pero el PCE y el PSOE tuvieron que justificarse.
“En realidad, nunca se ha visto que un pueblo rechace la monarquía cuando esta ha contribuido a establecer las libertades políticas democráticas, y cuando rechazarla significa poner en peligro estas libertades”, declaraba un pragmático Santiago Carrillo (PCE). Más conciso decidía ser Gregorio Peces Barba (PSOE): “Aceptamos plenamente el resultado”. Los dos partidos engruesaron el capítulo de las abstenciones, escogiendo el “consenso”, a pesar de que un voto por la república tampoco hubiera variado el resultado.
Aquel día, Pujol (CDC) se centró en el artículo 2, el de las nacionalidades, pero semanas antes Miquel Roca había dejado clara la posición. “La monarquía parlamentaria no supone ninguna dificultad para el efectivo respeto de la soberanía popular”, había expresado en comisión.
A pesar de los escándalos, buena parte del Congreso continúa hoy defendiendo al rey y la monarquía española no parece tener que sufrir por su continuidad. En 2021, el mundo tendrá bastante con el nacimiento de una república, la de Barbados.