BarcelonaEn un homenaje involuntario a la campaña institucional de la Generalitat para esta Diada –Una lengua, muchos acentos, en la que aparece una misma palabra en distintas variedades dialectales del catalán–, el independentismo volvió a demostrar este lunes que en cuanto a la estrategia a seguir el movimiento también tiene tantas hojas de ruta como actores. A lo largo del día todos los partidos y entidades hablaron de unidad, pero hablaron, claro, cada uno con su propio acento y, al parecer, en este caso irreconciliablemente.
La paradoja del independentismo es que ha llegado al mejor escenario posible –sus dos principales partidos tienen en sus manos el futuro del gobierno español– en el peor momento imaginable. Este lunes, en lugar de convertir la Diada en una demostración de fuerza para presionar a Pedro Sánchez cara a la investidura, mostró ante todos la fragilidad que arrastra.
El discurso de Feliu
La prueba fue el discurso de la presidenta de la Assemblea, Dolors Feliu, que dedicó más tiempo a alimentar el malestar contra los partidos y las instituciones propias que a dibujar un objetivo compartido. Lo coronó con una frase –“La unidad somos nosotros”– que podría perfectamente haber cambiado por una mucho más clarificadora sobre la división actual: la unidad soy yo.