11-M

Eulogio Paz: "Cuando ves a Aznar diciendo según qué cosas del 11-M te entran ganas de vomitar"

Presidente de la Asociación 11-M

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El presidente de la Asociación 11-M, Eulogio Paz, en una imagen de archivo

MadridEste lunes, 11 de marzo de 2024, hará 20 años que explotaron diez bombas en cuatro trenes de Cercanías en Madrid. El atentado, perpetrado por un grupo yihadista en plena hora punta de un jueves laborable, provocó la muerte de 192 personas y dejó a más de 2.000 heridas. Eulogio Paz (Ciudad Real, 1952) perdió a su hijo Daniel, que en ese momento tenía 20 años y estaba en uno de los convoyes camino de la universidad. Hace ocho años que Paz cogió el relevo de su exmujer Pilar Manjón al frente de la Asociación 11-M, que lucha por el bienestar de las víctimas pero también por construir un relato de los hechos que confronta las teorías conspirativas que han rodeado al 11-M.

Hay sectores de la derecha que todavía ponen en duda la autoría de los atentados. ¿Cómo les hace sentir esto?

— Sufrimos una doble o triple victimización. Al dolor de tener la pérdida de un ser querido hay que añadirle ese otro dolor que te provocan estas mentiras de la conspiración. Tiene consecuencias muy graves tener que estar rebatiéndolas o que te desprecien como víctima. Me refiero fundamentalmente a gobiernos del PP, que durante años han potenciado más a otras asociaciones. La anterior presidenta, Pilar, decía: "Ojalá fuéramos víctimas de ETA, así se nos trataría mejor".

Pero una sentencia de la Audiencia Nacional demostró en 2007 que los autores formaban parte de una célula islamista.

— El gran drama para el PP es que le hubiera gustado que hubiera sido ETA y no lo fue. Y a partir de ahí vienen todas las mentiras que tanto daño han hecho a las víctimas y a la sociedad en su conjunto. El PP mintió deliberadamente para ganar unas elecciones y luego para tratar de desestabilizar y deslegitimar al gobierno escogido [el del socialista José Luis Rodríguez Zapatero]. El 11-M marca un antes y un después en la historia de España. Fractura a la sociedad en dos, y creo que esto todavía no se ha resarcido.

¿Quisiera que les pidieran perdón?

— Ya no es una cuestión de pedir perdón sino de reconocer que mintieron. Y esto creo que es muy difícil, aunque sería importante. Pero en 20 años, en el ámbito corporativo ni el PP ni medios de comunicación como El Mundo, que se lucró vendiendo teorías conspirativas, lo han hecho.

¿Qué le diría al expresidente popular José María Aznar si pudiera hablar con él?

— Que es un mentiroso. Que mintió a los españoles para hacerles creer que la autoría era de ETA porque desde el primer momento había pistas de que era un atentado yihadista. Creo que fue un fallo político del PP y de Aznar. Yo no he visto que haya asumido ninguna responsabilidad, más allá de que políticamente los desalojaran del gobierno [en los comicios celebrados tres días después del atentado]. Y verle que todavía sale diciendo según qué cosas, pues te entran ganas de vomitar.

¿Qué piensa del hecho de que el fantasma de ETA todavía esté presente en el debate político y mediático?

— El problema es que a algunos les gustaría que ETA siguiera viva y quizá les molesta que haya desaparecido. Bildu no es ETA. Ojalá mañana los terroristas yihadistas también dijeran que desaparecen y que no van a matar más.

¿En qué situación se encuentran las víctimas 20 años después?

— Como asociación, gracias al trabajo que hemos ido haciendo, tenemos mayor reconocimiento. Cada año recordamos el dolor y la tristeza de ese día, pero también las cosas que hemos hecho y por las que seguimos luchando. Además, el hecho de que después del 11-M haya habido otros atentados yihadistas en Europa ha hecho que muchas personas, incluso del PP, se hayan ido descolgando de estas teorías sobre la autoría de ETA.

¿Y particularmente?

— Cada víctima tiene su propia experiencia y 20 años dan para mucho. Yo reaccioné escribiendo dos libros sobre el 11-M con el objetivo de que se respetara la memoria de Daniel. Porque encima de que estaba muerto, no quería que, además, le pisaran. También doy charlas en escuelas.

¿Ha vuelto a tomar un tren?

— Volví al trabajo once días después del atentado y fui en metro. Iba tan lleno o más que el Cercanías. Cada uno con su mochila o bolsa. Pero después hay gente que en estos 20 años no ha vuelto a tomar el tren. Entiendo que depende de la resiliencia que tenga cada persona, pero puede ocurrir lo mismo en cualquier sitio.

¿Qué recuerda de ese jueves de marzo de hace 20 años?

— Estaba en el trabajo, había entrado media hora antes y a las ocho menos cuarto de la mañana sonó el teléfono de la mesa de al lado. Era la mujer de un compañero que preguntaba si ya había llegado. Estaba preocupada porque había habido unas bombas en Atocha. Miré en el ordenador la trayectoria de los trenes y supuse que Daniel podía ir en uno de los convoyes. Lo llamé al móvil y no lo cogía.

¿Cómo supo que era una de las víctimas?

— Hice un recorrido por hospitales. En ninguno constaba el nombre de Daniel en la relación de heridos. Incluso estuve en la estación de El Pozo, donde se produjo la explosión que lo mató. Pero no pude entrar porque estaba lleno de coches de la funeraria, del SAMUR, de la policía, de todo. Hacia las cuatro de la tarde ya fuimos a IFEMA [que se convirtió en un improvisado tanatorio]. Nos pidieron que diéramos alguna señal para identificarlo. Dijimos una cicatriz que tenía en el codo de cuando hacía kárate de pequeño. Pasamos ahí la noche. Amigos de Daniel nos trajeron mantas. Fue duro. Imagínate. De madrugada quizás oías un grito rasgador de alguien a quien le comunicaban que su familiar estaba muerto. Al día siguiente nos comunicaron que el cuerpo de Daniel estaba reconocido y cinco días después nos lo confirmaron por pruebas de ADN.

¿Y cuándo empezó su lucha?

— No me enteré de nada de lo que ocurrió entre el 11 y el 17 de marzo. Es cuando vuelvo al trabajo cuando empiezo a leer cosas, a atar cabos, y emprendo un camino que me ha llevado a presidir la asociación. La anterior presidenta, que lo fue en los primeros doce años, vivió los momentos más duros de insultos y amenazas continuas de la ultraderecha. Tuvo que llevar incluso escolta.

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