Fina, abuela del fotógrafo, tiene ochenta y cinco años y padece Alzheimer. En 1997 Fina sufrió una embolia de la cual se recuperó. En noviembre de 2019, después de un ictus, le diagnosticaron demencia en un grado reducido. Debido al poco seguimiento que ha recibido el resto de patologías por culpa del covid-19, durante el confinamiento domiciliario su demencia ha aumentado exponencialmente.

Barcelona"Alzheimer en cuarentena" es un reportaje realizado el 15 de marzo del 2020, durante el periodo de confinamiento domiciliario. Nos muestra la historia de Fina, abuela del autor, que padece Alzheimer; los grises de la vida diaria de esta enfermedad y la degradación que sufre el cerebro de la protagonista. También expone la relación entre la paciente y la cuidadora principal, en este caso su propia hija, Núria; las emociones y conflictos que sufren diariamente y la paciencia necesaria para tratar este tipo de patologías.
Aunque con dificultad, a veces consigue escribir algunas palabras. Este es un ejercicio muy importante para tratar de ejercitar su agilidad mental y de frenar su degeneración neuronal.
Núria es la cuidadora principal de Fina. Durante el confinamiento recibió un permiso retribuido para poder estar cuidando de su madre. Antes del covid-19, Fina iba diariamente a un centro de día para personas mayores con dependencia, que tuvo que cerrar durante la pandemia. Laia acabó su carrera universitaria telemáticamente y en su tiempo libre ayudaba a su madre en la atención de Fina.
Aunque a veces duerme plácidamente, no es una cosa habitual. Ella acostumbra a desvelarse y chillar durante el transcurso de la noche, e interrumpe el sueño del resto de personas que dormimos en casa. Se piensa que ya es de día y acostumbra a gritar: "Bon día!" o "Mamá!", refiriéndose a su hija.
Después de presentar varios síntomas del covid-19 como fiebre o diarrea, a Fina le hicieron una prueba PCR. Los resultados tardaron cinco días en llegar, puesto que estábamos en pleno pico de la segunda oleada de la pandemia.
Fina empezó a perder el hambre como síntoma del covid-19, como también sufrió descomposición intestinal y vómitos.
A menudo, cuando está sentada, le dejamos los pies descalzos para que el frío del suelo ayude a la circulación de la sangre, puesto que tiene problemas de circulación causados por su reducida movilidad.
El cansancio y malestar que le ha generado el covid-19 hace que cerca de las siete de la tarde, Fina ya necesite ir a la cama a dormir. Intentamos alargarlo un poco, puesto que después se levanta a medianoche y no deja dormir al resto.
Con el tiempo la comunicación va disminuyendo hasta casi desaparecer. Hay días lúcidos en los que parece que su agilidad mental ha aumentado, pero es una ruleta rusa; posiblemente horas más tarde pase a estar de nuevo en sus peores momentos.
Después del resultado positivo en la PCR de Fina y a la espera del nuestro, la doctora recomendó confinar a Fina en una habitación de la casa. Como esto es imposible debido a su dependencia, en los primeros días de aislamiento se utilizó la mascarilla en casa por precaución. Posteriormente, después de nuestros resultados positivos, dejamos de utilizarla.
Después de más de diez días confinada, Fina ya puede salir a la calle a dar un paseo: unas horas antes recibimos el alta médica a través del teléfono móvil.
Habitualmente Fina está tan despistada que simplemente pasa el día dormitando o con la mirada perdida. Aunque cada vez sea más inusual, algunos días sí que está más despierta.
Desde muy pequeña la Fina ha sido cristiana practicante, curiosamente esta es una de las acciones que no acostumbra a olvidar. Aunque no recuerde con exactitud las oraciones, parte de ellas sí que las recuerda, y con la ayuda de Núria lo consigue.
Fina a menudo piensa que su medicación es algún tipo de veneno que le damos para matarla y se niega a tomarla. En parte imagino que es porque su cerebro asocia la medicación con una cosa mala. Toma antipsicóticos y ansiolíticos para poder dormir que la dejan todavía más aturdida.
Debido a las dificultades en la movilidad de Fina, no conseguimos ayudarla a subir más arriba del segundo piso. El aislamiento y la falta de seguimiento de su patología han comportado que después de un año de pandemia su grado de Alzheimer haya aumentado muchísimo.