Salud

Atrapados en su propio cuerpo: "No estamos así porque nos guste. Necesitamos ayuda"

Los recursos para tratar la obesidad en la atención primaria son mínimos en Cataluña y el acceso a una atención especializada es limitado

Alicia Rodríguez tiene 25 años, ha hecho dieta y deporte desde pequeña y, sin embargo, sufre obesidad mórbida.
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BarcelonaIr con ella por la calle es sentirse observada. Todo el mundo, sin excepción, la mira de arriba abajo. Algunos, de forma más discreta. Otros, con total descaro. Alicia Rodríguez, de 25 años y residente en Hospitalet de Llobregat, asegura que, desde que tiene uso de razón, ha estado a dieta y ha hecho deporte. A pesar de eso, sufre obesidad mórbida.

En el colegio la llamaban ballena, cerda…, la empujaban o le estiraban del pelo. Y de joven le han hecho creer que nunca tendría novio por estar gorda. “En el transporte público intento no sentarme, porque ocupo demasiado y no quiero molestar y porque después nadie se sienta a mi lado. Se crea un vacío”. También confiesa que tiene pánico de subir a un taxi porque no sabe si se podrá abrochar el cinturón, y que evita ir a restaurantes porque, coma lo que coma, aunque sea una ensalada, la juzgarán. La acaban de operar de reducción de estómago y su aspiración es tener una vida normal. Por ejemplo, ir al cine con sus amigos. Ahora no cabe en las butacas. 

 

Alicia Rodríguez mirando el escaparate de una tienda de ropa.

“No estamos así porque nos guste. No conozco ni una sola persona con sobrepeso que no haya intentado adelgazar”, afirma. Por eso ella, y el resto de personas con obesidad que participan en este reportaje dan la cara y se han dejado fotografiar, porque no quieren que se las continúe culpabilizando. Quieren que se las ayude. Los recursos para tratar la obesidad en la atención primaria en Catalunya son mínimos y el acceso a una atención especializada en un hospital es casi una travesía en el desierto. Se tarda años, a pesar de que la obesidad es una enfermedad y se considera la epidemia del siglo XXI. No lo dicen los pacientes, lo aseguran los propios médicos.a

La obesidad es una enfermedad

La doctora Andreea Ciudin, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) y coordinadora de la unidad de tratamiento integral de la obesidad del Hospital Vall d’Hebron, explica con un ejemplo muy gráfico por qué la obesidad es una enfermedad: “Si alguien fuma durante muchos años, desarrollará una bronquitis crónica y el daño será irreversible aunque después deje de fumar. Con la comida, pasa lo mismo. Si alguien come una dieta rica en carbohidratos y grasa durante años, aunque después adopte hábitos saludables, tendrá una respuesta anómala de su metabolismo y de sus hormonas. Estará fuera de su control. También pueden influir factores genéticos, ambientales… Es una enfermedad multifactorial”.

Por eso a menudo las dietas no sirven de nada. Se requiere un tratamiento especializado. En Catalunya los hospitales de referencia tienen unidades multidisciplinares para tratar la obesidad, con endocrinos, nutricionistas, psicólogos, neumólogos y cirujanos. El problema es que estas unidades solo tratan los casos más severos.

En concreto, el coordinador de la unidad de cirugía bariátrica y metabólica del Hospital de Bellvitge, el doctor Javier Osorio, calcula que solo estarían atendiendo un 10% de los pacientes que necesitan un tratamiento especializado, “la punta del iceberg”. A veces, ni los médicos de familia consideran la obesidad una enfermedad y no los derivan. Y otras, ni el propio paciente es consciente de su situación, argumenta. Y eso que el problema es bien gordo: según la Encuesta de Salud de Catalunya del 2022, el 15,3% de la población de 18 a 74 años sufre obesidad, y el 34,7% tiene sobrepeso. “Es más prevalente en las clases económicas medias bajas, porque es más barato comer en el McDonald’s que comprarse un trozo de merluza”, detalla el doctor.

Mariela Posadas es una de esas personas que no era consciente de que sufría una enfermedad. Tiene 46 años, vive en Castelldefels y siempre ha tenido sobrepeso pero, asegura, nunca se ha sentido disconforme con su cuerpo. Cuando tuvo a su hija, ganó kilos y, con la pandemia, aún se engordó más. Llegó a pesar 145 kilos y mide 1,55 metros.

Dice que ha hecho la dieta del astronauta, la de la piña, la de la alcachofa… y ninguna le ha funcionado. Ahora la tratan en una unidad especializada en obesidad en el hospital de Bellvitge y, por fin, se siente acompañada. “Es una enfermedad más psicológica que física. Con la comida, cubres otras carencias“. Tiene una hernia discal, el sacro desplazado, insuficiencia respiratoria… Está en tratamiento psicológico y psiquiátrico, y hasta le cuesta hasta estar de pie. “Para que la gente entienda cómo me siento, que coja un saco de 50 kilos e intente caminar. Tengo limitaciones hasta para limpiarme mis partes íntimas. Es triste pero es la realidad”. Y ya no puede continuar hablando, porque rompe a llorar.

Mariela Posadas tiene 46 años y sufre obesidad. Asegura que "es una enfermedad más psicológica que física".

Yamitza Muñoz también es de las que lleva la procesión por dentro. “Yo parezco la típica gordita feliz, pero es una máscara. Me hago la simpática y hago broma para que no se fijen en mi cuerpo”, confiesa. En realidad sufre depresión. Ella también ha tenido siempre sobrepeso, fue ganando kilos a medida que tuvo hijos, hasta que un día su cuerpo petó. La misma historia.

Sufre apnea severa del sueño y debe dormir con un respirador, a pesar de que solo tiene 52 años. Pesa 120 kilos y mide 1,62 metros. “Uno de los primeros síntomas es que te rozan las piernas al andar y se te irritan. Llevo así 20 años. Es algo que sufrimos en silencio todas las mujeres con obesidad. Dejamos de llevar tejanos y nos pasamos a las mallas. Las sintéticas nos escuecen, y las de algodón se desgastan enseguida”, declara. También dice que siempre va con toallitas para secarse, porque suda mucho y le da miedo oler mal.

Yamitza Muñoz con el respirador con el que duerme.

Aunque las unidades especializadas en obesidad solo atienden un 10% de los pacientes que necesitan un tratamiento, hay largas listas de espera. Por ejemplo, la doctora Ciudin dice que en el Hospital Vall d’Hebron se tarda más de un año para una primera visita. En cuanto a la cirugía bariátrica, el tiempo de espera medio en Catalunya es de 261 días, y de un máximo de tres años y ocho meses, según datos del departamento de Salud. En fecha de 17 de septiembre, había 1.113 personas en lista de espera. Para llegar ahí, no obstante, antes han debido seguir un largo recorrido.

Por ejemplo, Juan Luis Román ha probado sin éxito durante años “todas las dietas que existen”. Hasta que, por fin, el endocrino lo derivó a Bellvitge. Tuvo que esperar dos años para que lo atendieran en el hospital, y dos más para que le intervinieran de reducción de estómago. Hace pocos días ha salido del quirófano. En 2011 cerró la empresa donde trabajaba y no ha vuelto a encontrar empleo. “Voy a entrevistas, ven que estoy gordo y que tengo más de 40 años, y ya no me contratan”, lamenta. Le cuesta hacer algo tan cotidiano como ponerse el calzado. Por eso siempre va con crocs.

A Juan Luis Román le cuesta hacer algo tan cotidiano como ponerse el calzado. Por eso siempre va con crocs.
Juan Luis Román ha tenido que esperar dos años para que le operaran de reducción de estómago.

Cirugía plástica

Muchos de los pacientes que se operan de reducción de estómago necesitan después cirugía plástica porque les sobra demasiada piel con la pérdida de peso. El Servicio Catalán de la Salud establece que esas operaciones se hagan solo si hay un problema “funcional”. Por ejemplo, en el caso del abdomen, solo se pueden operar las personas con un índice de masa corporal igual o inferior a 30. Además deberán tener una hernia, el exceso de piel les debe “cubrir los genitales externos” o les tiene que provocar “necrosis o úlceras” que no se curen con tratamiento antibiótico. Así lo dice literalmente la normativa.

Los agraciados que cumplan estos requisitos tampoco son operados de forma inmediata. La jefa del servicio de cirugía plástica y reparadora de Bellvitge, la doctora Anna López-Ojeda, calcula que en ese hospital hay una lista de espera de entre seis meses y un año para una primera visita, y de un año y medio más para la intervención.

Vanesa ha recibido una carta de su hospital en Barcelona que dice que no es apta para la cirugía plástica. El pecho y la barriga le cuelgan, pero no lo suficiente según la normativa. Con la reducción de estómago, perdió 39 kilos. “¿Ahora quién me arregla esto? -dice mirando con asco su barriga-. A veces pienso que hubiera sido mejor quedarme como estaba”. Hacer deporte tampoco le ayudará a reducir la piel caída. A pesar de que ahora se dice tanto que la salud mental es muy importante, ella siente que la han dejado tirada y tiene que tomar pastillas contra la ansiedad. Tiene 39 años, es limpiadora y, con su sueldo, no se puede permitir recurrir a la sanidad privada.

A Vanesa le han denegado someterse a una cirugía plástica porque, según la normativa, los senos y la barriga no le cuelgan lo suficiente después de perder 39 kilos.

María, que prefiere no decir su nombre real, no se ha operado de cirugía bariátrica pero ha perdido 44 kilos después de que le pusieran un marcapasos y le recetaran una medicación contra la retención de líquidos. Ahora su abdomen le cuelga hasta casi las rodillas y también tiene una hernia. Sin embargo, su IMC continúa siendo superior a 30, así que tampoco cumple los requisitos para la cirugía plástica en la sanidad pública. Antes salía a la calle. Ahora está siempre encerrada en casa porque casi no puede caminar y, si tiene que ir al médico, la trasladan en una ambulancia. “Yo no pido un tipín, sólo pido una vida normal y corriente. Necesito que me ayuden”, suplica desesperada.

María ha perdido 44 kilos y el abdomen le llega hasta casi las rodillas. Sin embargo, no le hacen una cirugía plástica porque su índice de masa corporal sigue siendo superior a 30. O sea, no ha adelgazado lo suficiente.

El director del área asistencial del Servicio Catalán de la Salut, Ignasi Carrasco, sale al paso de la siguiente manera cuando se le pregunta por esta situación: “La normativa es una orientación. Cada caso es cada caso. Se tienen que analizar y tomar una decisión colegiada”. También afirma que “no tenemos un criterio general” para saber qué pacientes con obesidad se derivan de la atención primaria a una unidad especializada: “Cada territorio lo pacta a nivel local”. Y que, de momento, no prevén un incremento de recursos para tratar esta enfermedad. Destaca que ya han aumentado el número de operaciones bariátricas –el año pasado se hicieron 1.335 de enero a octubre, y éste ya llevan 1.452 en el mismo periodo-, y han introducido la figura de los dietistas-nutricionistas en los CAP.

Dietistas-nutricionistas en los CAP

Desde este año estos profesionales organizan grupos psicoeducativos en la atención primaria para fomentar un estilo de vida saludable. En los grupos participan un máximo de quince personas con obesidad, que comparten sus experiencias y también reciben el apoyo de psicólogos y fisioterapeutas.

Mª Àngels López Macaya, de 64 años, es una de las pacientes que participan en estos grupos y está francamente satisfecha. Pesa 130 kilos, mide 1,58 metros y tiene serios problemas de movilidad. Por la calle se desplaza con una scooter, y en casa con muletas. Para cocinar, se sienta en una silla. “Hace años fui al CAP a pedir ayuda y la enfermera me dio una hoja con una dieta. No me sentí ni atendida, ni motivada”, se queja. Ahora, en cambio, asegura que sí que la están ayudando. “La pena es que estos grupos duren tan poco”, lamenta.

M. Àngels López Macaya tiene dificultades para mantenerse en pie a causa de la obesidad y cocina sentada en una silla.
M. Àngels se desplaza con una escúter porque tiene dificultades de movilidad a causa de la obesidad.

En la actualidad, en la atención primaria, hay un dietista-nutricionista por cada 50.000 habitantes. En consecuencia, los grupos psicoeducativos son limitados y cada paciente puede asistir a doce sesiones semanales como máximo. La doctora Violeta Moizè, vocal del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Catalunya, evita valorar si el número actual de estos profesionales es suficiente: “Catalunya es la única comunidad con dietistas-nutricionistas en la primaria. Lo conseguimos después de mucha lucha. La queja no sirve de nada. Hay que trabajar y demostrar el valor que aportamos”, contesta.

En cambio, Paulina Nowicka, profesora en nutrición y dietética de la Universidad de Uppsala, en Suecia, se queda estupefacta por la baja ratio de estos profesionales en Catalunya. “Hace falta voluntad política para impulsar cambios”, reivindica. Suecia es uno de los países que está tomando más medidas para combatir la obesidad, según el Atlas Mundial de la Obesidad 2022. Otro aún lo tenemos más cerca: Portugal.  

Allí la situación no es perfecta, pero desde el 2005 existe un programa nacional contra la obesidad, los pacientes que necesitan cirugía plástica después de una operación bariátrica son intervenidos en hospitales privados a cargo de la sanidad pública, y en 2021 se impulsó una resolución en el Parlamento para que la Seguridad Social cubra parte del coste de medicamentos como Ozempic para determinados pacientes con obesidad, según explica al ARA el doctor José Silva-Nunes, jefe del departamento de endocrinología, diabetes y metabolismo del Centro Hospitalario Lisboa Central.

Ozempic

En España el Ozempic está financiado por el sistema público para personas con diabetes, pero no para pacientes con obesidad, a pesar de que también funciona para perder peso. “También se tendría que financiar para esos pacientes en una situación complicada. Cuestionarlo los estigmatiza, porque parece que sufran obesidad porque quieren”, denuncia la doctora Moizè.

Juan García, de 51 años, es uno de esos pacientes en situación complicada. Llegó a pesar 176 kilos, mide 1,80 metros y las varices de las piernas le petaron literalmente. Ahora en la pierna derecha lleva una media compresiva, y en la izquierda le hacen curas en el CAP cada semana. “No me quiero operar de reducción de estómago, porque mi padre y mi abuelo se quedaron en la mesa de un quirófano”, justifica. Con la ayuda de Ozempic ha conseguido perder 20 kilos. Se lo paga de su propio bolsillo, además de las vendas y los apósitos para la pierna. En total se gasta unos 200 euros mensuales, a pesar de que no le sobra el dinero. Está de baja desde el año pasado, y su mujer es dependienta. Tienen dos hijos.

Juan García sufre obesidad y debe pagar Ozempic de su bolsillo para perder peso, porque no tiene diabetes.
Las varices de las piernas le petaron a Juan García debido a la obesidad. Ahora le hacen curas semanales en el CAP.

TikTok está plagado de vídeos sobre Ozempic como si fuera la panacea y bajar de peso fuese la cosa más fácil del mundo. Eso no ayuda para que se tome el tema en serio, no es nada baladí. En la actualidad cuatro de cada diez niños en Catalunya tienen obesidad o sobrepeso. Para frenar esa tendencia, sí hay infinidad de iniciativas. Sin embargo, el pediatra Francesc Fornaguera se muestra escéptico. Una conocida empresa de embutidos publicita estos días sus productos con un anuncio en que una niña acepta cenar porque esa noche hay pizza. “Podemos hacer las iniciativas que queramos que, con anuncios así, nos las destrozan en 30 segundos”, concluye el pediatra.   

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