Barcelona"La supermanzana del Poblenou era un McGuffin", una trama hitchcockiana de aquellas que hacen pensar al espectador que la acción irá por un lugar cuando en realidad todo avanzará hacia otra dirección. Una maniobra para mantener la trama en tensión. Así lo defiende el ingeniero Francesc Magrinyà, que asegura que dio el paso a la política –a BComú– para rediseñar Barcelona, y específicamente el Eixample, en ejes verdes como los que ahora se proyectan para pacificar una de cada tres calles y ganar plazas en los cruces. Él ya pintaba de verde el mapa de las calles del Eixample –fruto de diferentes procesos de debate ciudadano– antes del primer mandato de Ada Colau, que sirvió de impulso a las supermanzanas.
Ahora, como conseller de los comunes en el distrito, defiende que el modelo aplicado en el Poblenou no es el que marca el desenlace final de la película, para seguir con el símil cinematográfico, y que esto ya quedó claro cuando se tuvieron que hacer retoques para ablandar la estructura de 3x3 (las nueve manzanas de casas que quedan en el interior de la supermanzana) y permitir el paso del autobús por el interior: "Era una acción top-down, un proyecto hecho de arriba abajo y sin una participación ciudadana seria". Magrinyà defiende que el modelo que se aplicó en Sant Antoni, que es el que ahora se quiere generalizar, ya fue diferente y que fue el resultado de un intenso debate con el tejido del barrio, como el que se hizo también en el ámbito de las calles Consell de Cent y Girona, los primeros ejes previstos, junto con Rocafort, donde no ha habido un debate específico. Ya en el mandato pasado Ton Salvadó, que era director de Modelo Urbano, apuntaba que la supermanzana del Poblenou les había dejado dos lecciones: que había que intensificar la participación ciudadana y que el modelo "no se podía industrializar", que había que adaptarlo al terreno.
La idea que ahora se impone, según Magrinyà, es plantear el proyecto de pacificación a escala de todo un barrio y no ya en agrupaciones de manzanas, sean de nueve o de fracciones más reducidas: "Ya no se habla de crear recintos, sino de ganar el espacio en las mismas calles". Como si fuera una red de carriles para peatones que se sume a la que ya funciona para el autobús con la nueva red ortogonal y a la que se está desplegando para la bicicleta. En un futuro, defiende, calles que ahora se marcan como ejes verdes tendrán que dejar de tener autobuses y tampoco serán las vías principales para los desplazamientos en bici. "Hace falta una red para peatones, ahora ya es evidente que el espacio de las aceras no es suficiente", explica.
Sin embargo, para hacer que el cambio de uso en las calles sea real, que se vean como espacios "seguros" para jugar y pasear, asegura que hay que reducir la velocidad de circulación a 10 km/h, como se prevé en el proyecto estructural de los nuevos ejes. Pero es un paso difícil si se tiene en cuenta que en las calles pacificadas con urbanismo táctico todavía es complicado incluso asegurar los 30 km/h. "Los bloques de hormigón que han generado polémica no son peligrosos si se cumple la velocidad 30km/h, pero la clave es asegurar esta velocidad", defiende.
A las críticas del RACC, que defiende en un estudio que los espacios pacificados están desaprovechados, responde diciendo que el consistorio está evaluando su funcionamiento pero que, en cualquier caso, el gran cambio se hará cuando los itinerarios para peatones se conecten a través de las plazas en los cruces, y se pueda ir paseando por Consell de Cent desde el Parque de Joan Miró hasta el Parc de les Glòries.
Y las peticiones de más valentía de entidades como Eixample Respira, que ha pedido intervenciones que afecten vías básicas como Aragó y Gran Via, las encaja defendiendo que "lo importante era empezar a andar", y que los cambios se imponen por la urgencia de hacer frente a la emergencia climática y mejorar la salud de los barceloneses. Y esta misma urgencia asegura que hace evidentes dos necesidades: el peaje urbano y el plan para hacer de pago todas las plazas de aparcamiento en la calle, que ya se está desplegando.
"No son supermanzanas"
Un aspecto que no ayuda en el debate es la denominación. Que se denomine supermanzanas a una cosa que ya no lo son no gusta al padre de las supermanzanas en Barcelona, Salvador Rueda, que defiende que estas estructuras son la idea más importante que lanza Barcelona al mundo y niega en redondo que se hayan demostrado demasiado rígidas o ineficientes. Recuerda que hay en Gràcia y en el Born y que se hacen en otras ciudades como Vitoria, donde se ha rediseñado todo el municipio. Remarca que si Barcelona aplicara el esquema estricto podría ganar muchos más espacios libres de tránsito. Por menos de 300 millones, calcula, se puede llenar la ciudad de supermanzanas tácticas y multiplicar por cuatro el número de plazas que se crean con los ejes: "Que no hablen de supermanzanas si no es lo que piensan desplegar", dice.
La plataforma vecinal Eixample Respira, por su parte, ha dejado constancia de su "preocupación y decepción" por el plan de los ejes verdes, que considera que se centra en vías que ya tienen cierto nivel de pacificación y no toca las "autopistas urbanas". También cuestiona que se hable de Supermanzana Barcelona, un nombre que consideran que hace pensar en un proyecto más ambicioso de lo que realmente es.
Vegetación en las calles y en el futuro parque de la avenida de Roma
Ganar verde en el Eixample es una quimera que el gobierno municipal busca ir consiguiendo en pequeñas grandes gestas como la extensión de los huertos urbanos y la incorporación de vegetación en los tramos de calle pacificada. El arquitecto en jefe de la ciudad, Xavier Matilla, de hecho, presentaba el proyecto para generar ejes verdes como la única manera posible de ganar nuevos espacios con vegetación en la trama Cerdà en las nuevas plazas en los cruces. Pero hay, también, lugares que se abren como oportunidades, como la antigua prisión Modelo, donde se proyecta un parque de 14.000 metros cuadrados, o la avenida de Roma, que según Francesc Magrinyà, consejero de BComú en el Eixample, se tiene que convertir en el gran parque lineal de la zona.
Asegura que el proyecto, que de momento no tiene un presupuesto asignado, sí que ha avanzado ya en los trabajos previos, como estimar los costes que supondría añadir vegetación en un espacio por debajo del cual pasan las vías del tren, un precio que se ha considerado "asumible", o hacer un estudio sobre el refuerzo que necesitaría el pórtico. Magrinyà explica que su "deseo personal" sería poder convocar un concurso internacional de ideas, como el que se ha lanzado para definir los nuevos ejes verdes para encarar esta transformación. Considera el proyecto "de sentido común", teniendo en cuenta que una de las premisas más repetidas en cualquier sesión de debate vecinal en la Esquerra de l'Eixample es que falta verde. Es la zona de la ciudad cuya proporción de vegetación por habitante es más baja.