Barcelona

El peaje de convivir con un piso turístico: "Lo único que quiero es descansar"

El Ayuntamiento de Barcelona priorizará retirar licencias en los pisos que generen molestias en comunidades de vecinos

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Turistas entrando con maletas y latas de cervezas en un bloque de apartamentos

BarcelonaAlba Sala pasa horas mirando a la aplicación qué días estará libre un piso turístico de la calle Bruc de Barcelona, ​​en la Derecha del Eixample. No es que tenga especial interés en reservarlo. Es que vive debajo. Las noches en las que no está reservado, explica, son las noches que sabe a ciencia cierta que podrá dormir. No son muchos. “Lo único que quiero es descansar. Hace dos años tuvo que venir a buscarme una ambulancia después de tres noches sin poder dormir”, recuerda. Sin embargo, el insomnio es sólo uno de los quebraderos de cabeza que le supone convivir pared por pared con un piso turístico.

En conversación con el ARA, Sala desgrana alguno de los episodios que se han vivido durante el último año en su blog de la calle Bruc, donde, además del de encima de su casa, hay un segundo piso turístico. Ambos son legales. “Nos encontramos de todo”, apunta, y arranca un relato salpimentado de escenas que van desde restos de orina y heces en los rellanos hasta botellas de cristal desmenuzadas en el ascensor, extintores despejados en la escalera y destrozos al portero automático y en la moto de uno de los vecinos. Lo peor, dice, es el ruido. “Muchas veces los turistas que vienen son grupos de gente joven que organizan fiestas en el piso”, dice. Lo corrobora Esther Roset, que comparte rellano y disgustos con Sala: “Alguna vez han traído incluso a prostitutas”, lamenta.

Alba Sala y Esther Roset conviven con un piso turístico sobre su casa.

Casos similares a los que describen Sala y Roset se repiten en otros bloques de pisos de Barcelona. Por ejemplo, en el de Ferran Peris en el barrio de la Vila Olímpica, junto a la playa y en una comunidad de vecinos con piscina. Un caramelo para los turistas. En su caso, él vive en el bajo y tiene un piso turístico encima y otro al lado. También ambos son legales. "Llegan borrachos de madrugada pegando gritos y continúan la fiesta aquí", denuncia. En el móvil tiene un audio grabado una madrugada desde su comedor en el que se puede sentir perfectamente cómo retrona la música techno de los vecinos. “Una noche incluso me encontré con uno tipoque intentaba acceder a su piso desde mi terraza”, explica.

El protocolo recomendado ante estos conflictos implica llamar a los teléfonos 24 horas que los pisos turísticos deben tener disponibles. Sin embargo, estos vecinos dicen que no siempre es efectivo y que muchas veces, además de llamar a la policía, no les queda otra opción que subir ellos a pedir silencio. "Les llamas la atención y encima te pones en un apuro", lamenta Peris. Coincide Sala, que admite que muchas veces sube con miedo a si los turistas se le encararán. En su caso, además, asegura que, desde que ha denunciado el caso a los medios y ha logrado que la comunidad de vecinos pusiera el caso en manos de una abogada, ha recibido presiones por parte de la agencia que gestiona los pisos turísticos de su blog, que le ha amenazado con denunciarla por acosar a los turistas.

Una red de afectados

Para combatir esa sensación de indefensión, Sala y Roset están intentando articular a un grupo de afectados. Reparten por los buzones de la Derecha del Eixample –un barrio donde el 66% de las camas ya son para el turismo y donde hay 1.700 pisos turísticos, según datos del Ayuntamiento– folletos en los que animan a la gente que convive con pisos turísticos a organizarse para presionar a las instituciones y encontrar una solución. En unas semanas ya han logrado decenas de adhesiones de otros vecinos. Uno de ellos es Àlex Soria, que vive de cerca la situación de un bloque entero de pisos propiedad de una única persona que, justo antes de que el Ayuntamiento restringiera las licencias, registró todas las viviendas como piso turístico aunque todavía tenía inquilinos. Algunos de ellos son mayores con una renta antigua que ahora conviven con pisos turísticos al lado.

El folleto que Alba Sala y Esther Roset están repartiendo entre los vecinos de la Derecha del Eixample.

Aún no forma parte de la red una vecina de Enric Granados que comparte problemas pero que prefiere mantener el anonimato. Ella convive con un piso turístico legal y un piso de alquiler temporal que, denuncia, muchas veces “funciona como piso turístico ilegal”. Lleva un año tomando ansiolíticos. Entre las argucias que, denuncia, utilizan los propietarios del piso para no ser atrapados por los servicios de inspección está “hacer entrar y salir a los turistas fuera de los horarios habituales de inspecciones” o poner a una persona a vivir en el piso que es quien se encarga de recibir a los turistas para que parezca que alquila habitaciones. Fuentes de la Jefatura de Servicios y de Inspección del Ayuntamiento admiten que estos casos son especialmente difíciles de detectar.

Las quejas de estos vecinos ya han llegado a la mesa del Ayuntamiento. El concejal del Eixample y responsable de turismo Jordi Valls se reunió recientemente y admitió las dificultades de actuar cuando se trata de pisos turísticos con licencia, ya que ahora mismo sólo se les podría revocar si no tuvieran cédula de habitabilidad en vigor o si acumularan más de tres sanciones firmes por no disponer de teléfono de atención 24 horas. Valls subraya que la intención del Ayuntamiento es reducir "sustancialmente" en el futuro los pisos turísticos y priorizar los sitios más masificados y los que generan molestias en comunidades de vecinos.

Mientras no se aterriza el decreto de la Generalitat que convertirá en temporales (cinco años) las licencias actuales y permitirá revocarlas, el Ayuntamiento intenta trabajar con las plataformas para que "colaboren con la convivencia de la ciudad" y se establezca algún tipo de protocolos para restringir los anuncios de los pisos turísticos legales que acumulen varias denuncias por molestias a la comunidad.

Apartur pide derecho de admisión

El presidente de la Asociación de Apartamentos Turísticos de Barcelona (Apartur), Enrique Alcántara, apunta que es clave que los pisos turísticos tengan sonómetros "para evitar cualquier molestia a los vecinos", pero pide más herramientas para poder hacer frente a los turistas que no se comportan. En este sentido, reclama que las plataformas como Aibrnb o Booking permitan a los gestores de los pisos ejercer su derecho de admisión y cancelar reservas sin penalizaciones cuando crean "que alguien puede ser molesto". También pide que las administraciones les autoricen a "desalojar un piso turístico que sea molesto".

Sin embargo, Alcántara reivindica el sistema de mediación impulsado por el Ayuntamiento entre vecinos, propietarios de pisos turísticos y operadores y que, dice, permite que "la gran mayoría de posibles molestias lleguen a resolverse completamente" con medidas como la instalación de básculas en los ascensores para evitar su uso excesivo, señalizar claramente los interfonos o priorizando que los check-ins no se hagan de noche.

Aun así, el sistema de mediación no siempre tiene éxito. Algunas veces el entendimiento entre las partes es imposible, porque unos se consideran "propietarios de segunda" debido a que en una misma finca haya quien gane dinero y se enriquezca con su piso mientras que el resto de vecinos tengan que sufrir las consecuencias. Por eso, piden que se prohíba que los pisos turísticos puedan convivir en bloques de pisos con vecinos. "Deberían estar todos en un mismo edificio", concluye Sala.

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