Barcelona

Roger Pallarols: "Algunos querrían una Barcelona pandémica y paralizada"

Director del Gremio de Restauración de Barcelona

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Roger Pallarols, presidente del gremio de restauración

BarcelonaBarcelona cerró, a finales de 2017, la llamada guerra de las terrazas sobre el espacio que pueden ocupar bares y restaurantes en la calle. La pandemia, sin embargo, ha abierto nuevos capítulos de esta historia, con el debate sobre cómo hacer permanentes las terrazas ampliadas y como ir retirando los polémicos bloques de hormigón amarillos. También han resurgido dudas sobre los horarios: el Ayuntamiento valora un adelanto de la hora de cierre y el pleno de este viernes ha aprobado aplicar con urgencia controles sonométricos a las once zonas más perjudicadas. El director del Gremio de Restauración, Roger Pallarols, rechaza del todo el nuevo debate sobre los horarios.

Nos estamos preparando para un verano, por fin, con cierta normalidad. Ya hemos visto una Semana Santa de turismo masivo en Barcelona... y vuelve el debate sobre el decrecimiento. ¿Cómo lo ve?

— Con preocupación. Parece que no hayamos aprendido nada de dos años de agujero económico y de las consecuencias que la paralización de la movilidad ha tenido sobre una ciudad que debe de su éxito a haberse posicionado en el ámbito internacional. En estos dos años hemos comprobado como queda de esquelética Barcelona y las consecuencias enormes que tiene esta paralización en las familias que viven directamente o indirectamente del turismo. El debate es caduco. La pandemia ha demostrado la debilidad de la ciudad cuando la movilidad internacional no funciona. Lo que hemos visto estos dos años es la no ciudad, no era Barcelona.

Y esto nos lleva al debate del horario de las terrazas: con entidades como la patronal del ocio nocturno que piden alargarlo y los vecinos de las zonas más afectadas que claman por acotarlo.

— Barcelona tiene hoy los horarios más restrictivos de Catalunya y de España. No tenemos un problema de horarios. Hemos hecho una encuesta con un millar de usuarios que muestra que la mayoría querría equiparar más los horarios de las terrazas a los de ciudades como Madrid, Sevilla o las otras tres capitales de provincia de Catalunya. Como Gremio, hemos decidido no cogernos a esta petición de alargar horarios, a pesar de que la consideramos muy razonable, y lo hemos decidido por lealtad a un pacto que costó mucho construir: todo el mundo recuerda el larguísimo conflicto de las terrazas que hubo el mandato pasado y en 2018 se construye un consenso muy amplio que queda recogido en la ordenanza. Llegamos a un acuerdo, que es igual para todo Barcelona, por el que se permiten terrazas hasta las 24 h los días de cada día y hasta la una las vigilias de festivos. No es desproporcionado en absoluto y lo que haremos ahora es mantenernos leales a este pacto, pero no aceptaremos ninguna reducción, ni general ni por calles.

 ¿Y en las 11 zonas que el Ayuntamiento tiene identificadas como problemáticas por el ruido, como las plazas de Gràcia o la calle Enric Granados?

— En ninguna parte.

Que en pandemia haya habido locales en estas zonas ya saturadas que han puesto más mesas de las permitidas u otras picarescas no debe de haber ayudado a calmar los ánimos de los vecinos...

— No tengo esta sensación. Son los de siempre diciendo lo de siempre con independencia del contexto. Están en contra de todo, de la misma configuración de una gran ciudad. La pregunta que nos tenemos que hacer es cuántos son. Algunos piensan que la ciudad pandémica y paralizada es el modelo que querrían, pero es una anomalía.

¿Se esperaban que el Ayuntamiento les permitiría la consolidación generalizada de las terrazas que tenían que ser excepcionales por la pandemia?

—  No lo esperábamos. Fue una medida acordada para apoyar al sector ante las restricciones. Nace como un acuerdo in extremis entre el Gremio y el Ayuntamiento, que antes de la pandemia habían estado muchos años peleado por las mesas y las sillas, y que, curiosamente gracias al covid, van a la par para reforzar una industria vital. La medida nace primero para seis meses, pero la dureza de la pandemia obliga a alargarla durante todo 2021 y se llega a la conclusión de que estos espacios han llegado para quedarse porque quien los ha abrazado ha sido la ciudadanía.

Aún vemos muchas New Jerseys en la calle, incluso algunas abandonadas que no utiliza ningún local.

— La administración no es ágil y el proceso está teniendo dificultades. El gobierno mantiene la voluntad de que el proceso avance, pero nos hemos encontrado que las instrucciones publicadas eran muy restrictivas, más de lo que lo es la ordenanza de 2018 en la que se tendrían que basar. Cuando se trata de decir que sí, al Ayuntamiento le cuesta y no puede ser tan complicado facilitar la vida de las empresas y los ciudadanos. Por suerte estamos renegociando los criterios, lo que demuestra que el gobierno tiene voluntad de consolidar terrazas. Tenemos los ojos puestos.

El otro caballo de batalla que tienen sobre la mesa es el de la tasa que pagan las terrazas y que desde el estallido de la pandemia está bonificada al 75%, pero que con el anuncio de subida de 2019 provocó una fuerte polémica.

— Los dos grandes temas con los que evaluaremos el mandato del gobierno municipal son precisamente la consolidación de terrazas y la tasa, que es una herida abierta para el sector.  Durante la pandemia, gracias a pactos extraordinarios, hemos impedido que la herida sangre, pero no está cerrada. Lo que vivimos en 2019 no es una actualización de la tasa, sino un incremento abusivo, que ha comportado que en algunos lugares tengamos tasas que quintuplican las de calles equiparables de ciudades como Madrid. Es una barbaridad y se tiene que reconducir.

¿Se esperaban poder llegar a acuerdos como los de las terrazas o la bonificación de las tasas con un gobierno donde están los comunes?

—  Con la teninenta de Urbanismo, Janet Sanz, que es con quien nos ha tocado hablar, la negociación siempre se ha producido de manera deseada por las dos partes. Tiene mucho sentido común y la vemos como una negociadora fiable. También es cierto que todo lo que tiene que ver con el ámbito fiscal, que es lo que depende del PSC, se acordó más rápido.

¿Y la relación con la exconcejala Gala Pin, que los acusa en su libro de ser un poder que intenta condicionar las políticas sin haber pasado por las urnas?

— Leí la entrevista a Gala Pin en el ARA y lo que hace, cuando acusa al Gremio de trato de favor y de ir a los despachos a decir cómo se tenían que dibujar los planos, es una acusación grave, que puede ser delictiva, porque no es cierta. Suponemos que se refiere a planes de usos que se hicieron antes de que ella fuera concejala y entonces tiene que ser lo que se aprobó en julio de 2013, pero yo soy director del Gremio desde febrero de 2014. Mi participación en aquello que ella dice que pasó es imposible. Lo que hace en el libro es construir la idea de sujetos legítimos versus sujetos ilegítimos. Y esta es una visión muy sectaria. Seguro que no diría lo mismo de asociaciones que tampoco han pasado por las urnas y buscan influir, como la PAH.

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