Salud

Cómo el cáncer de mama elimina el deseo (y casi no se explica)

La pérdida de libido, el vaginismo o la incapacidad de lubricar son algunos de los efectos invisibilizados de la terapia oncológica

BarcelonaCuando Rebecca Stewart empezó la quimioterapia para combatir el cáncer de mama no sabía que su deseo sexual casi desaparecería al cabo de tres meses, que sería incapaz de lubricar o que su vagina se contraería hasta el punto de no poder disfrutar del sexo con penetración. "Era como si mi cuerpo se hubiera cerrado al sexo a pesar de que mi cabeza lo quisiera. No sabía si aquello era normal ni si volvería a ser la de antes", dice. Durante las primeras sesiones del tratamiento, que acabó alargándose seis meses, su oncóloga la preparó para la pérdida de pelo y las náuseas, pero a Rebecca, que entonces tenía 29 años, nadie le dijo que su sexualidad se resentiría tanto. Tampoco a Marta, que tenía 48 años cuando le diagnosticaron un tumor en la mama. Su libido cayó en picado y rechazaba frontalmente la idea de tener sexo después de iniciar el tratamiento. "En la consulta nadie lo mencionó. No fue hasta que me derivaron al psicólogo, porque mis relaciones sociales se habían visto muy afectadas, que también abordamos los efectos de la terapia en mi vida sexual", recuerda. 

Todas las mujeres que reciben un tratamiento contra el cáncer de mama, sea quimioterapia o terapia hormonal, experimentan cambios biológicos y físicos, pero también emocionales, que les hacen perder el deseo sexual o les hacen imposible tener una vida sexual activa y placiente. Estos tratamientos reducen el estímulo estrogénico y, a la práctica, provocan la retirada precoz de la regla. "La mujer entra en una fase de menopausia: se le va la regla, tiene sofocos, sequedad vaginal, bajada de la libido y pérdida de la elasticidad vaginal. El sexo hace daño", explica Sònia Servitja, jefe de sección del servicio de oncología médica del Hospital del Mar. Y todo ello tiene un denominador común: los fármacos que curan el cáncer arrasan con mucho más que las células cancerosas.

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Estos problemas los sufren el 99% de las pacientes, pero casi nunca se las informa con antelación desde los servicios médicos. Los efectos secundarios sexuales causados por los tratamientos contra el cáncer tampoco se incluyen en la documentación que se les hace llegar, a pesar de que se supone que tiene que prepararlas para comprender qué pueden esperar desde que inician la terapia y cómo pueden actuar en consecuencia. Por desconocimiento o por falta de apoyo profesional, pues, muchas mujeres los acaban normalizando o asumiendo como irreversibles. "Los profesionales tendríamos que ser los primeros en formarnos e informarnos al respeto para poder trasladar toda la información sobre su salud. Igual que les recomendamos tomar Primperan para los vómitos, también les tenemos que poder derivar con especialistas, como sexólogos, que las puedan ayudar con los problemas sobrevenidos que tienen que ver con su sexualidad", dice Servitja.

Sesgo de género

Marta cree que el problema es el sesgo de género de la sociedad, que también influye en la autopercepción que pueden tener las mujeres sobre el sexo o la importancia que se les ha inculcado que tienen que darle. "Socialmente se presupone que el sexo de una mujer es secundario", afirma. Ella misma en un primer momento lo rehuía: creía que no era importante, si lo comparaba con el diagnóstico. "Fue un golpe muy traumático que me provocó depresión. Pero cuando estaba más animada porque el tratamiento iba bien y yo avanzaba, quise recuperar aspectos de mi vida que habían quedado relegados, como el sexo, y me di cuenta que tenía que buscármelas para generar situaciones de bienestar y salud sexual", dice. 

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Para Rebecca, hombres y mujeres no reciben un trato equitativo en situaciones similares. "Cuando un hombre se visita en el urólogo por un cáncer de próstata recibe Viagra y en las consultas se les habla de sexualidad, o de cómo puede afectar el tratamiento a sus erecciones. A las mujeres no", denuncia la británica, que asegura que el mensaje que se envía es que la sexualidad de la mujer es secundaria o directamente inexistente. "Es impensable que un hombre no experimente una erección, pero es indiferente que la mujer no pueda llegar al orgasmo o ni siquiera pueda masturbarse", reivindica.

Ante esto, Rebecca, que es guionista y directora de cine erótico feminista para la productora de Erika Lust, se plantó: grabó un cortometraje erótico que trata el impacto del tratamiento contra el cáncer de mama en la sexualidad femenina. Llamado Wash me, explica su historia personal como paciente y el proceso hacia la recuperación de la enfermedad. "Con este corto quería concienciar e iniciar una conversación. Que las mujeres que pasen por una situación como la mía hablen con su entorno, sus parejas y sus médicos", explica. La película se puede mirar gratis aquí y, por cada entrada en el enlace, se dará un euro para el cáncer de mama al Hospital de la Mar.

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Herramienta de reconexión

Servitja defiende que la raíz del problema es que la sexualidad femenina continúa siendo un tabú, sobre todo entre mujeres más mayores, que por vergüenza, desconocimiento o, incluso, ideología, ni siquiera se plantean que el sexo forme parte de su salud. "La sociedad es machista y el placer de la mujer y su salud sexual se han invisibilizado siempre", lamenta. “Falta normalizar la sexualidad, entenderla como una parte más de las relaciones humanas y como una dimensión a la que no se tiene que renunciar por el hecho de estar pasando o haber pasado por un proceso oncológico”, coincide la psicooncóloga y oncosexóloga Rosanna Mirapeix. 

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Rebecca también usa la palabra tabú. "Creo que las mujeres con cáncer de mama nos enfrentamos a un triple tabú: las mujeres no hablan de sexualidad, las mujeres no hablan de sexualidad femenina y las mujeres no hablan de sexualidad si están enfermas". En esto último, apunta, también se esconde la idea perversa que un paciente solo se tiene que preocupar por sobrevivir, pero no de vivir o de hacerlo con calidad de vida. 

El sexo no es solo una forma de divertirse, sino que también es una herramienta de empoderamiento, de aumento de la autoestima y de reconexión con un mismo después de haber vivido un episodio tan angustioso como la superación de un cáncer, subrayan las expertas. "Yo había días que pensaba que mi cuerpo me fallaba, que iba en mi contra, y lo odiaba porque me hacía pasar horas en el hospital –recuerda Rebecca–, pero el sexo y la sexualidad me ayudaban a recordarme a mí misma que seguía viva y que mi cuerpo podía darme placer, no solo sufrimiento".

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La solución mágica para recuperar la libido o hacer más placiente el sexo no existe, pero sí que hay recursos para mejorar el sexo y aprender a disfrutar, como por ejemplo el uso de gel lubricantes, los dilatadores y los ejercicios de Kegel, así como la terapia psicológica y emocional. Y sobre todo, mucha paciencia con una misma y mucha comunicación con las parejas sexuales.

"No seamos reduccionistas: el sexo no es solo la penetración"

En caso de que haya falta de deseo o se sufran algunos problemas como el dolor en el momento del coito o la falta de deseo, la psicooncóloga y oncosexóloga Rosanna Mirapeix asegura que es posible llegar al orgasmo. Para empezar, recomienda, se tendrían que evitar aquellas prácticas que, de entrada, se sabe que producen dolor. “Si sabes que cuando te penetren te harán daño, no solo no podrás disfrutar del momento, porque no te podrás soltar al placer, sino que es muy probable que tu cerebro dé a tu vagina la orden de que se cierre y todo sea más complicado”, explica.

En este sentido, dice, la comunicación con la pareja es básica. “Tenemos que saber y compartir nuestras preocupaciones, temores y preferencias sexuales. Y sobre todo no seamos reduccionistas: el sexo no es solo la penetración, tenemos que aprender a disfrutar de otras maneras”, dice. Con todo, Mirapeix matiza que esto no quiere decir que se tenga que renunciar al coito, sino que se puede ir introduciendo poco a poco y sin prisas. “Todo ello implica mucha voluntad por parte de la paciente, sobre todo para recuperar la libido. No es nada fácil, y el fracaso terapéutico es bastante alto”, advierte.