Chiva, la ciudad fantasma donde nadie sabe dónde está nadie
Los vecinos de esta población de 16.000 habitantes llevan 48 horas incomunicados
Chiva (Valencia)Seguramente Chiva es la mejor definición de la calma después de la tormenta. Pero una calma nada tranquilizante, sino más bien dramática, extrema y triste. Es una ciudad fantasma. Sin luz, sin agua, sin cobertura, sin nada. Sólo las parpadeas lejanas de las linternas de los teléfonos dejan entrever la catástrofe. Chiva se llevó una de las peores partes de la DANA, que se tragó casas, puentes y coches. Chiva es una ciudad desconectada de todo y de todo el mundo, donde para llegar y salir, es necesario, sobre todo, tener suerte.
A 30 kilómetros hacia el interior de Valencia, Chiva es una población de 16.000 habitantes en la que prácticamente no se ha podido entrar ni salir desde las trágicas inundaciones de este martes. Este jueves por la noche, el ARA ha podido acceder gracias a una apertura temporal (de ahí la suerte) de los cortes en las carreteras. Unos cortes justificados, porque la A-3, unas de las principales arterias de España, se ha convertido en un escenario postapocalíptico a su paso por esa localidad. Con coches, camiones y autobuses volcados y cubiertos de vegetación. Decenas y decenas de vehículos abandonados. No es exagerado decir que parece una escena de una película de zombies.
Chiva es en buena parte un territorio por descubrir. De ahí que su alcaldesa diga que puede haber "cientos de muertos". Según fuentes de la Policía Local, al cierre de esta edición había una docena de desaparecidos y seis fallecidos. La mayoría se concentra en un polígono. Mucha gente salía de trabajar y DANA se les llevó los coches. Aún encuentran cuerpos dentro de los vehículos, y también fuera, de aquellos que intentaron escapar, según fuentes policiales. La limpieza no ha terminado y este balance es absolutamente provisional.
Esto lo sabemos nosotros, pero no la mayoría de habitantes de Chiva. Nadie sabe cuánta gente ha muerto, ni siquiera qué día es. "¿A qué día estamos?", pregunta Imma. Se sorprende cuando la respuesta es "Jueves". Está en unos bajos sin puerta junto al río con Neus, su hija de 13 años, su madre y el perro. No tienen luz –tampoco tele, ni internet, ni calefacción–, solo un poco de comida y agua que les han dado. Pide si tenemos cobertura, y en un extremo de la calle parece haberla. Pide que le enviemos un mensaje a su hermana, porque ella no tiene. "Soy un periodista que ha estado hablando con tu hermana Imma. ¡Sólo quiere que le diga que están bien, y que se lo diga a la familia!". La respuesta tarda cinco minutos en llegar: "Muchísimas gracias, de verdad, estábamos superpreocupados y con mucha impotencia", responde la hermana. Imma sonríe y el perro ladra.
Ester ha bajado hoy con su hijo y su marido a Chiva a ver a sus hermanas. No sabía lo que iba a encontrar. El último mensaje de ellos que recibió es que el río se estaba comiendo las casas. "Y ellos la tenían junto al río", va diciendo. Han cogido doce garrafas de agua y comida. Por si acaso, porque no sabían lo que se encontrarían. Ni siquiera si serían vivos. Dos días con esa incertidumbre. Pero estaban vivos, y mañana intentarán volver.
También está el caso de Miguel, que el martes se quedó colgado a 20 kilómetros de Chiva cuando volvía de trabajar. Ni su pareja sabía si él estaba vivo, ni él sabía cómo estaba la pareja. Ha vuelto este jueves como ha podido. Ha tenido que andar cuatro kilómetros. Pero se han reunido. "No sabía lo que me encontraría", va recordando. Cayeron 500 litros por metro cuadrado en 24 horas. Han pasado 48 horas y la situación sigue siendo desconcertante.
Desconectados
Chiva es una ciudad que ahora vive varios siglos atrás. Se termina la batería de los móviles y no saben cómo cargarlos. En los coches, sí, pero se pueden quedar también sin batería, o termina la gasolina. Hoy, por fin, han podido ir a pueblos cercanos a gasolina. En el supermercado "no queda nada", dice una vecina. En la frutería, de momento, todavía hay alimentos. Comen, sobre todo, pasta. Pero sólo aquellos que tienen suerte y tienen un camping gas, puesto que las vitrocerámicas no funcionan. Beben el agua que los llevan en garrafas. Y se limpian con el agua de una balsa artificial del centro de la ciudad o van a una fuente a las afueras. Nadie sabe realmente el alcance de la tragedia.
No saben cuántos muertos ha causado el temporal DANA, ni siquiera cuántos desaparecidos hay en su pueblo. "158, ¿ya? ¡Qué desastre", se sorprende una vecina. "Desde Barcelona... ¿y cómo ha llegado?", comenta otra. El Ayuntamiento reparte agua y comida, y la Policía Local no para de patrullar. Pero necesitan ayuda. Todo el mundo habla de un barrio, más abajo de la iglesia, donde nada queda, y de noche no se puede bajar. "Tengo momentos de euforia y momentos de llorera", dice Imma. Con la carretera cada vez más desbrozada, se espera que pronto Chiva pueda salir, por fin, de ese terrorífico bucle.