25-N Dia per a l'eradicació de les violències masclistes

El confinamiento esconde la violencia contra las mujeres

Aumentan las agresiones machistas en familia pero se denuncian menos por miedo y por las restricciones

Unes 600 dones formen una cadena humana feminista a la Gran Via de Barcelona pel 25N
Marta Rodríguez Carrera
25/11/2020
4 min

MartorellNi siquiera quiere inventarse un nombre para identificarse ni mencionar el municipio del Baix Llobregat donde vive porque todavía tiembla cuando recuerda el día que los policías locales se la llevaron a ella y sus hijos a un lugar seguro. Estuvo en una casa de acogida durante dos semanas hasta que unos amigos le hicieron espacio en casa. Explica que los servicios municipales conocían la situación de violencia que vivía pero que durante el confinamiento en abril no se "atrevió" a denunciar los golpes e insultos que sufría por miedo a quedarse a la calle con los menores. La suya es la historia de muchas mujeres que durante los meses duros de restricciones se vieron abocadas a convivir con el agresor noche y día, sin espacios para socializarse o alertar de los maltratos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya avisó hace meses de que los aislamientos forzosos ponían a las mujeres de todo el planeta en peligro de sufrir violencia dentro de su casa, una afirmación que han constatado todos los actores involucrados en la atención a las mujeres en Catalunya. Lo han notado en la Fundació Aroa, donde al principio de la crisis las mujeres llamaban directamente, sin venir derivadas por los servicios sociales, explica su directora, Neus Pociello, que estima que esta pequeña entidad ha atendido hasta un 30% más de mujeres y hasta un 237% más de menores –que también han sufrido violencia directa– respecto al año pasado. En la Cruz Roja, en seis meses han dado servicio a 3.500 mujeres e hijos, una cifra que representa el 90% de todo el año anterior, y los servicios sociales municipales se quejan de la falta de plazas para poder dejar a las víctimas fuera del alcance del agresor, puesto que los centros y las casas de acogida ya están de por sí saturados y los nuevos que se habilitaron no han dado abasto.

"El confinamiento fue un infierno para muchas mujeres", ilustra Marta López-Algás, directora del Servei d'Intervenció Especialitzada (SIE) de Manresa, que explica que se tuvieron que adaptar rápidamente a la nueva situación y necesidades y potenciaron la atención telefónica porque se dieron cuenta de que la violencia quedaba silenciada detrás la puerta.

La paradoja es que, si bien todos los teléfonos y servicios de información habilitados han tenido más actividad que nunca, con mujeres –o su núcleo próximo– que buscaban apoyo y asesoramiento, a la vez se han reducido las denuncias un 14%. Con todo, a partir de julio se ha notado un repunte más similar a la media histórica, coincidiendo con la relajación de las restricciones, ha señalado el conseller de Interior, Miquel Sàmper, en una comparecencia con motivo del 25-N, el Día Internacional para la Erradicación de las Violencias Machistas. Más de la mitad de las denuncias son por abuso psicológico y casi la mitad por violencia física, mientras que el acoso por las redes y el sexual tienen porcentajes inferiores al 4%, en una correlación similar al 2019.

Las causas de este número inferior de denuncias son diversas y es evidente que no reflejan la realidad. Por un lado, el "control constante" que ejerce el maltratador encerrado en casa con su víctima, que teme alertar por miedo a las represalias, explica Maribel Cárdenas, directora de políticas de igualdad y LGTBI del Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet, que desde hace años tiene desplegado un plan de abordaje integral de las violencias machistas. Por el otro, el aislamiento forzoso impidió o dificultó a las mujeres ir a la comisaría a denunciar, o se encontraron cerrados los servicios que ya conocían y que consideraban un "espacio de confidencialidad". Además, durante la primavera tanto la escuela como la atención primaria pasaron a ser virtuales y no actuaron de "alertadores", apunta López-Algás en una charla online sobre cómo se puede acompañar a las víctimas. La toma de decisiones en una situación de estrés, explica la experta, no es fácil, y el hecho de decidirse a presentar una denuncia es un "proceso largo en el que la mujer tiene que estar muy segura".

Salud emocional

Todavía es demasiado pronto para determinar cuál será el impacto en la salud emocional de las mujeres, que, como recuerda Cárdenas, han sido las que se han quedado en casa con el maltratador pero también las que han tenido que salir a trabajar en los trabajos de cura, limpieza y sanitarias o en supermercados cuando las calles estaban vacías. Pociello, de la Fundació Aroa, cree que el confinamiento ha perjudicado a las mujeres que convivían con el agresor pero también a las que empezaban a conseguir salir adelante, así como a las mujeres mayores, que han quedado relegadas porque la emergencia del problema hizo que los servicios y recursos se concentraran en la atención a las mujeres con hijos menores, lamenta.

La doctora Rafaela Ramos, presidenta del Instituto de Resiliencia del Colegio de Médicos de Madrid, afirma que, de momento, en las consultas psiquiátricas solo han atendido cuadros de estrés postraumático entre las personas que no se han podido despedir de familiares muertos durante la pandemia, pero no descarta que los síntomas aparezcan en estas víctimas del machismo. "Han salido los peores demonios", comenta esta psiquiatra, que asegura que el confinamiento ha actuado como "potenciador" en los hombres que tienen "trastornos adaptativos o de control de impulsos" y también ha aumentado la violencia de hijos adultos hacia los padres. "Lo que iba mal, se ha agravado", dice.

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