La Constitución elimina el término "disminuidos": "Era normal que nos dijeran subnormal o paralítica"
El Congreso avala, con la abstención de Vox, adoptar a "personas con discapacidad" para ajustarse a una convención de la ONU
BarcelonaCarol Mir es funcionaria pública y autora de dos libros autoeditados. Dice que la suya es una vida plena y feliz. Y tiene una discapacidad intelectual que en alguna ocasión le ha valido algún insulto. "De pequeña los niños me llamaban subnormal o disminuida", explica esta mujer de 43 años, casada con un "hombre sin discapacidad". En esa época la sociedad tenía muy asumidas palabras como subnormal o mongólico, que en muchos casos ni siquiera se recibían como muestras de desprecio. "Era normal que incluso la familia hablara de ti como pobrecita, inválida o paralítica", afirma Maria Zurita, de 63 años y nacida con la espina bífida.
Tanto Mir como Zurita son dos de las 660.000 personas con discapacidad que viven en Cataluña, a la que todavía ahora la Constitución española califica de "disminuidos" en el artículo 49, aunque la desafortunada expresión tiene los días contados porque el pleno del Congreso votará este jueves la eliminación de la palabra para sustituirla por "personas con discapacidad", con la única abstención de Vox, que rechaza que la modificación se haga ahora en "un clima de ataque constante en la Constitución". El gesto ha sido aplaudido por las entidades en defensa de los derechos del colectivo, que llevan dos décadas pidiéndolo, y que no se ha materializado hasta ahora por la imposibilidad de que los dos grandes partidos españoles, el PP y el PSOE, se pusieran de acuerdo para tocar la Carta Magna ni siquiera para esta cuestión de derechos.
En este sentido, Mercè Batlle, presidenta del COCARMI, el comité catalán que reúne a 700 entidades de personas con discapacidades, apunta que "siempre" es la sociedad civil la que estira para que haya cambios. En concreto, con la modificación del artículo 49, España se ajusta a la nomenclatura fijada por la Convención de la ONU para las personas con discapacidad de 2006 y que el gobierno español ratificó dos años después. Desde entonces, se han sucedido las iniciativas en esta dirección, como la del diccionario del Institut d'Estudis Catalans que en 2016 ya desterró los sinónimos peyorativos para la discapacidad, a raíz de una iniciativa de la emisora RAC1, y el propio COCARMI defendió la adopción de la expresión "personas con discapacidad" en lugar de "con diversidad funcional". Una definición con la que el colectivo "no se siente cómodo" y, lamenta que algunas administraciones la utilicen, aunque "es ambigua e invisibiliza y puede generar confusión e inseguridad jurídica".
Insultos y situaciones incómodas
Aunque la pedagogía de las entidades y la concienciación social han hecho que el grueso de la sociedad haya dejado de lado expresiones peyorativas, todavía se producen situaciones incómodas. Como las que Mir, que trabaja de conserje en un instituto público después de haber ganado unas oposiciones reservadas para personas con discapacidad intelectual, ha tenido que sufrir en un centro anterior en el que trabajó, explica, y que le hicieron pedir un cambio de destino. A Zurita, criada en una época en la que no había corrección política alguna, la incomodidad le llega por las miradas, a menudo "de compasión no pedida ni deseada" cuando la ven con la silla de ruedas. "Te define más la silla que otra cosa, eres esa paralítica, sin nombre", lamenta. En el caso de Mir, en cambio, su discapacidad pasa desapercibida, lo que le ha hecho encontrarse con interlocutores que hablan de los "subnormales" e incluso, había amonestado al padre por utilizar el término "disminuidos" en casa . "Yo he hecho cambiar muchas miradas de gente, y cuando pienso en mí digo «¿discapacidad? ¿Quién es discapacitado?»", ríe.
Las tres mujeres coinciden en que el hecho de conseguir eliminar una expresión "desfasada y tronada" no puede hacer olvidar que las personas con discapacidad tienen una carrera de obstáculos todos los días. Una parte de los retos, Mir los ha recogido en Mi vida con discapacidad intelectual y Rigor mentios, libros que se ha autoeditado y vende por Amazon, en los que repasa sus pensamientos y quejas, como por ejemplo, que se trate al colectivo "como si fueran criaturas" y, aún peor, que no se cumplan decretos tan importantes como el que reserva el 2% de los puestos de trabajo en las empresas de más de 50 trabajadores, o —como añade Batlle— las deficiencias de la aplicación del decreto de escuela inclusiva. Algunas voces dentro del colectivo rechazan que se hable de personas con discapacidad y utilizan el diminutivo disca a modo de reivindicación, empoderamiento y orgullo de la discapacidad.