Cuatro noches sin luz en la Mina: “He perdido la comida congelada, ¿a quién se la reclamo?"

Los vecinos se quejan de nuevos cortes mientras Endesa apunta al uso "indebido" de la red

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El edificio Venus, a la Mina, en una imagen de archivo.

Sant Adrià de BesòsPasar cuatro noches sin luz en pleno invierno puede sonar como una experiencia extraterrestre, pero Venus, Saturno y Marte son los nombres que reciben tres edificios que están en la Mina, el barrio de Sant Adrià de Besòs donde viven un total de 500 familias y donde las noches enteras del sábado, el domingo, el lunes y el martes sufrieron cortes de luz. Según han narrado algunos testigos, los vecinos y vecinas, hartos de la situación, lanzaron contenedores en medio de la calle, cosa que provocó la intervención de los Mossos d'Esquadra.

El problema, según fuentes de Endesa, no es nuevo, y se debe a “un uso indebido de la red eléctrica” que genera “sobrecargas” en horas de máximo consumo, que coinciden con los picos de frío y el uso de estufas eléctricas. El Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs, preguntado por el ARA, dice que está “en constante contacto” con la compañía eléctrica y pide “una solución definitiva”. De hecho, fuentes de la compañía admiten que las reparaciones que han hecho, con las que consiguieron que la pasada noche del miércoles volviera la normalidad en el barrio, son puntuales, no estructurales ni definitivas. "Si el uso indebido persiste, los cortes se pueden volver a repetir", dicen fuentes de Endesa, que aseguran que no existe ningún sistema que, en caso de que haya luz pinchada que sobrecargue la red, corte el suministro solo en los infractores y no al resto de vecinos y vecinas.

Algunos vecinos, que prefieren no decir su nombre, afirman que estos infractores son, sobre todo, los que tienen plantas de marihuana en casa, que exigen una alta demanda de luz para su mantenimiento. “Hay quien tiene alguna para subsistir, pero otros tienen un montón para tener coches caros”, critica una vecina. “Los propios Mossos a veces te dicen quién son y dónde están, pero los dejan hacer”, denuncia otro hombre de mediana edad. 

Los perjudicados, sin embargo, son la mayoría de familias trabajadoras y pensionistas que viven en los bloques: relatan haber dormido con muchas mantas y haber cenado a las siete de la tarde a partir de la segunda noche por miedo a quedarse sin luz. Algunos se han decantado por los embutidos porque no pueden usar la cocina y otros directamente no han ni cenado. "He perdido bastante comida que tenía congelada, con lo que nos cuesta pagarlo. ¿A quién se lo puedo reclamar?”, dice Andrés, un vecino, mientras que Paco explica que “alguna gente mayor se quedó mucho rato en la puerta del bloque porque sin ascensor no podían subir a sus pisos”. 

Paqui Jiménez, que tiene un bar delante del edificio Venus, donde vive, es seguramente la vecina más conocida del barrio. Lidera la lucha para realojar a los vecinos de su bloque, que está degradado y entró en un plan urbanístico en 2002 que nunca se ejecutó. Una sentencia de febrero del año pasado y ratificada en junio del mismo año avala la demolición de la vivienda y el realojo de vecinos y vecinas, pero el proceso todavía está en fase inicial y la espera parece interminable. 

Mientras espera, Paqui, como el resto, ha tenido que reencontrarse esta semana con algunos de los fantasmas habituales para los que viven en estos bloques, los cortes de luz y la ineficacia a la hora de repararlos inmediatamente. “Llamas y no te hacen caso”, dice Paqui, que tuvo que limpiar el bar a las once de la noche con una linterna y la tuvieron que ayudar cinco hombres a bajar la persiana eléctrica a mano. “He pagado 550 euros de luz en el bar y 70 en el piso, a pesar de que nunca estoy. Y te tratan igual, tanto si pagas como si no”, sentencia. Vecinos y vecinas asumen que puede volver a pasar en los próximos días. “Tendremos que volver a lanzar al suelo los contenedores”, avisa otra vecina. 

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