El Cumbre Vieja, un volcán enorme para La Palma pero pequeño para la ciencia

La erupción se comporta tal y como esperaban los científicos a pesar de la devastación material

BarcelonaEl volcán Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma, sigue escupiendo lava, cenizas y gases cuatro semanas después de su erupción, el 19 de septiembre. La lava ha dañado unas 1.800 edificaciones y ha afectado más de 700 hectáreas, según los últimos datos del sistema de observación terrestre europeo Copernicus. Para quien ha recibido las consecuencias es lo más parecido a un cataclismo de dimensiones bíblicas. Pero desde el punto de vista de la ciencia, y de la geología en particular, la visión es muy diferente. El Cumbre Vieja es todavía un volcán modesto, de nivel entre 1 y 2 en una escala de 8 en el índice de explosividad, y la afectación difícilmente superará la escala local, según todas las previsiones.

El volcán de La Palma es un “volcán pequeño”, asegura el director del centro Geociencias Barcelona del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Joan Martí. Y su comportamiento, a pesar de las variaciones diarias, “es normal”. “No hay ningún indicio que haga pensar que la situación pueda cambiar en un futuro inmediato”, añade el investigador. El caso es que un volcán, por pequeño que sea, siempre es espectacular, pero lo que preocupa de verdad no es su intensidad en términos geológicos sino de afectación humana. “La emisión en forma de lava o de gases no es nada extraordinario”, continúa el experto en vulcanismo.

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De hecho, según recoge el Programa de Vulcanismo Global de la Institución Smithsonian, considerado de referencia a escala mundial, la erupción del Cumbre Vieja es solo una entre las cerca de 70 que se han registrado en el planeta desde el inicio de 2021 dentro de un catálogo de 1.396 volcanes que se consideran activos. Y no es ni mucho menos ni el más intenso ni el más destructivo. El Cumbre Vieja ha abocado 0,1 km cúbicos de material magmático. Para ser un volcán “importante” tendría que abocar por encima de 1 km cúbico de material, 10 veces más.

Entre 80 y 85 días de erupción

Las previsiones sobre lo que tiene que pasar son inciertas, a pesar de que por comparación con los datos históricos de anteriores erupciones se podría poner un límite alrededor de los 80 o 85 días. “Nadie lo sabe”, dice Martí, a pesar de que señala que las características del magma y del material expulsado hacen pensar que es la referencia más factible. “El volcán se apagará cuando la presión interna de los gases acumulados disminuya”, dice. Pero esto no quiere decir que se haya extinguido. Podría pasar que el reservorio donde se acumula el magma se recargara y la lava volviera a emerger. Con todo, el nivel de explosividad es bajo, la composición de la lava continúa siendo basáltica y el volumen expulsado es pequeño.

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Si se compara con el Teide, en Tenerife, o con otras grandes erupciones, el valor del Cumbre Vieja en términos geológicos empequeñece todavía más. “El Teide, un volcán plenamente activo, tiene un nivel de explosividad de entre 3 y 4”, expone. Y la erupción del Pinatubo en las Filipinas, dice citando un caso al azar, provocó un descenso de la temperatura global de 0,6 grados que se recuperó el año siguiente. El Etna y el Vesubio forman parte de esta categoría, así como el Eyjafjalla, en Islandia, o el Nyiragongo, en la Valle del Rift africana. Entre estos y otros activos en el mundo, se estima que emiten de 0,13 a 0,44 gigatoneladas de CO₂ al año, muy lejos de las más de 30 gigatoneladas emitidas por el transporte y la industria de manera continuada cada año.

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“No habrá episodios de cambio climático ni fenómenos geológicos de gran magnitud”, asegura Martí. Como mucho, el Cumbre Vieja provocará un empeoramiento puntual de la calidad del aire, contaminación del suelo y de los acuíferos en puntos concretos y un crecimiento en extensión moderado de La Palma. Otro tema muy diferente es la recuperación del terreno. “Tardará décadas”, afirma.